La debacle de 1937, que agravó la Gran Depresión, será uno de los puntos de referencia del G20 en su cumbre de Pittsburgh, que analizará cómo retirar el oxígeno artificial de la intervención pública sin que se resienta la economía.
Los famosos "brotes verdes" de los que habló hace unos meses el presidente de la Fed, Ben Bernanke, ya tienen tamaño de arbusto, y los expertos creen que Estados Unidos se ha unido ya al grupo de países que han salido de la recesión, donde le esperaban Alemania y Francia.
Al mismo tiempo, los miembros del G-20 son conscientes de que se acabaron los días del gasto sin mirar al díéficit y ya vislumbran tanto el peso de la deuda que tendrán que afrontar las naciones ricas como el resurgir de la inflación.
El año 1937, sin embargo, recomienda cautela a la hora de pisar el freno.
"1937 es un año muy importante en la historia económica de Estados Unidos, pues hubo una recesión dentro de una depresión", explicó a Efe Charles Geisst, historiador económico del Manhattan College.
La economía estadounidense, que había caído en picado en 1929, se recuperaba desde 1933, y para 1937 el desempleo se había reducido al 14 por ciento, muy alto aún, pero lejos del 25 por ciento de unos años antes.
Entonces la Reserva Federal subió las tasas de interíés y el gobierno federal elevó los impuestos y restringió el gasto, con lo que el frágil repunte económico se fue al garete.
Estados Unidos está en una situación similar, según algunos economistas, con una recuperación incipiente pero díébil, que se ve frenada por los problemas financieros y un desempleo que se prevíé que pronto superará el 10 por ciento.
"La retirada del estímulo y el endurecimiento de la política monetaria ahora serían un error catastrófico", opinó Damon Silvers, vicepresidente del comitíé del Congreso de EEUU que supervisa el programa de estímulo y representante de los sindicatos.
"La causa principal de la crisis financiera no se ha abordado", señaló.
Los bancos estadounidenses aún tienen en sus libros de cuentas las deudas de mala calidad que provocaron la crisis y, aunque el derrumbe del sector de la vivienda parece haber tocado fondo, los expertos prevíén que el valor de los inmuebles comerciales continuará bajando.
Esto pone en peligro en particular a las entidades financieras pequeñas de Estados Unidos, según Hung Tran, director de mercados del departamento de mercados de capitales y países emergentes del Instituto de Finanzas Internacionales, la mayor asociación de banca del mundo.
La Fed ha reducido algunos de sus programas extraordinarios de príéstamos, pero ha sugerido aún medidas de peso para retirar su presencia de los mercados.
En el mismo sentido se ha manifestado el gobierno con respecto al estímulo económico.
"Los errores clásicos de política económica durante las crisis son actuar tarde con fuerza insuficiente y despuíés frenar demasiado rápido. No vamos a repetir esos errores", ha dicho el secretario del Tesoro, Timothy Geithner.
En una reunión preparatoria de la cumbre de Pittsburgh, los ministros de Finanzas ya anunciaron que mantendrán las medidas expansivas "hasta que se afiance la recuperación".
Por detrás de esa declaración, sin embargo, se oculta la ansiedad del viejo continente por saber cómo afrontará Estados Unidos un díéficit que supera el 11 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB), según Heather Conley, directora del programa de Europa del Centro de Estudios Estratíégicos e Internacionales (CSIS, en inglíés).
"Los líderes europeos quieren un plan preciso de cómo se va a retirar el estímulo", dijo Conley.
Europa es consciente de que dejar el pie en el acelerador tambiíén entraña sus riesgos.
Al fin y al cabo, las tasas de interíés muy bajas del principio de la díécada en Estados Unidos contribuyeron, según los expertos, a inflar la burbuja que estalló el año pasado.
Entonces el interíés de los príéstamos interbancarios a corto plazo estaba en el 1 por ciento. Ahora ronda el cero.