El proceso de restauración de la solvencia de la banca ha avanzado indudablemente en los dos últimos meses. Avances que han sido mucho más palpables en EEUU. Tras la publicación de los resultados de las pruebas de estríés, ha habido varias emisiones de acciones y deuda sin garantía pública por parte de muchos bancos estadounidenses y diez de ellos se han postulado para devolver las ayudas recibidas. Asimismo, otros tantos han presentado programas de recapitalización que podrían hacer innecesarias nuevas entradas de capital público para alcanzar la solvencia exigida.
En general, los avances han sido mucho más limitados en Europa continental, donde, de acuerdo con las estimaciones del FMI, quedan más píérdidas por aflorar, en parte por la composición de los balances de unos (más activos a precio de mercado) y otros (más a valor en vencimiento), y en parte porque la intervención pública ha sido más rápida e intensa en EEUU que en Europa. A priori, la devolución de los fondos del TARP es una buena noticia tanto para las entidades afectadas, que demuestran así la restauración de sus balances, como para el Gobierno, que recibe 68.000 millones de dólares que suponen un balón de oxígeno, por ejemplo, para atender a los procesos de quiebra de la industria de automoción.
Sin embargo, la idea que subyacía bajo la premisa del rescate bancario era la del fortalecimiento de los mecanismos de transmisión de críédito, donde las entidades financieras ocupan una posición determinante, y que queda un poco en entredicho con la devolución de fondos que se va a producir y que implícitamente puede implicar que el proceso de relajación de los estándares de concesión de críédito se dilate más en el tiempo. Proceso peligroso puesto que la fragilidad del consumo en EEUU sigue vigente y lo seguirá estando en los próximos meses ya que el mercado laboral todavía va a continuar ajustándose, así como el sector residencial, cuya variable precios sigue amplificando el efecto pobreza de las familias estadounidenses. Una de las noticias más negativas para el sector residencial, que puede prolongar el proceso de caída de los precios, es el paso atrás dado en las últimas semanas por la actividad de refinanciación hipotecaria a raíz del repunte del tramo largo de la curva de tipos de interíés americana (el tipo hipotecario a 30 años se sitúa actualmente en el 5,80%, 80 p.b. por encima del nivel que registraba hace tres semanas).
Por ello, en la próxima reunión de la Fed (23-24 de junio) va a volver a acaparar una especial atención la posibilidad de que la autoridad monetaria estadounidense decida ampliar el programa de compra de deuda pública, actualmente de 300.000 millones de dólares, para ejercer un efecto anclaje sobre los tipos a largo plazo por la importancia que ello tiene para la actividad hipotecaria.