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Autor Tema: Siete Reglas de Paracelso para triunfar  (Leído 1165 veces)

Scientia

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Siete Reglas de Paracelso para triunfar
« en: Julio 06, 2009, 10:56:52 pm »
Siete Reglas de Paracelso

 
1.- Lo primero es mejorar la salud.-
Para  ello  hay  que  respirar con la mayor frecuencia posible, honda y rí­tmica, llenando  bien  los  pulmones,  al  aire  libre  o  asomado a una ventana. Beber diariamente  en  pequeños  sorbos,  dos  litros   de  agua, comer muchas frutas, masticar  los  alimentos  del  modo más perfecto posible, evitar el  alcohol, el tabaco y las medicinas, a menos que estuvieras por alguna causa grave sometido a un  tratamiento.  Bañarte  diariamente,  es  un  habito  que  debes  a tu propia dignidad.

2.- Desterrar absolutamente de tu ánimo, por mas motivos que existan, toda idea de pesimismo, rencor, odio, tedio, tristeza, venganza y pobreza.
Huir  como  de  la  peste  de  toda  ocasión  de tratar a personas maldicientes, viciosas,  ruines,  murmuradoras,  indolentes, chismosas, vanidosas o vulgares e inferiores  por  natural  bajeza de entendimiento o por tópicos sensualistas que forman  la  base de sus discursos u ocupaciones. La observancia de esta regla es de  importancia  decisiva:  se  trata  de cambiar la espiritual contextura de tu alma.  Es  el  único  medio de cambiar tu destino, pues este depende de nuestros actos y pensamientos. El azar no existe.

3.- Haz todo el bien posible.
Auxilia a todo desgraciado siempre que puedas, pero jamás tengas debilidades por ninguna   persona.   Debes   cuidar   tus   propias  energí­as  y  huir  de  todo sentimentalismo.

4.- Hay que olvidar toda ofensa, mas aun: esfuíérzate por pensar bien del mayor enemigo.
Tu  alma  es  un  templo  que no debe ser jamás profanado por el odio. Todos los grandes seres se han dejado guiar por esa suave voz interior, pero no te hablara así­  de  pronto,  tienes que prepararte por un tiempo; destruir las superpuestas capas de viejos hábitos, pensamientos y errores que pesan sobre tu espí­ritu, que es divino y perfecto en si, pero impotente por lo imperfecto del vehí­culo que le ofreces hoy para manifestarse, la carne flaca.

5.- Debes recogerte todos los dí­as en donde nadie pueda turbarte, siquiera por media hora, sentarte lo más cómodamente posible con los ojos medio entornados y no pensar en nada.
Esto  fortifica  eníérgicamente  el cerebro y el Espí­ritu y te pondrá en contacto con  las  buenas  influencias. En este estado de recogimiento y silencio, suelen ocurrí­rsenos  a  veces  luminosas  ideas,  susceptibles  de  cambiar  toda  una existencia.  Con  el tiempo todos los problemas que se presentan serán resueltos victoriosamente  por  una  voz  interior  que  te  guiara  en tales instantes de silencio, a solas con tu conciencia. Ese es el daimon de que habla Sócrates.

6.- Debes guardar absoluto silencio de todos tus asuntos personales.
Abstenerse, como si hubieras hecho juramento solemne, de referir a los demás, aun de tus más í­ntimos todo cuanto pienses, oigas, sepas, aprendas, sospeches o descubras. por un largo tiempo al menos debes ser como casa tapiada o jardí­n sellado. Es regla de suma importancia.
7.- Jamás temas a los hombres ni te inspire sobresalto el DIA mañana.
Ten tu alma fuerte y limpia y todo te saldrá bien. Jamás te creas solo ni díébil, porque  hay  detrás  de ti ejíércitos poderosos, que no concibes ni en sueños. Si elevas  tu  espí­ritu  no  habrá  mal que pueda tocarte. El único enemigo a quien debes  temer  es  a  ti  mismo.  El miedo y desconfianza en el futuro son madres
funestas  de  todos  los  fracasos,  atraen las malas influencias y con ellas el desastre.  Si  estudias  atentamente  a  las personas de buena suerte, veras que intuitivamente,  observan  gran parte de las reglas que anteceden. Muchas de las que  allegan gran riqueza, muy cierto es que no son del todo buenas personas, en el  sentido recto, pero poseen muchas virtudes que arriba se mencionan. Por otra parte,  la  riqueza no es sinónimo de dicha; Puede ser uno de los factores que a ella  conduce, por el poder que nos da para ejercer grandes y nobles obras; pero la  dicha  más  duradera  solo  se  consigue por otros caminos; allí­ donde nunca impera  el  antiguo  Satán  de  la leyenda, cuyo verdadero nombre es el egoí­smo.
Jamás  te quejes de nada, domina tus sentidos; huye tanto de la humildad como de la  vanidad. La humildad te sustraerá fuerzas y la vanidad es tan nociva, que es como si dijíéramos: pecado mortal contra el Espí­ritu Santo.