PABLO PARDO desde Washington3 de octubre.-
Los somalíes tienen una reputación terrible en todo el Este de ífrica por su violencia y tendencia al saqueo. Y ahora parecen haber decidido que todo el mundo se entere de su mala fama. El resultado es que la piratería se ha convertido en una fuente inagotable de titulares (hay otros piratas menos conocidos por ahora en Indonesia, Filipinas y Nigeria, pero puede que sólo sea cuestión de tiempo que se hagan tan famosos como sus colegas somalíes). Este renovado interíés no es más que parte de una larguísima fascinación que Occidente ha sentido en relación a esta actividad delictiva, desde Espronceda y su 'Canción del Pirata' ("Con diez cañones por banda/viento en popa a toda vela...") hasta la serie de películas de Hollywood 'Piratas del Caribe', que ha producido hasta la fecha dos de los filmes más taquilleros de la última díécada. Evidentemente, el interees por los piratas es directamente proporcional a la distancia a la que nos encontramos de ellos. Pregunte usted en Kenia lo que opina la gente de los somalies y lo más suave que oirá será "ladrones y asesinos" . Lo mismo pasa, ahora mismo, con los marineros del pesquero español Alakrana.
Ahora bien, ¿cómo se organizan los piratas? ¿Quíé impulsa a la gente a adoptar ese modo de vida?
No hay datos sobre la piratería actual, pero el profesor de las Universidades George Mason y Chicago Peter T. Leeson ha trazado un sorprendente análisis en su libro 'The Invisible Hook' ('El garfio invisible'), en el que analiza el 'management' de la piratería clásica de los siglos XVII y XVIII.
Leeson, que es un economista de la escuela austríaca, llega a las siguientes conclusiones que, afirma, deberían servir de base para la regulación de los mercados financieros tras la actual crisis. El G-20, que acaba de celebrar una 'cumbre' en Pittsburgh, acaso debiera tomar nota de algunas de estas ideas, sobre todo en lo relativo a la autorregulación de las empresas. Porque los piratas resolvían razonablemente bien el problema entre el "principal" y el "agente".
El problema principal-agente se da cuando un actor económico (el principal, que puede ser el accionista o el depositante en un banco, pero tambiíén los ciudadanos de un país) depende de las acciones de otro actor (el agente, que puede ser el directivo o el Gobierno) acerca del cual no tiene suficiente información. Si el sistema se escora demasiado hacia el principal, tenemos la Unión Soviíética, en la que no había incentivos a la gestión de las empresas. Si va en favor del agente, nos sale la crisis de las hipotecas-basura, es decir, banqueros tomando decisiones (y cobrando por ellas) con total desprecio por los depositantes y los accionistas del banco.
Así que aquí van las ideas de Leeson sobre la piratería:
1.—Incentivos. La piratería era una actividad económica atractiva para los marinos porque, al contrario que la marina mercante normal, permitía a las tripulaciones participar en los beneficios, es decir, en el botín. En los siglos XVII y XVIII numerosas tripulaciones de barcos mercantes trabajaban en secreto para los piratas con la esperanza de lograr una participación en el saqueo de los buques en los que trabajaban;
2.—Lucha contra los monopolios. La piratería tuvo su edad dorada durante el auge del mercantilismo, es decir, cuando prácticamente todo el comercio marítimo internacional estaba sometido a monopolios estatales o a sistemas de licencias otorgados por los Estados, lo que se traducía en monopolios públicos o privados y en tremendas dificultades para los marinos que querían cambiar de buque o de compañía, dado que existían pocas opciones para buscar un nuevo empleo o lograr mejoras salariales;
3.—Autorregulación. Los piratas tenían códigos íéticos extremadamente estrictos, que regulaban desde los castigos hasta el reparto de los botines. Es cierto que eran 'códigos de ladrones', pero no lo es menos que los piratas conocían su negocio y sabían quíé reglas funcionaban y quíé reglas no. Eso permitía aplicar unas normas muy detalladas y extremadamente estrictas, porque en esta actividad no se podían permitir errores que provocaran la píérdida del barco o su apresamiento por las autoridades;
4.—Meritocracia. Sorprendentemente, los barcos piratas eran muy democráticos para la íépoca. Los capitanes eran nombrados por las tripulaciones, sus decisiones podían ser cuestionadas y existía una relativa igualdad racial, algo desconocido entonces. Al menos cuatro capitanes piratas fueron mujeres, un fenómeno absolutamente excepcional en los siglos XVII y XVIII. Eso se debe a que los barcos piratas, con su necesidad de maximizar el beneficio, no estaban sujetos a las regulaciones de la íépoca.
Según Leeson, los piratas clásicos fueron precursores del capitalismo. Acaso sea una afirmación exagerada. Pero no cabe duda de que sus reflexiones merecen, al menos, cierta consideración. Al menos, en el terreno de los mercados financieros.