Por... NIRVI SHAH
Despuíés que los distribuidores de gasolina Exxon demandaron al gigante petrolero en 1991, el fallo de $1,000 millones para 10,000 demandantes demoró 14 años, pero muchos no tuvieron que esperar mucho por su dinero. Los financistas ofrecieron pagar a algunos de los concesionarios, esperando ganar mucho más cuando el caso se solucionara.
Durante los últimos cuatro años, Scott Rothstein persuadió a muchos surfloridanos prominentes y ricos a hacer lo mismo en otros casos, o asumir un riesgo similar en casos que grandes empresas estaban supuestamente desesperadas por mantener fuera de la vista del público. El problema es que muchos de los casos a los que apostaron, con la esperanza de cobrar mucho dinero a final de cuentas, quizás nunca existieron.
Aunque la suma que Rothstein hizo desaparecer fue de $1,200 millones, a diferencia del tristemente cíélebre fraude de Bernard Madoff, que le costó a muchos los ahorros de toda una vida, parece que las mayoría de las víctimas de Rothstein podrán capear el temporal financiero. El reinado de Rothstein como malabarista financiero del sur de la Florida duró sólo unos años, no toda una vida, como el caso de Madoff, que está preso y acusado de estafar $65,000 millones.
Rothstein, quien como Madoff se declaró culpable, debe ser sentenciado el 6 de mayo.
Otra diferencia clave: aunque Madoff creó un aire de secreto alrededor de sus ganancias, negando a algunos inversionistas acceso a su castillo de naipes y recaudando más dinero por recomendaciones personales, Rothstein vivía la vida a lo grande y disfrutaba la atención que el dinero robado le generaba.
Eso funcionó como una ventaja para Rothstein a la hora de reclutar inversionistas.
Rothstein no ofreció detalles sobre las demandas, o es posible que haya falsificado las que sí tenían detalles. Incluso si eran casos de discriminación laboral que grandes empresas querían mantener lejos de la vista del público mediante soluciones extrajudiciales, los inversionistas debían haber visto documentos --con nombres-- de que los casos eran reales, dijo Jay Solowsky, el abogado miamense que participó en el caso de Exxon.
Los inversionistas compraron los fallos con descuento para pagar a demandantes que no querían esperar por su dinero y estaban dispuestos a cobrar sólo una parte. A largo plazo, cuando el fallo se pagara completamente, los inversionistas recibirían la cantidad total, con una ganancia saludable.
Pero Rothstein jugó el papel de abogado y compañía inversionista a la vez, burlando incluso a gente de negocios con experiencia en una estafa de $1,200 millones que se desplomó el año pasado.
``Siempre hay un intermediario que realiza la diligencia debida'', dijo Solowsky. ``Rothstein intentó hacerlo el mismo. Eso es una señal de alarma enorme''.
En los casos de algunos inversionistas que han demandado a Rothstein sí hubo un intermediario, un abogado o grupo de inversión que proponía los negocios, y el grueso del dinero que Rothstein recibió vino de tal grupo. Pero ninguna de las compañías tradicionales que ofrecieron grandes sumas de dinero para garantizar el valor potencial de los fallos judiciales parece haber participado. Algunos inversionistas que trataron de sacar su dinero pueden haber sido víctimas de una doble estafa: ahora hay interrogantes sobre el asesor de inversiones que usaron, Michael Szafranski, que tambiíén era inversionista, recibió pagos de Rothstein y atrajo a otros grupos de inversión.
Uno de los inversionistas, Todd Snyder, recibió información de su corredor en Merrill Lynch del negocio que Rothstein proponía --en su caso un arreglo con Dole Food Co.-- quien le dijo que el negocio no era legítimo. Incluso le preguntó al corredor si era una estafa.
Snyder invirtió de todas formas y perdió más de $2 millones.
Debido a la naturaleza del riesgo y la envergadura, estos tipos de inversiones tienen por objetivo individuos de gran patrimonio, lo que se refleja en la colección de empresarios, estrellas deportivas y gente de sociedad estafados por Rothstein. El conocido urbanizador Jorge Píérez; Stephen Ross, dueño de los Miami Dolphins, y Ed Morse, magnate de concesionarios de automóviles, todos perdieron dinero con Rothstein.
Las inversiones, incluso si hubiesen sido legítimas, no eran para los cardíacos o inversionistas normales. En los documentos de un fondo de cobertura que vendía inversiones como parte de la estafa de Rothstein, los riesgos quedaron absolutamente claros.
``Una inversión en una sociedad implica un riesgo sustancial. No hay seguridad alguna de que los objetivos de inversión de la sociedad se cumplan. Como resultado, la compra de intereses en la sociedad debe ser considerada sólo por personas que pueden darse el lujo de sufrir una píérdida sustancial o incluso toda la inversión''.
Para Roger Wittenberns, Rothstein era un vecino, un donante gregario y caritativo, abogado con relaciones políticas y un bufete en ascenso.
Wittenberns ya había hecho sus millones en el mundo de los gimnasios. Wittenberns, de Fort Lauderdale, es dueño de docenas de gimnasios en Estados Unidos, Canadá y Europa. Comenzó con el gurú del sector, Jack LaLanne, que ahora vende jugueras de alta tecnología en informerciales de televisión. Tiene una residencia de $6.2 millones en la isla privada Harborage, que los capitanes de barcos de paseo mencionan a los turistas.
Pero Wittenberns dijo que cuando se enteró de la oferta de inversión de Rothstein el año pasado no pudo negarse.
``Sonaba muy bien. Hasta ese momento [Rothstein] tenía buena reputación, además de las actividades de caridad y políticas'', dijo Wittenberns. Como otros inversionistas en potencia, Wittenberns visitó el bufete de Rothstein en Las Olas Boulevard a principios de octubre y escuchó una presentación de ventas. Wittenberns, un empresario experimentado, dijo que nada de lo que Rothstein explicó era motivo de alarma.
``El habló. Yo escuchíé. No olí nada [malo]'', dijo. ``Yo tenía abogados, todo estaba documentado''.
Wittenberns no participó en busca de millones, como otros inversionistas, aunque los $300,000 que invirtió con Rothstein parecen haber desaparecido.
Para otros que perdieron dinero, Rothstein era un desconocido. Entre ellos estaban Rubin y Sharon Vine, de Fort Lauderdale.
Nunca inviertieron en sus planes de inversión, pero dicen que de todas formas perdieron más de $1 millón.
Los Vines hicieron que un abogado revisara y aprobara el plan de inversión de Rothstein, entre ellos uno en particular que prometía ganancias de entre 8 y 10 por ciento, dijo Rubin Vine.
La idea era atractiva: eran unos cuantos puntos porcentuales más de lo que la pareja ganaba con su cartera de inversión de retiro.
``Los abogados revisaron todo y dijeron que parecía legítimo'', dijo Vine.
Pero no sabían todos los detalles y estaba esperando por la presentación oficial de ventas.
``Teníamos mucho cuidado debido a lo de Madoff'', dijo Vine, veterano empresario que creó una cadena de tiendas de artículos de descuento en Connecticut. Posteriormente estableció una empresa de radio marítima en Miami.
Y como habían asegurado hasta cierto punto la oferta potencial, la pareja transfirió $1.08 millones a una cuenta en fideicomiso en el TD Bank el 28 de octubre. Era una cuenta en fideicomiso para el bufete de Rothstein, Rothstein Rosenfeldt Adler.
Dos días despuíés, Rothstein huyó a Marruecos y la pareja perdió el acceso a su dinero.
Ya demandaron al banco, en vez de a Rothstein.
Rothstein se declaró culpable de cargos de estafa organizada, fraude y lavado de dinero.
Las autoridades federales le han incautado casas, carros, joyas, relojes, negocios, cuentas bancarias y otros activos que el abogado, ahora expulsado del Colegio de Abogados, adquirió con las ganancias del negocio ilegal, que ahora se calcula tienen un valor de unos $60 millones.
Se calcula que Rothstein estafó más de 20 veces esa cantidad.
``Algunas veces la avaricia rompe el saco'', dijo Solowsky. ``La realidad es que si algo parece demasiado bueno para ser cierto, así es''.