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Autor Tema: La recesión obliga al Japón a pagar a inmigrantes por abandonar el paí­s ...  (Leído 487 veces)

OCIN

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HAMAMATSU. Rita Yamaoka, madre de tres hijos que emigró desde Brasil, perdió recientemente su trabajo en una fábrica en esta localidad. Ahora, Japón le ha hecho una oferta que es posible que no pueda rechazar.

El Gobierno pagará miles de dólares para enviar en avión a Yamaoka, su esposo, ciudadano brasileño de ascendencia japonesa, y su familia de regreso a Brasil. Sin embargo, a cambio, Yamaoka y su esposo deben estar de acuerdo en nunca más buscar trabajo en Japón.

“Siento una tensión enorme. He llorado con mucha frecuencia”, dijo Yamaoka, de 38 años, despuíés de una reunión en la que funcionarios locales detallaron el ofrecimiento en esta ciudad industrial del centro de Japón.

“Le digo a mi esposo que deberí­amos aceptar el dinero y regresar”, dijo con los ojos llorosos. “No podemos darnos el lujo de quedarnos mucho tiempo más”.

El ofrecimiento de Japón, extensivo a cientos de miles de obreros inmigrantes latinoamericanos, es parte de una campaña nueva para animarlos a dejar este paí­s arruinado por la recesión. Hasta ahora, por lo menos 100 trabajadores y sus familias han estado de acuerdo en irse, manifestaron funcionarios japoneses.

Sin embargo, los crí­ticos denunciaron al programa por considerarlo con poca visión de futuro, inhumano y una amenaza para el poco avance que ha tenido Japón en cuanto a la apertura de su economí­a hacia los trabajadores extranjeros.

“Es una desgracia. Es insensible”, expresó Hidenori Sakanaka, director del Instituto de Polí­tica Migratoria de Japón, una organización independiente de investigación.

“Y Japón se está pateando el pie íél solo”, agregó, “podremos estar en una recesión ahora, pero está claro que no tiene futuro sin los trabajadores de otros paí­ses”.

El programa está limitado a los trabajadores huíéspedes latinoamericanos cuyos padres y abuelos emigraron a Brasil y a los paí­ses vecinos hace un siglo para trabajar en las plantaciones cafetaleras.

En 1990, Japón —que enfrentaba una creciente escasez de fuerza de trabajo industrial— empezó a emitir miles de visas especiales de trabajo para los descendientes de esos emigrantes. Aproximadamente 366.000 brasileños y peruanos viven ahora en Japón.

Los trabajadores huíéspedes pronto se convirtieron en el grupo más grande de obreros en un paí­s hostil a la inmigración, para ocupar los trabajos denominados tres K (kitsui, kitanai y kiken, es decir, duro, sucio y peligroso—).

Sin embargo, el sector manufacturero del paí­s se desplomó a medida que se evaporó la demanda por los productos japoneses y empujó al desempleo a 4,4%, un nivel elevado que lleva tres años. Las exportaciones cayeron 45,6% en marzo con respecto a un año antes, y la producción industrial se encuentra en su nivel más bajo en 25 años.

Datos nuevos del Ministerio de Comercio japoníés sugieren que la producción manufacturera podrí­a aumentar en marzo y abril, ya que los fabricantes están disminuyendo los recortes en la producción. Sin embargo, las cantidades podrí­an tener más que ver con que los inventarios cayeron tan bajo que se necesita reponerlos con cualquier incremento en la demanda.

Mientras Japón espera a que eso suceda, ha sido entusiasta en ayudar a los trabajadores extranjeros a irse, lo que podrí­a relajar la presión sobre los mercados laborales internos y las listas de desempleados.

“No habrá buenas oportunidades de empleo por un rato, por eso es que estamos sugiriendo que regresen a su paí­s”, dijo Jiro Kawasaki, un ex ministro de salud y legislador del gobernante Partido Liberal Democrático.

De conformidad con el programa de emergencia introducido este mes, se ofrece a los trabajadores huíéspedes brasileños y de otros paí­ses latinoamericanos tres mil dólares para los pasajes de avión, más dos mil dólares por cada dependiente, cantidades atractivas para muchos inmigrantes en el paí­s. Se les ha dicho a los trabajadores que se van que pueden quedarse con lo que sobre.

Sin embargo, no se permitirá a quienes viajan a sus paí­ses de origen con el dinero de Japón a volver a solicitar una visa. Sin ese estatus, la mayorí­a encontrarí­a prácticamente imposible regresar. Retornarí­an con visas de turista por tres meses. O, si llegan a ser míédicos, banqueros o tener un patrocinador corporativo, podrí­an solicitar una visa profesional.

Japón está bajo presión para permitir los retornos, y funcionarios han dicho que considerarán esas modificaciones, pero no se han comprometido a ello.

“Naturalmente, no queremos que esas mismas personas regresen a Japón tras un par de meses”, comentó Kawasaki, del Partido Liberal Democrático. “Los contribuyentes japoneses preguntarí­an: ¿quíé tipo de polí­tica ridí­cula es esta?”.

El plan impactó en especial despuíés de que el Gobierno introdujera medidas para ayudar a los extranjeros desempleados, incluidos cursos gratuitos de japoníés, capacitación profesional y orientación laboral. Los trabajadores huíéspedes tienen derecho a solicitar las prestaciones de dinero en efectivo por desempleo, siempre y cuando hayan pagado primas mensuales.

“Es incomprensible”, dijo Angelo Ishi, un catedrático adjunto de Sociologí­a en la Universidad Musashi, en Tokio. “El Gobierno Japoníés ha dejado claro anteriormente que recibe con gusto a los japoníés-brasileños, pero esto es un insulto a la comunidad”.

Tambiíén podrí­a afectar a Japón en el largo plazo. El paí­s que envejece enfrenta una inminente escasez de fuerza de trabajo. La población se ha estado reduciendo desde 2005, y el segmento que está en edad de trabajar podrí­a reducirse en una tercera parte para el 2050. Aun cuando los fabricantes han estado despidiendo trabajadores, los sectores agropecuario y de atención de los ancianos enfrentan escasez.

Sin embargo, Kawasaki dijo que la crisis económica es una buena oportunidad para revisar la polí­tica migratoria de Japón en su conjunto. Deberí­amos dejar de permitir la entrada de trabajadores no calificados a Japón. Deberí­amos asegurarnos de que se paguen bien hasta los empleos triple K, y que los ocupen japoneses”, dijo. “No creo que Japón debiera convertirse alguna vez en una sociedad multiíétnica”.



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