Por... Hernán González Rodríguez
Una moneda que se mantiene en cantidades elevadas en las arcas de los gobiernos y de las instituciones se conoce como moneda de reserva. Dicha moneda tiende a emplearse como base para cotizar productos como el oro, el petróleo, el maíz, el cafíé...
Las monedas de reserva han existido durante siglos. La libra y los francos franceses y suizos se utilizaron tanto para las transacciones internacionales como para los ahorros. Pero el concepto de moneda para las reservas o los ahorros de los bancos centrales emerge a la par con el patrón oro como estándar antes de la Primera Guerra Mundial. Despuíés de la Segunda Guerra Mundial, en Bretton Woods, se estableció en forma deliberada el dólar como moneda para las reservas.
Algunos economistas y banqueros, como el señor Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, afirman que "el dólar todavía prosigue hoy como la moneda predominante para las reservas monetarias. Pero nada se puede garantizar para el futuro".
Las cifras nos indican que los bancos centrales ya han comenzado a abandonar el dólar, tanto para asegurar como para diversificar sus reservas internacionales contra las píérdidas de capital. Esta realidad continuará gradualmente, en la media en que monedas como el euro o el yuan chino ofrezcan garantías iguales o superiores a un dólar cada vez más desacreditado.
Según Wikipedia, en 1999, cuando se creó el euro, el 71 por ciento de las reservas internacionales estaban invertidas en dólares, el 18 por ciento en euros, un 6 por ciento en yenes japoneses... A la fecha, en 2009, nos informa Bloomberg que los dólares participan con un 63 por ciento, el euro con 28 por ciento y los yenes con 3 por ciento.
Quienes no consideran que el dólar cesará pronto su predominio, aducen que, así como mientras más personas poseen telíéfonos, más valioso resulta ser el telíéfono para cada propietario. Este incremento en el valor para unos con base en la participación de muchos, lo designan los economistas como el "efecto positivo de las redes". Por esto, mientras más personas comercian con dólares más importantes resultan ser los dólares para quienes los poseen.
Pero tambiíén existe el "efecto negativo de las redes", el cual se ejemplifica con los propietarios de vehículos, mientras más personas adquieren automóviles, más se congestiona el tráfico, y más se desvaloriza el vehículo para cada propietario.
Para numerosos analistas son muy díébiles los argumentos de quienes invocan los efectos positivos de las redes. Consideran de mayor trascendencia que los Estados Unidos realicen una reforma financiera que les posibilite invertir con mayor confianza en el dólar. Que les permitan a los Greenspan, a los Bush, a los Bernanke y a sus despistados partidos políticos, controlar a tiempo a los "yuppies" de Wall Street en sus irresponsabilidades y ambiciones desmedidas.