Escribe... Alberto Vargas Peña
No síé cuántos artículos he escrito sobre el Mercosur y su influencia nefasta sobre la economía paraguaya. En un primer momento, nadie me escuchó y mucho menos me apoyó. Se decía, en la UIP y prácticamente en todas partes, que no se podía salir del Mercosur y que era preferible estar allí que afuera. Mientras el Paraguay sufría humillación tras humillación y su economía sufría evidentes retrocesos, se mantenía la opinión que no había alternativa a nuestra presencia en el Mercosur. La gente del gobierno anterior y la de íéste ha venido repitiendo la misma canción, sobre la conveniencia de estar o no estar, siempre sin argumentos económicos valederos.
Ahora ya no es posible defender la presencia paraguaya en el Mercosur sin convertirse en zoquete. Hasta ha desaparecido la última ventaja, la del paso libre para el turismo, que se tenía. Nada de lo prometido en 1991 fue cumplido y Brasil y Argentina simplemente ignoraron el Tratado de Asunción que, desde luego y como lo anunciíé en aquellos lejanos días y despuíés repetí hasta el cansancio, no podía funcionar.
Un mercado común no puede funcionar a media marcha; no se puede detener en acuerdos económicos y comerciales. O propone un nuevo país, como los Estados Unidos de Amíérica, o fracasa. El proceso de la UE lo demuestra fehacientemente. Nadie quiso escuchar y así le fue al país. Perdió todo lo ganado con su independencia, y no ganó nada con el acuerdo. Nada.
Brasil no cumplió nada y puso al comercio paraguayo todas las dificultades posibles; la Argentina lo mismo. Y nosotros, sin comprender bien lo que hacíamos, admitimos todas las iniciativas que nos destruirían. Arancel Externo Común y otras estupideces, como el Parlasur.
La ilusión de que se puede mejorar el Mercosur es delirante. No se podrá. Si el Mercosur nos perjudica tenemos que salir del organismo y cuanto antes mejor. Cada día que pase nuestra economía se resentirá más.
El final será doloroso porque nos convertiremos en una colonia económica del Brasil. Antes que nos demos cuenta todo estará en manos brasileñas y nuestra independencia se habrá terminado. Eso podía profetizarse en 1991 y de hecho se hizo, pero ahora ya es una realidad visible a corto plazo. Uno de los defectos paraguayos es la imposibilidad de prever, por lo que se equivoca con respecto al futuro, toma partido por la visión inmediata y defiende su creencia hasta la muerte. Con el Mercosur sucedió exactamente así. Le vendieron el buzón de la integración, se tragó el anzuelo sin análisis y ahora, con la creencia ya destrozada por los hechos, no sabe sino lamentarse.
Es claro que el buzón vino empaquetado atractivamente, era el camino del retorno al mundo que había marginado al Paraguay en razón de la dictadura entonces imperante. Pero todos los errores cometidos –recordar a Las Leñas– dieron el mensaje al Brasil que podía colonizarnos sin peligro. Nuestra economía estaba allí para que se apoderaran de ella. Y lo están haciendo.