JUAN T. DELGADO30 de septiembre de 2009.- Es absolutamente respetable que BBVA reserve 52 millones de euros (8.600 millones de las viejas pesetas) para el plan de pensiones de Josíé Ignacio Goirigolzarri.
Jose Ignacio Goirigolzarri. | J. García Koch
No entiendo que tal asignación levante ampollas entre la gente de a pie y provoque tan acaloradas reacciones en la clase política.
En un sistema de libre mercado, la economía se rige por el equilibrio que marcan la oferta y la demanda. Y los bancos y las empresas se mueven única y exclusivamente con el objetivo de maximizar el beneficio.
Si el señor Goirigolzarri ha contribuido a colocar a BBVA entre las principales entidades financieras del planeta, el consejo de administración que preside Francisco González tiene todo el derecho a concederle una pensión anual y vitalicia de tres millones de euros. Tal monto equivale a 250.000 euros mensuales, es decir, 330 veces más de lo que cobra de media un jubilado en España (756 euros) o 450 veces más de lo que gana una viuda (555 euros), según el último balance del Instituto Nacional de la Seguridad Social.
Al calor de los primeros brotes verdes en la economía mundial -aunque en España nadie, excepto el Gobierno, los ha visto-, retornan las pensiones estratosfíéricas, los bonus astronómicos y las indemnizaciones de escándalo. Los bancos los exigen porque están en su derecho. Por eso, es de esperar que las grandes entidades financieras sean coherentes con sus principios y devuelvan el dinero público que han ingresado en los últimos meses para engrasar su desgastada maquinaria. Sólo en nuestro país, bancos y cajas han recibido 58.000 millones de euros procedentes de las arcas estatales para sortear la crisis.
Si los banqueros quieren actuar sin límites ni cortapisas, deberían renunciar a toda ayuda estatal. Es decir, que el libre mercado funcione para lo bueno y para lo malo. En tal caso, el Estado, en lugar de acudir con la chequera del dinero público (el nuestro) tendría que dejar caer a las entidades financieras que han gestionado mal. Y sus ejecutivos, al igual que cobran millonadas en concepto de bonus cuando hay vacas gordas, deberían acudir a sellar a las oficinas del Inem, donde ya hacen cola más de cuatro millones de parados. O probar cómo se vive sin un solo ingreso, como le ocurre a miles de autónomos que ni siquiera tienen derecho al subsidio por desempleo, muchos de los cuales, además, se han visto forzados a cerrar su negocio porque ninguna entidad financiera le concedía un críédito.
Si los defensores del libre mercado persisten en dejar las cosas como están, a pesar de la que ha caído y sigue cayendo para millones de hogares, el Banco Central Europeo tendría que dejará de inyectar liquidez en condiciones ventajosas, que el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (Frob) echará el cierre y la asignación monetaria regresará a la hucha del Gobierno.
Y, dado que la recesión se presupone casi finiquitada, imagino que el Fondo Monetario Internacional (FMI) se desdirá de lo dicho hoy: que el mundo se expone a una segunda oleada de crisis financiera si los Estados retiran los planes de estímulo a la banca.
Menos mal que el G-20 no adoptó la semana pasada ninguna medida firme contra los privilegios de los banqueros. Afortunadamente -para la salud del sistema- la cita de Pittsburgh se zanjó con otra -la tercera- declaración de principios. Como la crisis ya no apremia, hubo tiempo para todo. Incluso para hacerse unas fotos en familia con Obama . Que no todos los días puede uno retratarse con el líder del mundo. Y menos con ropa de sport.