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Cuando Josíé Luis Fidalgo y Yolanda Colinas comenzaron a buscar un colegio para su hija de tres años, se toparon con una sorpresa «inaudita»: no existe ningún centro público que imparta la enseñanza en castellano (modelo A) no sólo ya en su localidad, Abadiño, sino en toda la comarca, el Duranguesado. Extrañados, se dirigieron al Departamento de Educación, entonces gobernado por Tontxu Campos bajo la batuta de Ibarretxe. «No sabíamos», apunta Fidalgo, «la que se nos venía encima».
En la respuesta del jefe territorial de la Inspección de Educación les explicaron que, efectivamente, la comarca carecía de aulas públicas en castellano. Sólo un colegio en Ermua, pero concertado, contaba con esa oferta. Por eso, les conminaron a matricular a su hija en alguno de los colegios supervivientes de Bilbao, donde se encuentran 24 de los 25 únicos centros que ofrecen en toda Bizkaia una Educación Infantil en castellano.
La familia se resistió a embarcar a la niña en un trasiego agotador -cuatro viajes diarios desde Abadiño hasta Bilbao suman 200 kilómetros en menos de doce horas para una menor de tres años- y decidió enviarla al colegio concertado de Ermua, el centro San Pelayo, a 15 kilómetros de su casa. La decisión les ha costado cara: el Departamento no reconoce su derecho a escolarizarla en este colegio y, en consecuencia, les niega curso tras curso la subvención por transporte escolar a la que tienen derecho: casi 6.000 euros.
En teoría, según la normativa vigente, los padres que quieran el modelo A y deban remitir a sus hijos a un colegio concertado porque no exista ninguno público de este tipo en su comarca, pueden acogerse a las ayudas. Pero parece que, al menos hasta la fecha -y a la espera de los movimientos que pueda llevar a cabo el nuevo Gobierno del cambio-, la teoría no se cumple. Hoy la niña cuenta ya seis años, y sus padres se enfrentaron la semana pasada al primero de los dos juicios que han impulsado contra el Ejecutivo.
Tan sólo 8 de las 20 comarcas vascas tienen algún colegio -público o concertado- que imparta la Educación Infantil en modelo A. Pero Fidalgo y Colinas no concebían que su niña tuviera que educarse en una lengua que les es ajena. «No tenemos nada en contra del euskara. ¡Lo único que queremos es una buena educación! Nos interesan los contenidos y creemos que debe estudiarlos en su lengua materna, el castellano», argumenta la madre.