Informe destapa presuntas prácticas discriminatorias de los bancos.
Las hipotecas de alto riesgo que crearon la burbuja inmobiliaria en 2006 atraparon hasta tres veces más a los prestatarios hispanos que a los blancos, según un informe que el martes destapa presuntas prácticas discriminatorias de los bancos.
El informe, elaborado por el Centro para el Progreso Americano (CAP, por sus siglas en inglíés), analiza las prácticas de los 14 bancos y grupos bancarios más poderosos de la economía estadounidense y de sus subsidiarios durante el año en el que se originó la crisis de las hipotecas a altas tasas de interíés.
A partir de datos proporcionados por la Ley de Publicación de Hipotecas de Hogares, los autores del estudio estimaron que esas entidades bancarias emitieron más de un tercio de las hipotecas de alto coste firmadas durante ese año.
Pero el dato más preocupante está, para los autores, en los prestatarios: mientras que 17,8 por ciento de los blancos que pidieron hipotecas para su hogar obtuvieron una de alto riesgo, en el caso de los hispanos la proporción fue del 30,9 por ciento, y en el de los negros, del 41,5 por ciento.
Ante lo que consideraban indicios de discriminación de las minorías, los autores del estudio se fijaron en las hipotecas concedidas a prestatarios de altos ingresos, pero el cambio de enfoque no moderó las diferencias.
Sólo un 10,5 por ciento de los blancos adinerados que solicitaron hipotecas quedaron atrapados en una de las denominadas "basura", que sometieron, en cambio, a casi el triple de hispanos con recursos: un 29,1 por ciento del total.
"Resulta alarmante comprobar que incluso cuando te centras en los más ricos, las muestras de discriminación persisten", dijo en una conferencia de prensa Andrew Jakabovics, director asociado de Vivienda y Economía del CPA y principal autor del estudio.
Aunque el informe reconoce que parte de la brecha racial puede explicarse por diferencias en los ingresos, el críédito o la relación del príéstamo al valor del inmueble, tambiíén asegura que estos criterios son insuficientes para justificar un salto tan marcado.
Según Jakabovics, los datos permiten "plantear la pregunta de si los bancos violaron explícitamente las normas sobre prácticas justas de príéstamo o si tenían otras razones legítimas para conceder más hipotecas de este tipo a las minorías".
El experto reconoció, sin embargo, que esa pregunta es "difícil de responder" a partir de los datos que presenta el estudio.
Para lograrlo, el estudio pide una investigación sobre las posibles prácticas discriminatorias de las grandes entidades financieras, a travíés de la figura del inspector general del Programa para el Alivio de los Activos Comprometidos (TARP, por sus siglas en inglíés).
El TARP fue el componente más importante de las medidas lanzadas en 2008 para reforzar el sector financiero tras la crisis de las hipotecas basura, y permite al gobierno comprar activos y valores de renta variable de las instituciones financieras.
En caso de iniciarse una investigación, los autores sugieren que los bancos que se benefician del TARP no reciban más pagos hasta que el inspector general apruebe sus prácticas prestatarias.
"Decirles a los bancos que no pueden librarse de sus obligaciones fiscales hasta que quede claro que actúan de forma justa es la mayor carga que puede imponíérseles para que reaccionen", aseguró Jakabovics.
Además, los autores consideran imprescindible establecer un regulador independiente de las transacciones centrado en la protección del consumidor, por lo que respaldan la creación de la Agencia de Protección Financiera del Consumidor que propone la administración de Barack Obama.
Dicha agencia se dedicaría a investigar casos de fraude tanto en hipotecas como tarjetas de críédito, además de a asesorar a consumidores y a otros asuntos financieros.
Según el Consejo Nacional de La Raza (NCLR), el impacto en los hispanos de las prácticas engañosas de los bancos va más allá de los príéstamos de hipotecas basura, pues, aseguran, el 13 por ciento de los latinos con tarjetas de críédito paga un interíés superior al 20 por ciento, en comparación con el 7 por ciento de los blancos.