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Autor Tema: El Nobel Stiglitz propone un impuesto a las transacciones financieras  (Leído 551 veces)

JORGET

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En el G-20 algunos lí­deres plantearon la posibilidad de un impuesto al movimiento de capitales. Sin mucha voluntad polí­tica, indicaron que el FMI serí­a el encargado de cobrar ese tributo. Más firme, Joseph Stiglitz reclamó la fijación de ese impuesto.

La aparente estabilización del descalabro global que difunde el Fondo Monetario consiguió postergar las reformas estructurales de la arquitectura financiera a las que se habí­an comprometido los miembros del G-20. Así­, las propuestas de cambio quedaron reducidas a una materia de estudio, como la creación de un impuesto a las transacciones financieras global. Ayer, el economista Joseph Stiglitz se sumó al grupo de especialistas que en las últimas semanas reactivaron la propuesta para instalar un tributo que desestimule las operaciones especulativas con divisas y otros instrumentos financieros. La idea está presente desde 1972 y se la conoce como tasa Tobin. El establishment financiero global se opone firmemente a la instalación de este tipo de impuestos a escala global que complicarí­an algunos negocios muy rentables.

La propuesta de Stiglitz se suma a las declaraciones en ese sentido que ya hicieron la mandataria alemana, Angela Merkel; el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, y el primer ministro inglíés, Gordon Brown. Frente a la postergación en las reformas regulatorias, la reaparición de la tasa Tobin como herramienta para disminuir el grado de volatilidad en las operaciones financieras transnacionales parece, por ahora, más un atajo discursivo que una declaración de intencionalidad polí­tica.

Los paí­ses centrales invirtieron alrededor de 4 billones de dólares para rescatar a sus entidades financieras del colapso y el argumento de Stiglitz para impulsar la aplicación del gravamen en este momento en que la crisis la tienen que pagar los responsables: “El sector financiero contaminó la economí­a global con activos tóxicos y ahora deben limpiarla”, sostuvo el profesor de la Universidad de Columbia. La propuesta de Stiglitz es aplicar una tasa marginal a todas las operaciones financieras transnacionales y la recaudación podrí­a destinarse a “ayudar” a los paí­ses pobres. “Los gobiernos dieron a los bancos dinero cuando ellos realizaron príéstamos malos. Esa es la razón por la que hay un consenso amplio de que deberí­a imponíérseles tributaciones.” Según estimó el economista, esa medida generarí­a de 60 mil a 70 mil millones de dólares anuales. Los cálculos varí­an según el monto de la alí­cuota.

Especialistas como Dani Rodik reconocen el limitado alcance que tendrí­a la imposición de un impuesto frente a la magnitud de los desbalances globales, pero remarcan que es un “buen punto de partida” o, como sostuvo el creador del impuesto, James Tobin, “un grano de arena en el engranaje financiero”. Sus defensores sostienen que una tasa marginal a las operaciones financieras transfronterizas desestimularí­a las operaciones especulativas de corto plazo.

La propuesta de Tobin, declarado defensor del libre comercio, surgió en 1972, meses despuíés de que Estados Unidos decretara el fin del sistema de tipos de cambio fijos instalado en Bretton Woods. El objetivo del economista era lograr que los tipos de cambio flotantes no fueran tan volátiles. En 1971 sólo once bancos de Wall Street operaban en los mercados de divisas, hoy con la desregularización y liberalización el número ronda las 200. Según el Banco Internacional de Pagos (BIS, por sus siglas en inglíés), entre 1992 y 2001, el promedio diario de operaciones en el mercado de divisas pasó de 776 mil millones de dólares a 1,17 billón de dólares. Esas operaciones superan en más de 50 veces el comercio diario de bienes y servicios.

Los mandatarios que incluyen en su discurso la posibilidad de instalar este tipo de impuesto postulan al revitalizado FMI como ente global de aplicación. Sin embargo, el mismo titular del Fondo, Dominique Strauss-Kahn, desestimó la posibilidad de avanzar sobre la tasa Tobin: “No creo que una idea tan simplista funcione por muchas razones, pero sobre todo por motivos tíécnicos, porque serí­a muy difí­cil de implementar”, apuntó. Más sincera fue la respuesta que el propio Tobin dio en 2001 al diario alemán Der Spiegel. “No hay ninguna oportunidad, me temo. La gente que decide en el mundo financiero internacional está en contra”, sostuvo el economist.


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