Por... Juan Mayr Maldonado.. ex ministro medio ambiente
Una nueva cumbre de los líderes mundiales acaba de finalizar. Esta vez en Italia con Berlusconi como anfitrión, un dirigente al que le gustan las niñitas y las prepago para sus fiestas. La cumbre, como ya es usual, aglutina a los jefes de Estado de las grandes potencias económicas -Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Reino Unido y Japón- llamados G8, quienes han estado acostumbrados a tomar las decisiones para el resto del mundo. Sin embargo, uno de los primeros desafíos del nuevo milenio es el reacomodo de poder dentro de un nuevo orden internacional, y la llegada de los países con economías emergentes al club de los más ricos.
Es así que paralelamente a la reunión del G8, que se debatía en medio de la incertidumbre ante un posible fracaso, se reunió el G5, integrado por Brasil, China, India, Míéxico y Sudáfrica para discutir su propia agenda y posteriormente reunirse con el G8. Como conclusión de los diferentes encuentros -que además incluyeron una reunión ampliada del G8, el G5 y otros países como Egipto, España, Holanda, Turquía y cerca de diez agencias internacionales-, se formalizó la creación del G14, una sumatoria del G8 y G5 más Egipto, como un compromiso entre ricos y emergentes. Una buena salida política para superar la crisis y mostrar el íéxito de este tipo de reuniones.
De todas maneras la declaración final, al igual que todas las declaraciones políticas, dejó más vacíos que resultados concretos. En temas de actualidad, tales como la crisis económica, no se registró ningún progreso adicional al ya alcanzado en abril durante la pasada cumbre del G20 en Londres, cuando se anunció un paquete de ayuda multimillonario en momentos en que el sistema financiero de varios países hacía agua. Esto, a pesar de que en la declaración se reconoce que "siguen existiendo riesgos significativos para la estabilidad financiera y económica". Mala vaina, puesto que la crisis económica ha arrastrado a la pobreza a más de 100 millones de personas que se suman a los cientos de millones de pobres ya existentes, algo que parece no tenerse en consideración al momento de tomar decisiones.
Algo similar ha sucedido con otro de los más grandes desafíos que enfrenta la humanidad: el cambio climático. Una amenaza que nos va cocinando a fuego lento. En esta oportunidad la declaración final, que por primera vez reconoce la necesidad de mantener el incremento de la temperatura por debajo de dos grados centígrados, ha generado una gran decepción al posponer para 2050 la meta de reducción: 80% en las emisiones de los países industrializados y 50% en las de los emergentes. Según el Panel Intergubernamental de Cambio Climático, integrado por más de 2.500 científicos, un aumento en la temperatura de dos grados es el punto de no retorno para la humanidad, puesto que sus consecuencias serán devastadoras y estarán fuera de todo control. Si llegamos a ese estado nuestro planeta figurativamente se parecerá a un volador sin palo.
La buena noticia es que por primera vez Estados Unidos hace un compromiso formal en este campo. Sin embargo, la fórmula propuesta es una forma de posponer compromisos inaplazables de manera irresponsable. La dirigencia actual lo que está haciendo es transferir las responsabilidades a futuros gobiernos. Es más, muchos de los actuales líderes ya ni siquiera estarán vivos en ese momento para ver si sus decisiones posfechadas fueron implementadas. Algo muy típico en el comportamiento de los dirigentes cuando se trata de decisiones en las cuales tienen que gastar su capital político. Como Pilatos, lo que están haciendo es lavarse las manos.
El trasfondo de la discusión es la crisis económica y el costo que tiene para las economías modificar sus sistemas productivos para reducir las emisiones y no comprometer el futuro de las generaciones venideras. Ahora todo el mundo cifra sus esperanzas en que los gobiernos recapaciten y puedan acordar, en la próxima cumbre de cambio climático en Copenhague a final del año, un plan de acción sobre la forma en que alcanzarán las metas propuestas para el 2050. Ojalá no se trate de una nueva frustración.