Por... Beatriz De Majo C.
Con fronteras vivas sobre catorce países China tiene sobradas razones para hacer de su integridad territorial una pieza estratíégica de su política domíéstica e internacional. Por ello no es fácil asignarle un calificativo -torpeza o ignorancia- al traspiíé de los días pasados, que echó más leña al fuego en la relación de Estados Unidos con los asiáticos.
Históricamente le ha tocado al gigante amarillo enfrentar numerosos movimientos secesionistas, por lo que los asuntos de sus fronteras terrestres y marítimas han estado siempre pendientes en la agenda de lo relevante para la estabilidad del país. Por ello, la iniciativa americana de venderle un paquete de armas a Taiwán con un valor superior a los 6 mil millones de dólares no pudo menos que causar un profundo disgusto a las autoridades de Beijing. El asunto representa para los chinos un significativo paso atrás en la política norteamericana que en 1972, bajo la administración Nixon, se había plegado espontáneamente al concepto de "Una sola China" y había reafirmado su apoyo a una solución pacífica del conflicto con los separatistas de más allá del estrecho.
La cosa pasó a mayores porque el anuncio, además, tuvo lugar en el mismo momento en que Hillary Clinton culpaba a los chinos de no acompañar a Norteamíérica en el rechazo al programa nuclear iraní. Este impasse político no puede sino interpretarse como una advertencia de Estados Unidos a una nación de creciente relevancia en la escena global de que en los temas que atañen la seguridad americana, el gobierno de Obama no está dispuesto a hacer concesiones.
Pero lo cierto es que todo parece indicar que en materia de solidaridad internacional Estados Unidos necesitan a China bastante más de lo que China necesita a su socio americano. Ese es el caso de asuntos álgidos como el climático y el económico, sin hablar de asuntos tan trascendentes como el atómico de Irán y Corea del Norte. Por otra parte, China es el mayor financista hoy de la economía americana y Obama necesitará contar con la devaluación china a la hora de cumplir con su promesa de duplicar sus exportaciones en los próximos 5 años.
Ya el desencuentro entre las dos potencias había sido suficientemente infeliz para que además el asunto fuera aderezado, por el lado americano, con el anuncio de que el Dalai Lama sería recibido por las autoridades de ese país en breves días.
La inmediata y explicable retaliación china que se expresó en su amenaza de detener la cooperación militar con Estados Unidos, no es sino demostrativa del sentimiento de humillación que está quedando sembrado como efecto residual de estos inadecuados movimientos de la diplomacia y de la política militar externa del nuevo presidente americano. ¿Son ellos deliberados mensajes de fortaleza y de irreductibilidad de Norteamíérica hacia una nación que se viene transformando en un líder mundial indiscutible en lo económico y político en el mundo?
Un mejor conocimiento de la historia del Milenario país se impone. Los asuntos de su unidad territorial forman parte del credo básico de esa nación y de sus habitantes. Pisotear esos principios puede tener un alto costo político que Occidente y Estados Unidos, en particular, simplemente no perciben.