El miedo, o la previsión, llámenlo como quieran, ante las consecuencias de la crisis económica, se ha ido asentando en nuestros hogares de tal forma que algo que parecía imposible hace un par de años, ahora mismo es una realidad. Nos hemos vuelto ahorradores, la tasa de ahorro se ha situado ya en un 24,3% de la renta disponible, dato este que no se veía desde hace 50 años. Tambiíén como consecuencia de la crisis, el consumo de los hogares españoles durante el segundo trimestre, ha bajado un 8,6% con respecto al mismo periodo de 2008, mientras que el ahorro aumentaba un 87,5%, y es que la crisis nos apresó en el endeudamiento. Durante aproximadamente diez años hemos ido endeudándonos de tal modo que la prudencia y la cordura parecían conceptos obsoletos e inapropiados para el momento que se estaba viviendo.
La primera víctima de este desmadre, fueron los precios excesivos de los activos. Pero esto no asustó a los inversores. Muchas personas y no menos empresas deseosas de participar en esta fiesta del crecimiento inagotable y viendo que no disponían de recursos propios, se lanzaron a pedir prestados los dineros que necesitaban.
La ola fue creciendo ayudada por unos tipos de interíés mínimos, navegando en inmensos ocíéanos de liquidez. Los bancos y cajas nunca decían “noâ€, por muy descabellada que fuese la petición e incluso llegaron a animar a algún que otro inversor indeciso con unas ofertas irrenunciables, quiíén iba a por un piso normalito, salía con el piso amueblado, un BMW y las vacaciones en alguna isla paradisíaca.
Sin darnos cuenta, el nivel de endeudamiento pasó de la mesura a la locura. El desenlace final lo conocemos de sobra, bueno, más bien lo padecemos diría yo. Ahora que la burbuja ha reventado, los precios de los activos se han desinflado, tenemos que desapalancar nuestros bolsillos y cómo no los balances de las empresas. Los antaño abundantes compradores, han desaparecido de los mercados.
¿Habremos aprendido algo? Pues parece que si, vender donde haya mercado y ahorrar allí donde quede renta disponible son dos realidades actuales. Los bancos y las cajas refuerzan sus fondos con ampliaciones de capital, emisiones de preferentes y reducciones de dividendos. Nosotros las personas normales, simplemente ahorramos. Pero, ¿es bueno este comportamiento? Pues como nos pasa habitualmente, hemos pasado del blanco al negro, hemos abandonado el club de los manirrotos y hemos ingresado en la orden de los tacañones, y claro este cambio profundo lo hemos desarrollado a tal velocidad que de paso nos hemos cargado el consumo.
Veníamos de una situación desquiciada y vamos a otra totalmente desequilibrada. Así que ya lo saben. Si lo necesitan, seguro, y si lo pueden hacer, ahorren ya que de esa manera arreglarán un poco su situación financiera. Pero si se lo pueden permitir, por favor consuman, si, si consuman, consuman por favor. Sin sus compras son imposibles las ventas, sin estas es imposible imaginarse ningún tipo de actividad económica ni empleo. Venga anímense y consuman que sino Gaspar, Melchor y Baltasar van a engrosar las ya interminables listas de parados y claro con los años que tienen a no ser que les coloquen en algún chollito de esos que encuentran para personas mayores de 80 años, dirección de RTVE o similares, pues como que lo van a tener difícil.