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Autor Tema: ¿Por quíé no se aplica el FMI sus propias recomendaciones?  (Leído 417 veces)

Orpheo

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¿Por quíé no se aplica el FMI sus propias recomendaciones?
« en: Febrero 07, 2010, 12:16:19 pm »
Pablo Pardo
Una vez más, el FMI ha reclamado reformar y liberalizar el mercado laboral español. A la habitual petición de agilizar el despido, se suma la de bajar los salarios. Personalmente, ambas ideas me parecen bastante razonables (puede poner sus insultos más abajo) dada la situación económica de España.

El problema no es quíé se dice, sino quiíén lo dice. Que el FMI proclame la liberalización de cualquier mercado de trabajo, o la ampliación de la edad de jubilación es como que Hugh Heffner defienda la castidad.

Porque el FMI hace exactamente lo contrario de lo que predica. Es burocrático, está politizado y no es transparente. Hasta 1999 el salario de su director gerente era secreto, como si se tratara de los planos de la bomba atómica o de la fórmula de la Coca-Cola. Aún hoy, en función de un acuerdo ‘de caballeros’ (ya se sabe que los pactos en la Mafia tambiíén son entre caballeros) la institución sólo puede ser presididar por un europeo.

Y íéstos son los que hablan de modernizar.

Veamos, ahora, la flexibilidad del Fondo.

Hace apenas un año y medio, con la institución jugando el papel de florero en la economí­a mundial,  y con un díéficit del 40% (¿cómo se puede gestionar algo tan mal que los gastos superen a los ingresos un 40%? Muy fácil: abriendo un nuevo edificio justo cuando la demanda de los servicios de la institución se estaban desplomando), el FMI no tuvo más alternativa que llevar a cabo un miniajuste de plantilla.

No es fácil ajustar la plantilla en un sitio en que el becario medio cobra 300 dólares (210 euros) diarios libres de impuestos. Así­ que el ERE del Fondo fue, más o menos, como sigue.

Las compensaciones eran de entre 6 y 22 meses de salario (curioso concepto del despido libre). Tambiíén se organizó un plan de jubilaciones anticipadas que mandaba al retiro a todos los empleados de 62 años, tres menos de la edad de jubilación habitual.

Claro que, añadiendo insulto a la herida, como dicen los anglosajones (“adding insult to injury”), los que se fueran del Fondo podí­an mantener sus planes de pensiones y ejecutarlos a los 65, si así­ lo deseaban, en una espectacular plasmación práctica de cómo hay que combatir la siempre acechante y nunca realizada crisis de las pensiones y de beneficiarnos del aumento de la esperanza de vida media.

Otras durí­simas medidas fueron incluir, en determinados casos, el copago en los planes de salud, algo que el FMI lleva díécadas pidiendo que se aplique… a los demás. Y algunas medidas de crueldad incalculable. Un ejemplo era lo relativo a los viajes. Hasta entonces cuando un funcionario del FMI viajaba a otro continente, tení­a derecho quedarse, literalmente descansando, dos dí­as en un punto intermedio, con unas dietas que rondaban los 600 dólares (420 euros) diarios. Era el llamado 'stopover'. En dos dí­as de stopover, un funcionario gastaba 820 euros como mí­nimo. Casi el sueldo de un mileurista que ahora acaso el Fondo considere exorbitantemente alto.

Pero el funcionario podí­a elegir dónde se quedaba, Si iba de misión a ífrica, por ejemplo, podí­a quedarse a recuperarse del jetlag en Zanzí­bar. Si iba a Oriente medio, en el Mar Egeo. Si iba a Perú, podí­a hacer un cómodo stopover en las Galápagos. Eso, si le gustaban las vacaciones naturales. Si no, los stopovers eran en Parí­s, Londres o Miami.

í‰sa es la institución que quiere liberalizarnos.


En individuos, la locura es rara; en grupos, partidos, naciones y épocas, es la regla", Nietzsche.