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Autor Tema: Un campo minado de burbujas: los efectos colaterales de las medidas anticrisis  (Leído 445 veces)

anna

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Un campo minado de burbujas: los efectos colaterales de las medidas anticrisis

por Pedro Calvo

La burbuja inmobiliaria que creó la crisis de las hipotecas subprime asumió grandes proporciones porque las sociedades no entienden o no saben cómo abordar las burbujas especulativas".La sentencia lleva el sello de Robert Shiller, catedrático de la Universidad de Yale y uno de los economistas que más atención viene prestando en los últimos 15 años a la proliferación de los excesos en los mercados financieros.

La incluyó en su libro El estallido de la burbuja. Antes que íél, otros economistas como John Kenneth Galbraith o Charles P. Kindleberger estudiaron igualmente los episodios especulativos, un trabajo que arrojó una conclusión principal: resultan más comunes de lo deseable.

Un repaso a la trayectoria del último cuarto de siglo así­ lo constata. El crash bursátil de 1987, la crisis asiática de 1997 y su propagación a Latinoamíérica, Rusia y al fondo Long Term Capital Management en 1998, la burbuja puntocom y la crisis actual, por citar los principales casos, componen una secuencia que pone en entredicho la asociación de los mercados con conceptos como racionalidad, estabilidad o eficiencia, habitualmente vinculados a ellos.

El riesgo existió, existe y existirá
Al mismo tiempo, subraya que el riesgo siempre existe. Nunca se evapora. Ni siquiera en tiempos de crisis como los actuales se difumina. Todo lo contrario, porque las históricas medidas adoptadas por los bancos centrales para plantar cara a las turbulencias, consistentes en reducir los tipos de interíés como nunca antes e inyectar dinero directamente en la economí­a, contienen el riesgo de cebar de nuevo la bomba de la exuberancia.

Primero, porque los reducidos tipos y las inyecciones de dinero han llenado el arsenal de los principales bancos, que vuelven a contar con munición de sobra para invertir. Segundo, porque los bajos intereses fomentan otra fuente de financiación paralela, consistente en aprovecharse de esa situación para acudir a por dinero barato a esos paí­ses -entre los que sobresalen EEUU y Japón- para invertirlo luego en otras naciones o activos en los que obtener una rentabilidad superior, una estrategia conocida carry trade. La reaparición de esta táctica, aparcada entre verano de 2007 y marzo de 2009, denota el regreso del apetito por el riesgo, un retorno fomentado por el descenso de la volatilidad.

Y la guinda la pone un tercer factor que incrementa la potencial onda expansiva de la situación actual: la escasez de alternativas en las que invertir. "Existe demasiado dinero persiguiendo demasiados pocos activos", confirma Juan Ignacio Crespo, de Thomson Reuters. "Al menos parcialmente, la creación de liquidez se ha traducido en una burbuja ante la falta de inversiones reales que pudiesen dar salida a la liquidez creada", advierte Tano Santos, economista y profesor de la Universidad de Columbia.

Burbujas, ¿dónde?
Los bajos rendimientos de la deuda pública, la caí­da del precio de la vivienda y los recelos a la hora de volver a dar críéditos conducen a que, ahora, todo el dinero que busca rentabilidad se concentre en dos mercados: la bolsa y las materias primas. De ahí­ la rapidez con la que han subido. Desde marzo, los principales í­ndices bursátiles han ganado más de un 50%; el crudo, casi un 100; y el oro, otro 130%.

No obstante, no todos los expertos están de acuerdo en la magnitud de este problema. Contrariamente a lo que últimamente decí­a Nouriel Roubini, Jim Rogers no cree que haya ninguna burbuja en el oro o en los mercados emergentes. "No es una burbuja si algo sube un 100%, pero sigue un 70% por debajo de sus máximos. Eso no es una burbuja, es un gran año". Sin embargo, Roubini considera que no hemos salido aún de la crisis financiera, pero ya estamos avanzando a buen ritmo hacia la siguiente, ya que señala que se está abonando el terreno para que se produzca un crash... en el mercado de materias primas.

Actuar en el momento justo
"Es la manifestación de que hay gente con mucha munición para disparar. Y eso, en estos momentos, puede inflar los precios con rapidez", reconoce el director de análisis de un banco español. "¿Hasta quíé punto la euforia de los mercados ahora puede convertirse en un futuro lastre para la deseada recuperación?", se pregunta Josíé Luis Martí­nez, estratega jefe de Citi en España.

Este riesgo sitúa a los bancos centrales ante un dilema: si suben los tipos o retiran los estí­mulos demasiado pronto para atajar los posibles excesos, la recuperación se desvanecerá; si actúan demasiado tarde, la burbuja se inflará.

Esta disyuntiva es heredera de la evolución económica de las dos últimas díécadas. Como denuncia Stephen Roach, presidente de Morgan Stanley Asia, los consumidores estadounidenses -y, por extensión, la economí­a norteamericana y global- se han hecho "activo-dependientes".


De ese modo, resalta que la economí­a financiera ha trascendido su papel como soporte de la economí­a real y se ha convertido en el motor del crecimiento. El arraigamiento de esa dependencia alcanza tal extremo que Paul Krugman, premio Nobel de Economí­a en 2008, ha llegado a afirmar que "es muy difí­cil asistir a una rápida recuperación económica, a menos que una nueva burbuja sustituya a la inmobiliaria". Dicho de otro modo: sin doping financiero, la reactivación será más lenta.

Factores psicológicos
Esta realidad subraya que la sofisticación financiera y las tecnologí­as, lejos de cumplir su promesa de ofrecer un mundo más estable, han exacerbado los excesos. "Habí­a demasiada fe puesta en los mecanismos y las herramientas con los que entender un mundo realmente tan irracional como el de los mercados.

Hay muchos factores psicológicos que no se pueden reducir a una fórmula", asegura John Carey, vicepresidente ejecutivo de la gestora Pioneer Investments. Esos factores fueron bautizados por el economista John Maynard Keynes como "espí­ritus animales", un concepto que Robert Shiller y George Akerlof, premio Nobel de Economí­a en 2001, han recuperado para destacar que su presencia es la que nutre la querencia de los mercados hacia la inestabilidad.


La supervisión como solución

El reto, por tanto, consiste en que las autoridades monetarias conjuguen dos variables: la liquidez que necesita la economí­a para crecer y la vigilancia permanente de los riesgos inherentes al sistema financiero.

¿Debe plasmarse esa vigilancia en una subida preventiva de los tipos? Según el momento: no, mientras la economí­a permanezca bajo mí­nimos, porque ese escarmiento no se limitarí­a a los mercados, sino que afectarí­a al conjunto de la economí­a; y sí­, si íésta marcha bien, hay evidencias claras de formación de burbujas y se persigue el objetivo de reducir la activo-dependencia del crecimiento. En ese caso, un repunte de un cuarto o medio punto por sorpresa lanzarí­a el mensaje de que los bancos centrales están en guardia y no permitirán los excesos.

Más allá de movimientos puntuales de los intereses, los expertos reclaman medidas de mayor alcance. "Ha llegado el momento (...) de diseñar cambios a largo plazo que eviten el crecimiento de burbujas, que estabilicen los mercados inmobiliarios y los grandes mercados financieros", demanda Shiller. Urge tomar cartas en el asunto. Ya va siendo hora de entender y saber cómo abordar las burbujas.