Los mismos que provocan la caída decidirán el final de la misma
Tres jornadas de subida, seguidas de dos de retrocesos que se comen casi todas las ganancias, deja claro lo que ha sido la semana. Como avisamos el sábado anterior, el oso sigue fuera de la osera y con ganas de dar zarpazos al primer repunte.
De la caída de la bolsa no le vamos a echar la culpa a Zapatero. No señor, aunque sería lo fácil, porque están bajando todas. La sombra de ZP es alargada, pero su falta de ideas para gobernar no llega tan lejos. Hundirá a este país, llamado España, de eso ya no le queda la menor duda a nadie. Pero con las bolsas no puede este ¿buen pastor?, que nos mandó la Providencia, seguramente porque nos lo merecemos.
Las bolsas van por otros derroteros y siguen los dictados de la primera bolsa del mundo. Y aquí no manda Obama. No señor. Aquí manda Wall Street, de quien tendrá que cuidarse mucho el mandatario de la Casa Blanca, a quien alguien debería explicar el refrán castellano: poderoso caballero es Don Dinero.
Este mercado lleva su marcha, como si fuese un tren de mercancías. Luego, le buscaremos razonamientos más o menos lógicos, para justificar sus movimientos. Esta semana hemos leído, un día que subía la bolsa norteamericana, que el plan de salvamento de Grecia, cotizaba al alza al otro lado del Atlántico. Supongo, que a algún broker se le ha desencajado la mandíbula de la carcajada.
Estamos alertando en expansión.com que los índices bursátiles norteamericanos definen tendencias bajistas. Y estamos asistiendo a una serie de repuntes al alza, que terminan en nuevos retrocesos. Son los típicos dientes de sierra de cualquier tendencia. En este caso, la tendencia bajista está imponiendo su ley y en cada ocasión en la que la curva de precios toca la directriz que enmarca el movimiento, devuelve de inmediato los precios a la baja.
¿Hasta cuando, o hasta donde?. Esta es la pregunta sin respuesta que se hace siempre a quien se supone que sabe de bolsa. Y una cosa es saber cómo funcionan los mercados y otra adivinar el momento en el que, los que tiene capacidad para mover el mercado, deciden que se ha acabado la caída. Cuando lo decidan, ellos ya habrán llenado las alforjas de títulos, comprados a precios de saldo a poca ropa. Pero esto funciona así. Si se quiere se toma, sino, se deja, sin críticas y sin acritud.
Venimos diciendo que invertir para perder, es tontería. Así que, quietos parados, o cortos si se sabe, y a esperar, que no hay bien ni mal que cien años dure, ni economía que lo resista.