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Autor Tema: PARACELSO:  (Leído 1394 veces)

Scientia

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PARACELSO:
« en: Febrero 02, 2008, 07:30:08 pm »




Philippus Aureolus Theophrastus Bombastus Paracelsus es el nombre latino adoptado por el astrólogo, míédico, mago, alquimista y filósofo alemánTheophrast Bombast von Hohenhein. Nació en Einsiedeln en 1493 y murió a los 48 años en 1541 en Salzburgo.

Su primer maestro fue su padre que era míédico y enseñaba quí­mica en las escuelas mineras. Paracelso fue el primero en escribir un tratado sobre las enfermedades profesionales de los mineros.

Comenzó trabajando como cirujano militar, así­ hizo sus primeras peregrinaciones a Oriente, Escandinavia ..., íéstos viajes le sirvieron para recopilar conocimientos.

En 1527 se instaló en Basilea, allí­ fue reconocido por sus sorprendentes curaciones, devolvió la vida a un amigo de Erasmo de Rótterdam. Gracias a su fama fue nombrado profesor de la escuela de medicina, dejaba entrar a sus clase a los barberos cirujanos, les hablaba en alemán y no en latí­n(lengua de los cultos), querí­a que los conocimientos míédicos fueran para el pueblo y no para unos cuantos privilegiados, rebelde con los principios míédicos de su tiempo arrojó, en la fiesta de San Juan, el canon de la medicina de Avicena, desde ese momento le fue negado impartir clases en la escuela, le denunciaron, tuvo que marcharse y comenzar desde ese momento una vida errante, de pueblo en pueblo. Un ciudadano de uno de esos lugares por los que pasó lo describe: " escribiendo, escribiendo sin cesar". Escribió más de 14 volumenes de medicina, naturismo y filosofí­a y otros tantos de teologí­a.

Paracelso tení­a su propio concepto de la sanación basado en el tratamiento de las enfermedades con sustancias minerales transformadas alquimicamente consistente en el reconocimiento de la í­ntima unión de los tres elementos que conforman la totalidad del hombre: espí­ritu, alma y cuerpo. Concibió la fisiologí­a y la patologí­a desde la quí­mica, introdujo en la farmacologí­a preparados quí­micos carentes de toxicidad.

El mismo dice " la alquimia no tiene por objeto exclusivo la obtención de la piedra filosofal, la finalidad de la ciencia hermíética es producir sustancias soberanas y emplearlas en la curación de las enfermedades".

Según Paracelso el verdadero míédico es ordenado por Dios.

Apelaba a los poderes naturales de curación, creí­a que el cuerpo poseí­a principios activos y si se aplicaba un tratamiento expectante se producirí­a la sanación.

Descubrió la homeopatí­a, si un veneno se aplicaba en pequeñas dosis surgirí­a de íél su naturaleza oculta beneficiosa: "lo sí­mil se cura con lo sí­mil".

Los resultados más notables en quí­mica fue el conocimiento de la acción diuríética del mercurio en la hidropesí­a y de las propiedades narcóticas de las preparaciones etíéreas. Comprobó los beneficios de las aguas balnearias ácidas sobre los procesos digestivos gástricos y la prevención de cálculos en la vesí­cula.

Tambiíén puso de manifiesto que los ácidos precipitan la proteí­na de la orina.

Paracelso fue espiritualista, todo cuanto es real y esencial en la naturaleza es espiritual e invisible, la función del míédico es hacerlo visible y comprender los efectos mágicos de la naturaleza.

Retornó al ideal cristiano de la familia como unidad básica y abogó por el reparto de las riquezas.

Sus ideas consiguieron revolucionar la medicina 30 años despuíés de su muerte en 1541, sus escritos fueros publicados y en 1618 lograron el rango oficial en la farmacopea de Inglaterra.

Fue un gran míédico que alcanzó íéxitos donde sus contemporáneos fallaron.

Sus ideas sobre la enfermedad son similares a los conceptos actuales.

La utilización quí­mica de minerales y metales no tuvieron precedentes, igual puede decirse de su descripción sobre las enfermedades y su intuición sobre las causas.

Sobre su tumba se escribió: " Con artes maravillosas curó heridas horrendas, lepra, gota, hidropesí­a y otras enfermedades contagiosas, legó a los pobres todos sus bienes".

Fue un defensor a ultranza de la intuición, pensaba que la salud y la enfermedad dependen de conjunciones e influencias de los astros y que los remedios secretos se basaban en sustancias que tení­an el poder de actuar sobre íéstas influencias, cambiando determinados extremos de la naturaleza y liberando el cuerpo de las malas influencias: "no es el míédico quien controla y dirige sino el cielo por medio de las estrellas, por consiguiente la medicina debe ser dirigida por medios aíéreos para que la curación pueda ser dirigida desde las estrellas.

Admirado por todos los hermetistas de su íépoca, reconocieron su enorme conocimiento oculto e iniciático en los campos de la medicina, la filosofí­a, la astrologí­a y la teologí­a, en definitiva un hombre del que todos tenemos muchí­simo que aprender y que como siempre pasa con todo revolucionario ha sido venerado tras su muerte.

Nos despedimos con sus propias palabras sobre cómo ha de ser un verdadero míédico: "Aquel que puede curar enfermedades es míédico. Ni los emperadores, ni los papas, ni los colegas, ni las escuelas superiores pueden crear míédicos. Pueden conferir privilegios y hacer que una persona que no es míédico, aparezca como si lo fuera pueden darle permiso para matar, pero no pueden darle el poder de sanar; no pueden hacerle míédico verdadero si no ha sido ya ordenado por Dios. El verdadero míédico no se jacta de su habilidad ni alaba sus medicinas, ni procura monopolizar el derecho de explotar al enfermo, pues sabe que la obra ha de alabar al maestro y no el maestro a la obra. Hay un conocimiento que deriva del hombre y otro que deriva de Dios por medio de la luz de la Naturaleza. El que no ha nacido para míédico, nunca lo será. El míédico debe ser leal y caritativo. El egoí­sta muy poco hará en favor de sus enfermos. Conocer las experiencias de los demás es muy útil para un míédico, pero toda la ciencia de los libros no basta para hacer míédico a un hombre, a menos que lo sea ya por naturaleza. Sólo Dios da la sabidurí­a míédica".