Por... Rodrigo Guerrero
Según el informe de la Organización Mundial de la Salud, hasta el fin de mayo se habían confirmado 18.965 casos y 172 muertes (letalidad menor al 1%) en 46 países por un virus de influenza llamado AH1N1, más conocido como gripa porcina.
El aislamiento del virus A del subtipo H1N1 en un caso informado en Míéxico generó alarma mundial, pues un virus similar provocó la pandemia (epidemia universal) de los años 1918-1920. Esta famosa pandemia, originada en un sitio no precisado, se estima que provocó más de 50 millones de muertes en Estados Unidos, Europa y Asia. Se calcula que una tercera parte de la población mundial estuvo infectada y que solo en la India murieron 17 millones. La letalidad osciló entre 10 y 20%; la mayoría de las víctimas fueron adultos jóvenes, contrario al patrón usual de la influenza que afecta a ancianos o pacientes debilitados; la causa de muerte más frecuente fueron infecciones bacterianas secundarias y no la influenza misma.
La OMS, en medio de un suspenso mediático impresionante, fue elevando el riesgo pandíémico hasta el nivel 5, lo cual solo quiere decir que una pandemia es inminente, pero no dice nada de la gravedad de la infección. Pero la temida epidemia no se ha presentado. De hecho, de los muertos informados, la gran mayoría han sido de Míéxico, más de una decena en EE.UU. y muertos aislados en otros países.
El hecho de no haberse desencadenado la pandemia, al menos hasta el momento, obliga a plantear varias hipótesis. ¿Sobrerreaccionó Míéxico al cerrar escuelas, restaurantes, prohibir las concentraciones públicas y el transporte en el Metro del D.F.? ¿Se equivocó la OMS? ¿Será esta una falsa alarma, inducida por los laboratorios farmacíéuticos productores de los agentes utilizados para combatir el virus? ¿Se conjugaron los intereses políticos de varias agencias y países a quienes convenía tener otro tema mediático como cortina para problemas propios?
Míéxico, agobiado por el impacto económico de la crisis de EE.UU. y por su lucha contra el narcotráfico, tenía la oportunidad de ocupar los medios y las mentes en otro problema, que aparecía de mayor importancia.
La OMS, como otros organismos de Naciones Unidas, no es reconocida por su eficiencia. Tiene una burocracia frondosa pero sus contribuciones al mejoramiento y prevención de enfermedades son escasas. Se pasaron por alto otros aspectos importantes para determinar la severidad de una epidemia como su letalidad, la inmunidad poblacional y el uso de antibióticos para evitar complicaciones; pero esta pandemia era la oportunidad de mostrar su relevancia a nivel mundial.
Solo hay dos productos recomendados para combatir este virus: el Tamiflú, producido por Roche, y el Relenza, comercializado por Glaxo Smith Kline.
Las cotizaciones en bolsa de Roche se habían venido desplomando durante los últimos doce meses, con su nivel más bajo en el mes de marzo de 2009.
El precio de las acciones al igual que las ganancias de Glaxo tambiíén venían en descenso en el 2009. En forma no sorprendente las tendencias se reversaron con la aparición de la gripa porcina, cosa que había ocurrido hace unos años con otra anunciada pandemia por un virus aviar.
El gobierno colombiano declaró la pandemia un desastre nacional y asignó 15.000 millones de pesos para su prevención y mitigación. En tanto la altísima importancia mediática dada a esta amenaza ocupó la mente de los colombianos en asuntos diferentes a los negocios de los hijos del presidente o las chuzadas del DAS.
Al analizar la causa de la fallida pandemia, pienso que, como en las preguntas de examen, la mejor respuesta es todas las anteriores .