Por... Beatriz De Majo
La economía china se despidió del año 2009 exhibiendo una tasa de crecimiento de 7,5%. Esto ha ocurrido despuíés de que el plan gubernamental de estímulo de 585.000 millones de dólares fue puesto en marcha para disparar la inversión, motorizar el endeudamiento de los particulares y dinamizar la demanda interna. Así, pues, China, que fue la economía emergente que remolcó el carro de la expansión económica global del año 2007 hoy está dependiendo del gasto público gubernamental.
Aunque el Banco Mundial asegura que aún es temprano para saber si esta tendencia es sostenible, algunos analistas asumen, de manera optimista, que la transformación que está experimentando el país rural a raíz de la crisis global es lo que dará solidez a la expansión en lo sucesivo. Esta tesis sostiene que mucho más que el crecimiento de las exportaciones, mucho más que el imán que China ejerce sobre los capitales externos y mucho más que la activación del consumo en las ciudades, será la China rural, que alberga 720 millones de almas, la que sostendrá el despegue económico futuro del gigante amarillo. Las reformas en el financiamiento rural, la monetización de los terrenos agrícolas y las nuevas formas de seguridad social aplicadas al campo que han sido implementadas desde Beijing están generando bolsas de bienestar y de crecimiento que se están expandiendo a todo el país. La embotelladora de refrescos más grande de China, Wahaha Group, le debe hoy sus utilidades al mercado rural del cual detenta el 60% y, el sector automotor está derivando fenomenales beneficios de la demanda de vehículos de capacidad inferior a 1,6 litros que están siendo requeridos por los labriegos en el interior.
La transferencia de tierras de los minigranjeros a unidades grandes de agronegocios ha provocado un movimiento hacia la eficiencia y ha permitido el establecimiento de operaciones rentables, lo que a su vez ha impulsado la construcción y venta de maquinaria agrícola y la puesta en marcha de agroindustrias alimentarias. La propiedad de la tierra ha dinamizado el financiamiento con garantías colaterales sobre el inmueble y ha beneficiado, por ende, a la actividad bancaria.
El tránsito que se ha practicado en el campo permite que la tierra, que era considerada un activo inerte, ahora sea abordada como una herramienta para la producción. Se han creado todo tipo de servicios de asistencia al labriego para financiar sus operaciones y para asegurar sus bienes, al tiempo que la masa de dinero inyectada al campo por esta vía contribuye a incrementar la inversión y a provocar gasto de parte de los consumidores rurales.
En suma, se ha comenzado a motorizar una incorporación temprana de las clases más relegadas a la dinámica del trabajo y del consumo nacional. El corolario es que en 2009 la tasa de crecimiento de las ventas al detal en las zonas agrícolas sobrepasó a la de las ciudades. Si a esto se suma la instrumentación de la promesa gubernamental de contar con cobertura pensional para el trabajo rural para antes del 2020, el camino hacia el bienestar habrá no solo arrancado. Es posible que estíé allí para quedarse.