Ningún agente social y económico escapa a la fina ironía de Leopoldo Abadía cuando aborda la actual crisis económica. Reclama "alguien que dirija España", una labor para la que no encuentra el candidato apropiado en el panorama actual. Cree que es necesaria una revolución civil, aunque la sociedad no da muestras de querer hacerse oír.
¿Cómo se explica esa mansedumbre social? “Churchill defendía que hace falta esfuerzo, sangre, sudor y lágrimas, aunque ahora hemos quitado el esfuerzo. Vivimos mucho mejor que hace unos años, pero esto conduce al reblandecimiento.
Además, nos hemos acostumbrado a que el Gobierno nos vaya ofreciendo cosas que al final exigimos porque creemos que tenemos derecho a ellas. Por tanto, lo menos importante de esta crisis es lo económico, sino que es un crisis de decencia.
Repetir a 46 millones de personas ‘hay que ser decentes’, es un trabajo sine die, pero hay que decir las cosa claras porque de lo contrario exigimos muchos derechos y tenemos pocos deberesâ€, argumenta este jubilado profesor del IESE. “Ha habido un reblandecimiento social, y si ahora hay que vivir ligeramente menos bien, no pasa nadaâ€.
Los dirigentes del futuro
Los representantes políticos han acordado desarrollar un pacto por la educación, un terreno en el que Abadía se mueve como pez en el agua, no tanto por su condición de docente –trabajo que desempeñado durante 31 años– como por ser padre de 12 hijos.
“No debemos preocuparnos tanto de quíé país vamos a dejar a nuestros hijos. Lo importante es cómo les formamos, la educación que les damos. No se trata de que nos planteemos de si van a ser ingenieros o mecánicos, eso es secundario. La cuestión es que sean buenas personas, gente decente, que no sean trepas... Cuando oigo que hacen falta más ingenieros y menos economistas, eso es una medida mecanicista. Tenemos que hacer gente más dura, más recia, que son los que liderarán España de aquí a cuatro días. Si no hacemos esto, el futuro va a ser muy feo. Estamos haciendo una panda de niños blanditos y si no lo cambiamos el futuro será dantesco. Con todo, en estos panoramas siempre hay gente que está bien formadaâ€.
A sus 76 años, Abadía vive un momento dulce. “Estoy trabajando como nunca y tambiíén me estoy divirtiendo como nunca, porque tengo una independencia absoluta que me permite decir lo que quiera y pedir perdón si molesto. Esto no lo podría hacer si trabajase en una empresa. Hago lo que me da la gana, con lo cual estoy viviendo un momento dulcísimo y lo disfrutaríé hasta que dure. Cuando acabe, volveríé a casaâ€.
Defiende que las personas de edad se mantengan activas laboralmente. “Cuando veo gente de poco más de 50 años a las que se prejubila, creo que los empresarios deberían pensar en la cantidad de dinero que han invertido en la formación de esa persona y que cuando ya ha adquirido la experiencia necesaria y comienza a devolver lo que se ha invertido en su formación, se les aparta del trabajo.
Un chico joven, que ficha por una empresa a los 25 años y que sabe que dentro de otros tantos le van a echar, no tendrá lealtad a la compañía. Es absurdo. Se está desperdiciando mucho talento entre personas de 50 a 60 añosâ€.
Leopoldo Abadía, en una nueva prueba de talento, acaba de publicar La hora de los sensatos (editada por Espasa), en la que propone las solución a la crisis. El eje de su propuesta: el safety car, un coche de seguridad pilotado por un equipo de profesionales honrados.