Por Andríés Pedreño Muñoz.
Este país necesita empresas sólidas y gobiernos que se planteen como objetivo cuidar y mimar las empresas. Las empresas deberían sentir que la administración las considera lo que son: unas aliadas fundamentales para crear empleo y riqueza en el país. Hay veces, en multitud de casos que las pequeñas empresas y empresarios piensan y sienten todo lo contrario.
Digo “aliadas†en sentido moderno. No reclamo subvenciones, ni tratos de favor. Simplemente habría que darles el trato que exige el reto de ser competitivas en el duro marco de la actual globalización, ni más ni menos.
De sobra deberíamos ser conscientes de que las empresas son el soporte de la actividad económica y del empleo en una economía de mercado. Basta una conciencia elemental de que el sector público se financia a partir de los impuestos directa e indirectamente vinculados a la actividad económica del sector privado.
¿Hay reciprocidad en una parte del gasto público vinculado a relevantes ineficiencias del sector público? Frecuentemente las Administraciones se empeñan en ayudar donde no hace falta o incluso “incordiarâ€, y se olvidan de necesidades apremiantes. Hay decenas de actuaciones relevantes que me vienen a la mente y en un espacio como este es difícil de referirse a todas ellas.
Por ejemplo, Emilio Ontiveros ha venido denunciando en muchas de sus conferencias algo, por ejemplo que me parece sencillamente escandaloso. España, hasta hace bien poco, ostentaba el ríécord de ser el país de la UE y la OCDE con más tiempo (más complejidad de sus trámites burocráticos), se requería para crear una empresa.
Con este tipo de situaciones es fácil pensar en la píérdida de recursos empleados al filo de multitud de programas de emprendedurismo. Las universidades que intentan ayudar a los emprendedores y/o la creación de empresas basadas en el conocimiento conocen que barrera psicológica entre un profesional cualificado que opte entre ser emprendedor y ser empleado se resuelve decididamente a favor de este último. Un joven empresario se encontrará con decenas de trabas irracionales que en muchos casos le desanimarán. Un empleado generalmente lo tendrá todo mucho más fácil.
Las administraciones públicas deben comprender que hay que poníérselo igual de fácil a ambos. Sin los primeros es más difícil o imposible que se generen segundos.
Hay dos líneas de actuacción urgentes, amabas relacionadas entre sí:
* Burocracia y desarrollo del sector servicios a las empresas. Una parte del hecho de que gran parte significativa del propio sector terciario privado español se ha desarrollado gracias a las ineficiencias y complejidades innecesarias de las administraciones públicas españolas. Hay que aplicar reingenierias de procesos administrativos que hagan transparente, clara, fácil las gestiones con las administracuones públicas. Que ahorren tiempo -que para las empresas es lo mismo que dinero- y que, además, contribuya a que las empresas sientan comprensión por parte de las admnistraciones, más que animadversión. Aparte de esto el desarrollo del servicios a las empresas en españa no debe desarrollarse sobre la base de resolver trámites burocráticos y complejos -inútiles en muchos casos- por que esto no vaa contribuir a hacer nuestras empresas más competitivas. El sector de servicios a las empresas debe desarrollarse en la líneas de la aplicación de las nuevas tecnologías, desarrollo de innovaciones, logística, imagen, diseño, etc.
* Una nueva cultura para a clase funcionarial española. Por otra parte, pese a los excelentes profesionales que capta la Administración en sus diferentes cuerpos de altos funcionarios, no se establece un objetivo político claro para hacerles trabajar en la línea correcta: facilitar y ayudar a las empresas a ser competitivas. Más bien, y esto ha siso tratado ne la literatura económica, empresarial y administrativa, la clase funcionarial adopta una posición confiscadora aunque no haya causa. Se ha desarrollado una cultura, una “pose†funcionarial en este sentido. Hay que crear una cultura en toda nuestra sociedad del valor que supone para este país (riqueza, empleo, proyección internacional…) que ayudemos a las empresas a ser competitivas.
Estos días he ojeado, como todos, los impresos del IPRF. A veces he loado generosamente, los avances de la Hacienda española en materia informática. Sin embargo, hoy tengo que señalar que el impreso me parece “infumableâ€. En algunos puntos su redacción roza casi en una burla al ciudadano. Confunde incluso a los especialistas más reputados. Horas y horas píérdidas. Costes diferenciales y servicios contratados que en modo alguno mejorarán la competitividad real de las empresas. Hace falta simplificar, hacer más transparente, más fácil… ejercitar reingenierías de procesos.
En una coyuntura como la actual las Administraciones deberían obsesionarse con inversiones y servicios que ayuden a incrementar la competitividad de los negocios. Debería comprender bien la naturaleza de los negocios: especialmente las exigencias de los nuevos negocios, los nuevos sectores… Sería urgente e importante un cambio en la cultura de las administraciones. Identificar urgentemente las ineficiencias regulatorias y ser muy exigentes en la eficiencia del gasto. Nos jugamos la salud de nuestra economía y su competitividad internacional en un entorno de cuatro millones de parados.