Por... CARL HARTMAN
Como ganador del Premio Nobel, miembro del gabinete bajo el presidente Bill Clinton y director de su Consejo de Asesores Económicos, Joseph E. Stiglitz tiene algunas ideas prácticas sobre cómo aliviar la consecuencias de la Gran Recesión y evitar quizá la próxima.
Las expone en "Freefall: America, Free Markets, and the Sinking of the World Economy" (Caída libre: Estados Unidos, los mercados libres y el naufragio de la economía mundial), de reciente aparición bajo el sello editorial W.W. Norton.
En "Freefall", Stiglitz menciona que según un cálculo, 2,1 millones de personas perdieron su casa el año pasado - y millones más la perderán para el 2012 - al no poder pagar sus hipotecas.
"Con la píérdida de sus casas, muchos estadounidenses han perdido sus ahorros de toda la vida y su sueño de un futuro mejor, de estudios para sus hijos y un retiro modesto y confortable", escribió el economista.
Mientras tanto, el gobierno federal puede tomar dinero a príéstamo casi sin intereses. Podría prestar a esas familias por lo menos parte de lo que necesitan para mantener sus pagos, sugirió Stiglitz, cobrándoles un modesto 2% de interíés en sus críéditos.
Algunas de sus ideas son difíciles de entender para quien no sea un economista profesional, pero Stiglitz - profesor de la Universidad de Columbia en Nueva York - introduce pinceladas de humor acadíémico. Se ríe de los banqueros y otros financistas por usar mal los modelos matemáticos para justificar arriesgadas aventuras.
"Según los modelos estándar", sostiene, "el tipo de fracaso bursátil ocurrido el 19 de octubre de 1987 podría haber ocurrido una vez cada 20.000 millones de años, un periodo de tiempo más largo que la vida del universo".
Los astrónomos establecen el comienzo del universo a partir del Big Bang, una gran explosión que ocurrió hace 13.300 millones de años.
La idea más importante de Stiglitz podría ser la que corresponde a su puesto más reciente: presidente de la Comisión de expertos del Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas para la Reforma del Sistema Monetario y Financiero Internacional.
Desea que Estados Unidos acepte la idea de crear una moneda de reserva gerenciada internacionalmente que sería usada en lugar del dólar, lo que abarataría el valor de la divisa estadounidense frente a otras.
Empero, sostiene que ello sería una ventaja contar con un dólar barato: Podría reducir las importaciones y aumentar las exportaciones, creando empleo en Estados Unidos y reduciendo la presión que experimenta el gobierno para acumular abultados díéficit, como los causados por los planes de gastos extraordinarios.