Por... Josíé A. Ruano
La inversión en propiedades inmobiliarias no es algo que está hecho para toda persona. No basta con tener la disponibilidad de capital o los conocimientos sobre construcción que requiere la actividad o el tiempo necesario para dedicarle a la misma; se necesita además cierta capacidad para lidiar con el público. Quizá el público más sensible, testarudo e informado, de que pueda tenerse conocimiento en cualquier actividad comercial.
El inquilino promedio rara vez molesta, incluso es capaz de realizar pequeñas reparaciones en su vivienda, con el fin de evitar que la privacidad de su hogar sea violada.
Sin embargo, quien alquila una vivienda debe saber desde el inicio, que ocupará un lugar ajeno y que aunque tendrá todos los derechos legales a disfrutarlo --siempre y cuando cumpla con las obligaciones contraídas-- este no le pertenece.
No con poca frecuencia me tropiezo con inquilinos que desafían la autoridad del propietario al ser requerido el acceso a la vivienda que ocupan. Entiendo que cuando alguien alquila una vivienda considere que esta va a ser su castillo y su bastión, el cual servirá de albergue y amparo para los suyos; pero ante todo deben seguirse las reglas establecidas en los contratos de arrendamiento.
Debe recordarse en todo momento que el contrato de arrendamiento es quien rige las relaciones entre el inquilino y el propietario. Ningún otro acuerdo puede considerarse superior ni prioritario a las reglas establecidas en el mismo, siempre y cuando este acoja, respete y no entre en violación o conflicto con las leyes. Un contrato será la piedra angular de toda relación entre las partes, aunque el mismo sea verbal.
Un contrato de arrendamiento escrito hará siempre más fácil el cumplimiento de sus acuerdos. Los contratos verbales son de legalidad indiscutible; pero al no haber una constancia escrita de los acuerdos, se hace más compleja su observancia tanto para el inquilino como para el propietario.
Hay propietarios a los cuales no les agrada establecer contratos escritos con sus inquilinos y prefieren el compromiso verbal. Si existe entendimiento entre ambas partes eso está bien; pero es conveniente, ante esa modalidad de acuerdo, establecer reglas de compromiso, conducta, uso y mantenimiento de la propiedad, las cuales sí deben ser entendidas, acordadas y firmadas, para así evitar futuras alegaciones de desconocimiento a las normas que rigen el acuerdo.
Un propietario debe entender, cuando alquila una propiedad, que la persona que pasa a ocuparla le está comprando el derecho a disfrutar de la misma en paz.
Quien alquila un inmueble debe comprender que alquilar un inmueble no es más que comprar el derecho a ocupar y disfrutar de un sitio ajeno, que se necesita y que no se puede adquirir de inmediato.
Si los hombres entendiesen mejor el papel que les toca jugar en cada momento exacto de sus vidas, habría más felicidad y reinaría la paz en La Tierra.
