Por... Josíé A. Ruano
La recesión existente de Estados Unidos provocó la fuga de capital foráneo y el congelamiento, por sus tenedores, de capital nacional. Con ello se afectó la disponibilidad de dinero circulante y la obtención de fondos para ser utilizados en los sectores industriales y de servicio.
Conjuntamente emergió la píérdida de la confianza del consumidor y con ella el desempleo y la insolvencia de muchos propietarios que perdieron sus hogares. Ante este panorama y con el aumento del inventario de propiedades para la venta, vino el desconcierto y el estancamiento de la industria inmobiliaria.
Si observamos el plano nacional podemos ver que en ciertas ciudades el precio de las casas ha comenzado a subir ligeramente, debido al aumento de la demanda de inmuebles en esas específicas áreas, lo que resulta alentador. Sin embargo, las estadísticas muestran una caída del 17% en la venta de propiedades unifamiliares en el mes de diciembre pasado; aunque en Miami Dade y Broward, se registró un aumento en las ventas de 45% y 25% respectivamente en comparación con lo vendido en el mismo período del 2008.
La renta de propiedades residenciales se mantendrá estable, considerando que el aumento de la población continuará por factores naturales y por otros vinculados a la inmigración, sobre todo desde países latinoamericanos, asiáticos y africanos.
En el campo de los inmuebles para uso comercial la situación será aún más compleja. El despegue incierto y pusilánime de la economía impide que sean ocupados los locales destinados a albergar empresas industriales y de servicio.
El precio de venta de construcciones destinadas a la industria ha caído en algunas ciudades, al punto que, en ocasiones, es imposible reemplazar el inmueble existente con el dinero que puede obtenerse de su venta.
En cuanto a la renta de propiedades destinadas a dar servicio a la industria se refiere, sucede otro tanto. El índice de vacantes es tan alto que los propietarios se han visto en la obligación de reducir drásticamente el precio de la renta.
Los edificios de oficinas continuarán sufriendo los efectos de la recesión. Los operadores de oficinas profesionales y empresas de servicios, lucharán por mantener sus puertas abiertas y entre otras medidas de subsistencia optarán por reducir su espacio ocupacional. Lo mismo sucederá con los establecimientos de ventas al detalle en los centros comerciales.
Sin embargo, ya la luz comienza a verse al final del túnel.
En mi opinión, el presidente Barack Obama, luego de la derrota sufrida por su partido en Massachusetts, debe haber comprendido que no es momento propicio para luchas quijotescas y que tiene que enfrentar el problema económico de la nación.
Devolver la confianza a inversores y consumidores es vital para que el dinero fluya nuevamente a las calles. Y deberá hacerlo antes de septiembre próximo, pues en noviembre hay elecciones.
El 2011 se vislumbra como el año del despegue de la industria inmobiliaria; pero definitivamente, este momento de precios deprimidos es el exacto para comprar un inmueble.