Por... Juan Camilo Restrepo
Al fin salió el informe, tan esperado, de cuántos pobres y cuántos indigentes hay en Colombia. Esta es una información indispensable -no por masoquismo- sino para poder evaluar el íéxito, el fracaso, o la inocuidad de las políticas sociales que se han puesto en marcha en el país. Y los correctivos necesarios.
¿Quíé se puede concluir de las cifras que fueron divulgadas la semana pasada? Que en Colombia hay 20 millones pobres y 8 millones de indigentes; que ha habido una mejoría muy leve durante los últimos años en estos dos indicadores; que la brecha de pobreza sigue ahondándose entre el campo y la ciudad; que la distribución del ingreso no ha mejorado sino que por el contrario ha empeorado; y que seguimos siendo uno de los países de Amíérica Latina con indicadores sociales más deficientes.
Tal es la tozuda realidad que presenta el informe revelado por el grupo tíécnico que llevó el complejo nombre de: "Misión para el empalme de las series de empleo y desigualdad (Mesep), conformado por distinguidos acadíémicos que merecen la más amplia credibilidad. Y que por lo tanto, dada su seriedad tíécnica, dilucidan toda duda que alguien pudiera abrigar de que las cifras divulgadas pudieran haber sido manipuladas.
¿Por quíé se llamó esta misión de "empalme de las series de empleo y desigualdad"? El propio comunicado oficial da cuenta de la grave equivocación tíécnica en que incurrió el Departamento Nacional de Estadística (Dane) cuando descontinuó durante dos años (2006 y 2007) la recopilación de cifras sobre pobreza en Colombia.
¿Cuál es el mapa que dibuja este informe? Nos cuenta que 46 de cada 100 colombianos siguen viviendo en la pobreza; pero que si nos fijamos en los colombianos que viven en el campo el cuadro es aún más inquietante: 65 de cada 100 colombianos que habitan las zonas rurales viven en lo que se conoce como parámetros de pobreza, al paso que los pobres que viven en las ciudades son 39 de cada cien. O sea, la brecha de pobreza entre lo urbano y lo rural sigue ampliándose.
¿Quíé más nos dice este informe? Que quienes se encuentran en condición de extrema pobreza, o sea de indigencia, ascienden a casi 18 de cada cien colombianos.
Aunque al reconstruir la serie interrumpida por el Dane los investigadores de esta misión encuentran que ha habido alguna mejoría entre los indicadores de pobreza y de indigencia que prevalecían en 2002 y los que aparecen en 2008, no es menos cierto que la situación es muy preocupante. Así hayan mejorado algunas díécimas.
El país desaprovechó tristemente los años de vacas gordas (2002-2007), que fueron años de alto crecimiento económico, de abundante inversión nacional y extranjera, de comercio internacional robusto y de altos precios en los productos básicos, para haber construido una sociedad más justa y más equitativa.
Crecimos, sí; pero los grandes beneficios de este crecimiento fueron a dar a los más ricos, no a los más pobres. Prueba irrefutable de ello es que la misma misión concluye que durante los últimos seis años la distribución del ingreso y de la riqueza en vez de mejorar se deterioró aún más.
Ojalá que en vez de enfrascarse en interminables discusiones estadísticas tratando de sacarle pelos a esta inquietante calavera que revela el informe, el gobierno tuviera un gesto de autocrítica. Y reconociera paladinamente que sus políticas sociales han fracasado y reclaman una pronta rectificación.