Por... Horacio Esquivel Martínez
Las microfinanzas son caras y mucho más que los bancos. Sin embargo, sin desconocer este hecho, la verdadera medida para comparar el costo de las microfinanzas, no es la banca sino la usura. El mercado de las microfinanzas atiende a un segmento de población que no tiene acceso a servicios financieros tradicionales.
Por tanto, es un mercado que normalmente recurre a mecanismos de financiamiento más costosos como usureros, prestamistas, montepíos, tandas o príéstamos familiares. En general estas opciones, salvo montepíos, son más caras pues llegan a tasas que pueden ser de 10% diario. Además son opciones que no se ofrecen en forma oportuna y sistemática, como puede ser un microcríédito de una microfinanciera regulada.
¿Cuáles serían esos costos subyacentes en la industria de microfinanzas? El cuadro anexo propone un ejemplo con los costos de un banco y de una microfinanciera para montos cercanos a un críédito de cada tipo.
Pensemos en la diferencia que hay entre administrar un críédito de un millón o mil críéditos de mil pesos. Entre administrar un críédito en una zona urbana o mil críéditos repartidos en decenas de comunidades.
En primer tíérmino tenemos el costo del dinero, que es el monto que paga el intermediario por el dinero que recibe, ya sea de otros intermediarios financieros o de ahorradores, en los casos en que la IMF tiene permitida la intermediación completa. Estamos suponiendo en ambos casos, una cifra de 7%.
El costo de no recuperación, que representa el porcentaje de la cartera de críédito no recuperada, es decir, aquella proporción del portafolio que no se recupera. En nuestro ejemplo, representa 2% para ambas instituciones.
Finalmente, el costo de transacción que no es proporcional al monto del críédito sino una cantidad que se tiene que pagar independientemente de que se coloque y se recupere un críédito. Para efectos de ejemplificación suponemos una cifra de 500 pesos como costo de transacción para cada críédito. La tasa para la microfinanciera sería en el ejemplo, de 59% mientras que para el banco representa sólo 9%.
El resultado es que ante condiciones de competitividad iguales para ambas instituciones, la ventaja la tiene el banco, pues puede generar economías de escala más fácilmente al colocar montos de críédito mayores.
Imaginemos que la cartera de la IMF es pequeña, y que sólo colocara unos cuantos críéditos al mes, por cada uno de ellos obtendría por concepto de costos, la cantidad de 590 pesos. Si fueran 10 críéditos, serían 5,900 pesos, con los que tendría que pagar a acreedores, renta, luz, salarios, impuestos, telíéfono, gas, transporte y destinar algo para capital, pues no se trata de negocios subsidiados sino de empresas que buscan la sustentabilidad.
El ejemplo es deliberadamente simple pero no menos cierto para ilustrar la problemática que enfrentan estas instituciones. Los montos de los críéditos las obligan a colocar un número muy elevado de ellos y a ser altamente eficientes en la recuperación. Sin embargo, no basta la competencia, sino mejorar las condiciones, el marco macroeconómico y legal en que íésta se da. Bajar costos de transporte, comunicación, impuestos y hacer una regulación uniforme y sencilla para todas. Esto sólo se logra con infraestructura y desarrollo de un marco regulatorio.
Veamos otro ejemplo que muestra cómo los microcríéditos son viables sólo cuando se tiene un número muy grande de operaciones. Pensemos en un microcríédito de 3000 pesos. Supongamos una tasa de 90% anual. Igualmente asumamos lo siguiente: el empríéstito se otorga a un plazo de 16 semanas. Tendremos que semanalmente se pagan por concepto de intereses 56 pesos con 25 centavos, por el plazo total la IMF obtendría 900 pesos.
Asumiendo que se recupera el 100% del capital, por el que recibiría la cantidad de 187.5 pesos semanales, más intereses ($56.25), resulta evidente que dichas cantidades son insuficientes para cubrir costos operativos, de capital y recuperación. Por ello, es indispensable que la IMF coloque una cantidad de críéditos suficiente como para cubrir los costos en que incurre para operar. Lo que en microfinanzas se denomina alcance.
No obstante, para “alcanzar†a colocar muchos críéditos, una IMF debe cubrir zonas geográficas muy grandes (lo que se denomina cobertura), circunstancia adicional que no se considera cuando se observa el dato aislado de la tasa de interíés.
Otro problema fundamental que eleva los costos, es la información asimíétrica. Es decir, el desconocimiento que se tiene de los acreditados y el riesgo latente que enfrentan las IMF de no recibir el pago de los críéditos. Justamente, la asimetría en la información es lo que en última instancia determina la existencia de aparatos regulatorios, leyes, instancias de supervisión y monitoreo, garantías y al final, como incentivo adicional, castigos. En este contexto, debemos aclarar que un incentivo no es un premio. Es una medida que obliga a un tercero a realizar ciertas acciones o mantener una conducta específica. Por ejemplo, la amenaza del embargo es un incentivo en transacciones crediticias, mientras que en el mercado microfinanciero, la exclusión y presión social son incentivos para el pago, en los casos en que se emplea una metodología solidaria.
Tenemos además dos problemas asociados al de la información asimíétrica, a saber, la posibilidad de que los acreditados no paguen, lo que llamamos riesgo moral y que obliga a los intermediarios a elevar sus tasas de interíés. Este incremento en tasas impide que la IMF o en su caso el banco, escoja a los mejores y en cambio elija a los que están dispuestos a pagar. Esta contradicción no se resuelve lamentablemente con imposiciones legislativas, sino con mejores condiciones de competencia.
En efecto, las IMF cobran altas tasas, pero íéstas no son más que el reflejo de las condiciones en que operan. Altos costos de transacción y muy elevada asimetría informativa, lo que obliga a emplear míétodos de seguimiento y supervisión más caros, incluso bajo metodologías solidarias que resultan menos caras que las tradicionales.
Desde luego tambiíén, como ya hemos apuntado está el problema de la concentración, lo que da lugar a un mercado de oligopolio donde unas cuantas imponen las condiciones del mercado. Este último punto tiene que ver con lo que señalábamos previamente, el entorno macroeconómico.
Se adjetiva mucho a las IMF por cobrar altas tasas de interíés, sin embargo, se propone poco, se soslaya además el análisis del entorno en que se da la existencia de estas instituciones. Un marco regulatorio disperso, poco eficaz, multiplicidad de actores, dispersión del sector y condiciones de competitividad que elevan sustancialmente los costos de operación, mala comunicación y tecnologías caras. A lo anterior se agrega, costos elevados de distintos servicios que contratan las propias IMF como la mano de obra que es comparativamente más cara que en las contrapartes latinoamericanas o asiáticas.
Las alternativas son aparentemente simples pero su implementación es una tarea titánica que requiere la modernización de todo el sistema, mayor competencia a travíés de la reducción de costos de operación para las IMF, lo que incluye un marco regulatorio que a la fecha es caro y difícil de cumplir y una mejor infraestructura en comunicaciones y transporte. La propuesta de imponer techos a la tasa de interíés es una paradoja inviable, pues únicamente se traduciría en mala asignación de recursos y en una limitación de la oferta de estos servicios que ya de por sí, son escasos de acuerdo al tamaño de la demanda. El mercado de las microfinanzas no es quizá la mejor opción, pero es hasta hoy, la más eficiente en la atención a los pobres.