JUAN T. DELGADO
2 de junio de 2009.- La primera -y única- vez que vi un cayuco fue en enero de 2007, en una playa de Dakar. Estaban atracados en batería sobre la arena. Los había de diferentes colores y tamaños. Y sobre los más vistosos se arremolinaban decenas de críos con los pantalones remangados y empapados, y una sonrisa perfecta en su rostro negro. Era inevitable imaginarse cualquiera de esas pateras soportando las embestidas del Atlántico camino de las Canarias. De hecho, es bastante probable que alguna de ellas acabara trazando el tremendo viaje hacia el primer mundo, quiíén sabe con quíé final.
Seguro que hoy los mismos chavales siguen saltando al agua desde la proa en las playas de Dakar. Lo que sí ha cambiado, empero, es el trasiego de cayucos por la recta marina de 1.000 kilómetros que enlaza Senegal con la frontera española. Según los datos avanzados ayer por la Delegación del Gobierno canario, la llegada de inmigrantes en busca de una oportunidad se ha reducido un 22,3% en lo que va de año. Lógicamente, la caída tambiíén se palpa en los centros de internamiento. Sólo están ocupadas 56 de las 1.682 camas disponibles para cobijar a quienes huyen de la desesperación.
Lo peor es que quienes se quedan a vivir en el infierno tienen que enfrentarse a un panorama peor si cabe. El sistema tiene esos vicios: durante los últimos años, ífrica ha vivido ajena al ajetreo de basura financiera que se compraba y vendía en Occidente; pero va a sufrir el impacto de la crisis con igual o mayor virulencia que sus vecinos desarrollados. "Los díébiles lazos que unen a las economías avanzadas con los países africanos no van a librar al continente de la tormenta económica", advierte el Fondo Monetario Internacional en su 'World Economic Outlook' de abril. El informe recorta la previsión de crecimiento para la región desde el 5,2% de 2008 al 2% de este año. Y esgrime tres causas: la caída de las exportaciones, el descenso de las remesas y la bajada del precio de las 'commodities' como el petróleo o el gas natural.
La 'gran recesión' nacida en 2007 en la otra punta del planeta, y cuya fecha de caducidad para Occidente ya pronostican instituciones como el FMI, asolará la economía de los países que componen el continente más pobre de la Tierra. Podríamos dividirlos en tres categorías: los que intentan emerger (Ghana, Tanzania), los que dependen de recursos naturales como el petróleo (Nigeria, Angola) y los que están hundidos –y lo seguirán estando– en la más absoluta miseria (Burundi, República Democrática del Congo, Liberia).
Según el Banco Mundial, la crisis golpeará a las naciones africanas por varias vías: los flujos de capital privado descendieron un 40% en la segunda mitad del pasado año y mantendrán la tendencia en 2009; la caída de la cotización de las 'commodities' dañará el crecimiento, las balanzas de pagos y el empleo de los países productores; y la drástica contracción de las remesas –40.000 millones de dólares en 2008– tendrá efectos 'devastadores' en los países más dependientes, como Lesotho.
Para colmo, la crisis financiera ha supuesto el retorno del proteccionismo, 'enemigo número uno' de los países subdesarrollados, que no pueden exportar los pocos artículos que son capaces de producir. La construcción de nuevas barreras contra el libre comercio frenará el impulso de naciones como Ghana, que estaban llamados a alcanzar el denominado 'Millennium Development Goal'. Este consiste en reducir a la mitad el nivel de pobreza de aquí a 2015.
La recesión dejará millones de parados y un trauma en la clase media occidental, que vivió durante años creyendo que el mundo era perfecto. En ífrica, "si no cambian las circunstancias, [la crisis] tendrá consecuencias económicas, financieras y humanitarias devastadoras". Lo dice el Banco Mundial, la misma fuente que pronostica la muerte de 700.000 niños menores de un año en el continente. Eso sí que es una tragedia y no la caída de Lehman Brothers.