Sucedió hace muchos, muchos años, en un Principado junto al mar. Allí he visto por primera vez al Atlíético de Madrid, con sus colores, blanco inmaculado, rojo color sangre, los dos colores a rayas y el azul del pantalón color del Principado, o quizás azul de sangre real. Yo era un chiquillo y íél un gran equipo que en aquel Principado junto al mar me enamoró. Pero no es un amor recíproco faltaría más. Y ese fue el motivo por el que, hace mucho tiempo, en aquel Principado junto al mar surgió mi gran afición hacia el Atlíético de Madrid, no preguntíéis porque.
Era mediodía de verano y media parte de la noche y las estrellas, en sus órbitas brillaban pálidas a travíés de los focos del Vicente Calderón, nos temblaban las piernas pensando en Europa, pero esta vez no nos defraudó como casi nunca nuestro Atlíético de Madrid, cuatro goles como cuatro rosas se llevaron los del Schalke para Alemania. He reído, llorado, hice la ola y e gritado Kun, Kun, Kun. Que maravilla, que sentimientos no se pueden expresar en palabras ni con letras y para entenderlos hay que ser del Atlíético de Madrid.
¡Oh! Atlíético, Atlíético de Madrid una vez, sólo una vez y la salvaje hora no pasará de mi recuerdo, algún poder o encanto me había amarrado, un viento helado vino hacia mí en tu noche, que me hizo permanecer en Madrid hasta el domingo.
Ahora hay pensamientos que tú no ahuyentarás, ahora hay visiones que no se desvaneces y zás otros cuatro goles que se van para Málaga, he saltado como nadie ¿Cómo no?.
Vistosamente vestido un galante caballero, en solana y sombra, había viajado largamente, cantado una canción Atleti, Atreti, Atleti de Madrid.
Y ahora diría que yo no presto atención a que mi parte mundana tanga poco de Tierra en ella, que los años de amor hacia el Atletin nunca serán olvidados en el enojo de un minuto, no me lamento de que los solitarios sean más felices, pero si de que alguien se apene por mi destino porque soy un transeúnte del Atlíético de Madrid.