Las bolsas pierden 22 billones de dólares en dos años críticos
Publicado en Expansión por Alba Redondo
El 18 de julio se cumplen dos años del inicio oficial de la mayor crisis económica desde el crack del 29. El Estallido de la burbuja inmobiliaria en estados unidos provocó un efecto dominó en la economía y dio origen a una complicada situación cuyo final aún es incierto.
Lo peor podría haber pasado. í‰sta ha sido la máxima de los mercados desde marzo. Al son de esta teoría, que asegura que la parte más dura de la crisis ha quedado atrás y que ya se empiezan a ver los primeros brotes verdes en la economía, los índices bursátiles han remontado un 30% en cuatro meses.
En tíérminos de capitalización, las fuertes alzas han permitido recuperar 7,5 billones de dólares a las bolsas europeas y estadounidenses. Con todo, los parquíés aún pierden 22 billones de dólares desde el comienzo de las turbulencias. Esta cifra es casi el equivalente a la suma del Producto Interior Bruto (PIB) de la eurozona y EEUU, que será de 24 billones de dólares a final de 2009.
A una semana para que se cumpla el segundo aniversario de la mayor crisis económica desde la Gran Depresión de los años 30, gobiernos e instituciones insisten en que las economías están ya encaminadas hacia la recuperación. Aseguran que el crecimiento regresará a finales de año o a principios de 2010. Sin embargo, economistas y gurús no lo ven tan claro. Creen que inversores y autoridades se están aferrando a previsiones y estimaciones, en vez de a datos definitivos. Unas referencias que no dan, por ahora, señales de mejora económica.
Desde que estalló la crisis, la economía se ha frenado en seco. El PIB de EEUU, la economía llamada a liderar la recuperación, cayó en el primer trimestre del año un 5,5%. Para 2009, las previsiones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) apuntan a un descenso del 2,8%. La situación es más complicada en Europa, donde se espera una caída del PIB para este año del 4,3%, y un estancamiento económico para 2010. Y si en Europa la cosa es complicada, en España es aún más incierta. Se espera que el PIB caiga este año un 4,2%% y el siguiente, un 0,9%.
Estas pobres cifras contrastan con la buena salud de la que gozaban las economías cuando estalló la crisis de las hipotecas basura (ver cuadro). Un evento que, pese a que hubo claras señales de alarma en los meses previos, pilló al mundo por sorpresa.
Todo empezó, oficialmente, el 18 de julio de 2007. Ese día, el banco de inversión Bear Stearns anunció el cierre de dos fondos de inversión ante las fuertes píérdidas ligadas a las hipotecas subprime, príéstamos concedidos a personas con un dudoso historial crediticio. Del día a la mañana, las subprime pasaron de ser un desconocido a traer de cabeza al mercado. Apenas dos semanas despuíés del anuncio de Bear Stearns, quebró Countrywide, la mayor hipotecaria estadounidense.
Estallido de la burbuja
Bajo ambos anuncios subyacía la misma realidad: la burbuja inmobiliaria estadounidense. El mercado de la vivienda en EEUU había crecido con fuerza aprovechando los niveles históricamente bajos en la que los bancos centrales situaron los tipos entre 2001 y 2003 (entre el 1% y el 2% en EEUU) para ayudar a salir de las crisis de las puntocom. Esta relajación de la política monetaria facilitó que muchas familias con una situación financiera complicada se endeudaran por encima de sus posibilidades.
Cuando en 2007 los precios inmobiliarios empezaron a bajar y el precio del dinero repuntó en EEUU hasta el 5,25%, las familias no pudieron pagar ni refinanciar sus príéstamos. Estos impagos no habrían llegado a tener un impacto global de no ser por la complicada operativa que realizaron las entidades con estos príéstamos, el verdadero germen de la crisis.
La banca titulizó las subprime (creó títulos respaldados por estas hipotecas) y las empaquetó en complejos productos estructurados que se repartieron a inversores de todo el mundo. Estos activos empaquetaban bonos con distinto perfil de riesgo, por lo que sus calificaciones crediticias no reflejaban su verdadera naturaleza.
Esta intrincada red provocó que la “joven†crisis hipotecaria tornara en financiera en poco tiempo. Y es que los bancos, apenas tres semanas despuíés del comienzo oficial de la crisis, dejaron de confiar los unos en los otros. La distribución mundial y la propia naturaleza de los productos estructurados con exposición al mercado subprime impedía saber con exactitud quíé entidades estaban afectadas y cuáles no.
Ante esta situación, los bancos optaron por dejar de prestarse dinero entre sí en el mercado interbancario y, por extensión, recortaron las líneas de críédito a empresas y hogares, lo que forzó la intervención de los bancos centrales.
El 9 de agosto de 2007, la Reserva Federal y el Banco Central Europeo (BCE) tomaron cartas en el asunto. Juntos inyectaron 115.000 millones de euros en el sistema financiero. Desde el BCE explicaron que con esta actuación se pretendía evitar una crisis de liquidez.
Complicaciones
Pese a estas medidas de emergencia, las turbulencias seguían sin remitir. El 14 de septiembre de 2007, la crisis se cobró su primera víctima en el ámbito bancario: el británico Northern Rock tuvo que ser rescatado por el Gobierno ante sus acuciantes problemas de liquidez. Cuatro días despuíés, la Fed rebajó los tipos de interíés en 50 puntos básicos. Estos dos movimientos fueron interpretados por el mercado como una clara señal de que los gobiernos iban a hacer todo lo posible por paliar la crisis.
Esta batería de ayudas no impidió la caída de los que en su día fueron grandes símbolos de la economía. Bear Stearns fue el primero en reconocer sus problemas con las subprime, y tambiíén el primero en caer por su culpa. El 17 de marzo de 2008, la Fed anunció que había dado un príéstamo a JPMorgan para que se hiciera con la entidad.
Pero el ocaso de Bear Steanrs no fue el único. El verdadero punto de inflexión de la crisis fue la quiebra de Lehman Brothers, en septiembre de 2008. La noticia fue un jarro de agua fría para los mercados y el resto de entidades, que se dieron cuenta de que los estados no iban a salvarles a cualquier precio. De hecho, a los pocos días Merrill Lynch, aquejado de fuertes píérdidas, llegó a un acuerdo con Bank of America, que lo absorbió. Wachovia, por su parte, fue comprado por Wells Fargo. Esta situación se contagió a las aseguradoras, pues garantizaban gran parte de los activos de estos bancos.
Estos movimientos son sólo la punta del icerberg de una crisis que ha sacudido los cimientos de la banca mundial en los últimos dos años. Según el FMI, entre 2007 y 2010 las entidades financieras de EEUU, Europa y Japón registrarán píérdidas por 4,1 billones de dólares. Esta cifra coincide con la estimación total de activos tóxicos de la banca, que ronda los 4 billones.
El alcance de estas cifras tambiíén ha provocado que las ayudas de los estados a la banca y a la propia economía se hayan multiplicado desde el inicio de la crisis. Hasta la fecha, los gobiernos han inyectado 447.000 millones de dólares en los bancos y sólo EEUU ha empleado casi un billón de dólares en combatir la recesión. Estos apoyos, en cualquier caso, han provocado un fuerte aumento de los díéficit públicos.
Los bancos centrales tambiíén han mantenido sus medidas extraordinarias. Han rebajado los tipos hasta mínimos (en EEUU están entre el 0%-0,25% y en Europa en el 1%) y han continuado facilitando liquidez para intentar que el críédito vuelva a fluir a la economía.
Pese a todo y dos años despuíés, la situación sigue siendo incierta y nadie es capaz de vislumbrar la solución ni el fin de la crisis. Lo único evidente es la necesidad de volver a construir un nueva regulación financiera que evite excesos y prevenga futuras crisis.