Pablo Pardo desde Detroit
21 de mayo de 2009.- Es posible que en el futuro se recuerde el martes 18 de mayo de 2009 como el día en el que Estados Unidos sentó las bases del coche del futuro. Ese día tuvieron lugar tres acontecimientos que pueden ser trascendentales para el futuro de la industria del motor en el país que convirtió el automóvil en acaso la industria definitoria del siglo XX (y puede que del siglo XXI tambiíén). Sin embargo, sólo uno de ellos tuvo lugar en el ‘Rust Belt’, la región que hasta ahora ha sido el eje de la industria pesada de EEUU. Los otros dos tuvieron lugar en California (tradicionalmente, la región más innovadora tecnológicamente de EEUU) y el Washington que, en esta crisis, se ha convertido en la capital financiera e industrial del país:
1.—En Washington, Obama anunció que la Administración federal básicamente impondrá las medidas de ahorro de combustible que California había lanzado en 2002. En virtud del nuevo sistema, los coches y demás vehículos que pesen menos de cuatro toneladas, deberán consumir un máximo de un galón de gasolina cada 35,5 millas. En otras palabras: 15,1 kilómetos por litro, o 6,62 litros a los 100 kilómetros. En la actualidad, el límite es de 25 millas por galón (9,4 lintos a los 100).
2.—El gigante alemán Daimler compró el 10% del fabricante de motores elíéctricos Tesla, de California. Tesla ha fabricado las baterías de litio de las 1.000 primeras unidades de la versión elíéctrica del Smart, que Daimler quiere empezar a producir en serie en su planta de Hambach, en Francia, este año;
3.—Ford inauguró la planta de Brook Park, en Ohio, en la que va a fabricar el motor EcoBoost, que reduce en un 15% el consumo de carburante y en un 20% la emisión de gases que causan el efecto invernadero;
Esas tres medidas pueden cambiar para siempre la industria del motor de EEUU. Y son un triunfo, sobre todo, para el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, y el Congreso de ese estado, que llevaban seis años en guerra legal con la Administración Bush y con la industria del automóvil de EEUU para imponer unas exigencias de consumo de combustible más duras.
Eso no quiere decir, sin embargo, que EEUU vaya a consumir menos combustible. Si un coche consume menos, la gente lo usa más. Y, si los coches nuevos son más caros, la gente se queda con los viejos (ahora el Congreso está estudiando dar incentivos a quienes se deshagan de sus coches devoradores de gasolina).
Sin embargo, esas medidas sí parecen apuntar una tendencia a automóviles más pequeños, más eficientes, más caros y probablemente con motores mixtos (elíéctricos y de combustión tradicional). La industria del motor de EEUU no ha tenido más remedio que tragar esas medidas, que en otro momento habrían provocado una oleada de protestas.
Obama, que tiene propensión a vender todas sus decisiones como algo que es consecuencia del "consenso", hizo el anuncio rodeado de, entre otros, Schwarzenegger y la gobernadora de Michigan, Jennifer Granholm. Desde luego, la medida es un triunfo de primera magnitud para Schwarzenegger (buena falta le hace, en un momento en el que su Estado está al borde de la quiebra).
Pero, ¿y para Granholm? En Detroit, que está en Michigan, todo el mundo da por hecho que la industria local será capaz de adaptarse a los nuevos tiempos. Desde luego, capacidad tíécnica no les falta. Pero, por la razón que sea, los gigantes de la industria del automóvil de EEUU han mostrado una tendencia formidable al anquilosamiento. Por de pronto, lo que pasó el martes no parece muy auspicioso para Detroit. De tres empresas protagonistas, una es alemana (Daimler), y otra californiana (Tesla). Sólo Ford parece, al menos por ahora, seguir en la vanguardia.