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Autor Tema: Las burbujas que vienen  (Leído 485 veces)

anna

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Las burbujas que vienen
« en: Febrero 27, 2010, 10:39:18 am »
Las burbujas que vienen

Publicado en Expansión por A. Redondo

Cuando en 2000 explotó la burbuja puntocom, pocos podí­an prever que las medidas que se tomaron para paliar la crisis darí­an lugar a otra burbuja todaví­a peor: la del críédito.

La abundante liquidez, fruto de un entorno de tipos de interíés en mí­nimos (en EEUU estuvieron en el 1% durante 12 meses, mientras que en la eurozona se colocaron en el 2%), facilitó a muchos hogares y empresas un endeudamiento barato.

Esta situación se hizo insostenible en 2007. En el verano de ese año estalló la crisis crediticia o subprime, con la que todaví­a batallan los mercados. A diferencia de la burbuja puntocom, la crisis crediticia no se ha limitado únicamente a las bolsas, sino que ha tenido (y tiene) un impacto enorme en la economí­a. Como en 2000, los gobiernos y las instituciones aprobaron toda una baterí­a de medidas y estí­mulos para frenar la crisis. Y, como entonces, ello ha llevado a una situación en la que se podrí­an originar nuevas burbujas.

Una burbuja se origina cuando el precio de un activo registra fuertes subidas no acordes con su valoración razonable. A dí­a de hoy, no hay burbujas claras en el mercado, según los expertos, pero sí­ activos en los que podrí­an darse en el medio plazo.


Prem Thapar, director de inversiones de BNP Paribas Gestión, indica que la burbuja crediticia de 2007 todaví­a persiste en los mercados. “El apalancamiento simplemente ha cambiado de manos, ha pasado del sector privado al público”.

Los analistas ven actualmente cuatro activos en los que podrí­a originarse una burbuja: la deuda soberana, las materias primas, los paí­ses emergentes y las energí­as renovables. Y, como si de una tela de araña se tratase, todas las burbujas están interrelacionadas. Así­, por ejemplo, en China el riesgo de burbuja radica tanto en su rápido crecimiento, que ha disparado los precios de las materias primas, como en la evolución de sus inversiones en deuda extranjera.

El posible estallido de estas situaciones de excesivo optimismo supondrí­a un jarro de agua frí­a no sólo para estos activos, sino para el resto de mercados e incluso para la economí­a real.

Con la deuda a cuestas
1. Lo que más preocupa es la deuda pública, es decir, la que emiten los estados para financiar sus gastos e inversiones, y para financiar sus cada vez más desorbitados díéficit. Desde que en 2008 se agravase la crisis crediticia, los gobiernos han emitido 3,2 billones de dólares en deuda para financiar los rescates a la banca y sus diversos y costosos planes de estí­mulo económico. Tanto en EEUU como en la eurozona, los estados están sacando provecho de unos tipos de interíés en mí­nimos históricos.

Con la recuperación económica aún en entredicho, los expertos anticipan que esta tendencia va a continuar. Royal Bank of Scotland prevíé que, sólo en la eurozona, se emitan 969.000 millones de euros en deuda soberana este año, cifra que supone un incremento del 37% con respecto a los niveles de 2009.
Aunque a dí­a de hoy no exista una burbuja en el mercado de deuda, los expertos apuntan que podrí­a haber dificultades para absorber la proliferación de emisiones. Cuando los inversores no acudan a alguna de las llamadas de los estados, los gobiernos deberán pagar más para atraer a los inversores, lo que supondrá un encarecimiento de la financiación.

Existen además otra serie de riesgos en el mercado de deuda soberana que inquietan a los profesionales. Uno de ellos está ligado a las finanzas públicas.


Control del gasto
Si algún gobierno no logra cumplir con sus previsiones (al elevar su díéficit o no recortarlo en los tíérminos previstos), el mercado podrí­a penalizarle, exigiíéndole una mayor prima de emisión de deuda. Las agencias crediticias podrí­an desconfiar del paí­s y rebajarle el ráting, lo que a su vez encarecerí­a su financiación.

Esta situación se ha vivido en las últimas semanas en Grecia. Los intentos fallidos del Gobierno heleno por controlar su gasto público han desencadenado en una fuerte crisis de confianza que ha disparado su riesgo paí­s (mide la rentabilidad que se le exige al bono a diez años de un paí­s soberano frente al de Alemania, considerada una de las naciones más solventes de Europa). Esta situación se ha extendido al resto de paí­ses de la periferia europea, tambiíén en el ojo del huracán por sus elevados díéficit. En el caso de España, el riesgo paí­s se colocó por encima de los 100 puntos básicos a mediados de febrero (su máximo en la crisis está en 128 puntos).

Pero no sólo los paí­ses perifíéricos están en una situación complicada. Pablo Garcí­a, analista de la firma de inversión francesa Oddo Securities, apunta que algunas de las grandes potencias, como Reino Unido, tambiíén atraviesan serios problemas. El experto explica que el díéficit británico supone ya el 12% de su PIB (en España esta tasa está en el 9,6%).

Nuevo frente para la banca
El otro gran foco de preocupación relacionado con la deuda está ligado a los tipos de interíés. Una hipotíética subida de tipos de interíés encarecerí­a la financiación, pues los estados deberí­an ofrecer una mayor rentabilidad a los inversores.

Por otro lado, esta situación supondrí­a una píérdida de atractivo para las emisiones de deuda vivas (aquellas que ya están en mercado), lo que podrí­a dar lugar a una venta en masa de estos tí­tulos y un desplome del precio de los bonos. Entre los principales perjudicados se encontrarí­an los bancos, ya de por sí­ muy afectados por la crisis, pues han invertido cifras multimillonarias en deuda soberana en los últimos años. La banca española, por ejemplo, tiene 140.000 millones de euros en este tipo de activo en total.

Por último, China tambiíén sobrevuela los riesgos del mercado de deuda soberana. La nación asiática es uno de los principales inversores en este tipo de activo y si decidiese dejar de adquirirlo, o bien bajase el ritmo de compras, el mercado podrí­a resentirse, ya que la demanda se reducirí­a significativamente.

Diversos horizontes
2. China, por sí­ misma, constituye otra de las posibles burbujas del futuro. Y es que los mercados emergentes, capitaneados precisamente por este gigante, son otra de las historias exageradas por el mercado, según los gestores. Desde que comenzó la crisis, el í­ndice MSCI Emerging Markets, que recoge los movimientos de los principales í­ndices de los paí­ses en ví­as de desarrollo, gana un 12%, frente al 31% que pierde el MSCI World, que toma una muestra a nivel mundial. Este mejor comportamiento relativo se ha visto espoleado en los últimos años por el fuerte crecimiento de los principales paí­ses emergentes, en especial China, de doble dí­gito o casi (el mercado anticipa un crecimiento del 8% para China este año).

Kenneth Rogoff, profesor de la Universidad de Harvard y ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), apunta que esta situación no es sostenible a largo plazo. Por otro lado, señala que las fuertes medidas de estí­mulo del Gobierno chino contra la crisis ha aumentado el riesgo de que el paí­s sufra una burbuja crediticia. De hecho, el Ejecutivo del paí­s asiático ya ha comenzado a endurecer algunas de sus polí­ticas para limitar el ríécord de príéstamos y la fuerte subida de los precios de las viviendas.

Rogoff indica que el crecimiento chino se desplomará hasta el 2% de aquí­ a diez años como resultado del colapso de esta “burbuja motivada por la deuda”. Ello provocará, según Rogoff, una recesión en toda la región y en los grandes paí­ses exportadores latinoamericanos.

Pero Rogoff no es la única voz crí­tica con China. Chris Rice, gestor del fondo Cazenove European, aseguró esta semana a Citiwyre que China es “la mayor burbuja desde la tecnológica”. En su opinión, se están sobrevalorando las perspectivas de crecimiento chino.

Optimismo material
3. Por otro lado, las excesivas ilusiones en torno a los paí­ses emergentes podrí­an ocasionar una burbuja en los recursos básicos. Jacobo Zarco, socio director de Atlas Capital, señala que los precios de las materias primas industriales (cinc, acero, cobre, etcíétera) han subido mucho recientemente al calor de las altas expectativas de demanda por parte de China y el resto de paí­ses emergentes.

El año pasado, el cinc se revalorizó un 100%, mientras que el cobre ganó un 123%, por poner dos ejemplos. Los expertos creen que este buen comportamiento se rige ya más por movimientos especulativos de inversores que buscan sacar provecho de la historia emergente que por los fundamentales de las materias primas industriales.

Junto con los recursos básicos industriales, los analistas explican que podrí­a darse otra burbuja dentro de las materias primas. Prem Thapar cree que el oro cotiza a unos precios muy altos que no están justificados. Apunta a que el coste de producción de una onza de este material preciado no llega a los 300 dólares. Sin embargo, ayer se cambiaba a 1.112 dólares. En 2009 la onza se revalorizó un 24,73%, mientras que en lo que va de 2010 gana un 1,41%.

Zarco apunta que este fuerte repunte se debe a la huida de los inversores durante la crisis hacia un activo que consideran más seguro (hasta entonces, su comportamiento habí­a sido parejo al de las bolsas). Además, la debilidad de la que hizo gala el dólar frente el euro el año pasado (llegó a marcar un mí­nimo en 0,6680 euros) favoreció la subida al ajustarse el precio de la onza a la devaluación de la moneda.

La moda verde
4. La cuarta burbuja en ciernes que identifican los expertos es bursátil y tiene por protagonistas a los valores de energí­as renovables. Aunque los envites de desconfianza que sacuden desde hace semanas a los mercados de renta variable han suavizado la situación, Pablo Garcí­a cree que ha habido demasiado optimismo en torno a estas compañí­as.

En la bolsa española, Iberdrola Renovables ganó un 9,58% en 2009, mientras que Solaria se anotó un 32,2%, Abengoa, un 93,33%, Fersa, un 0,78% y Befesa, un 23,52%. Todas ellas tienen potencial alcista, según el consenso de firmas consultadas por Bloomberg.

Los analistas creen que los inversores se han dejado llevar por las expectativas de que EEUU díé un fuerte espaldarazo a estas energí­as con una nueva ley este año (Obama ha manifestado en varias ocasiones la importancia de estos recursos limpios).

Sin embargo, los expertos recuerdan que las renovables dependen todaví­a en exceso de las subvenciones públicas para ser rentables. Y, dado el fuerte ritmo de crecimiento de los díéficit públicos, los impulsos a las energí­as renovables podrí­an quedarse en el tintero.

Los riesgos de la explosión
Los expertos apuntan que la explosión de cualquier burbuja, pero en especial la de deuda o la china, tendrí­a un severo efecto en la economí­a y en las bolsas, pues minarí­a la confianza de los inversores.La de la deuda podrí­a pinchar por dos motivos.

El primero es una subida de tipos, que provocarí­a una píérdida de atractivo de las emisiones actuales, por lo que se corre el riesgo de que los inversores vendan estos bonos en masa, lo que supondrí­a la caí­da del precio de estos activos en el mercado. Por otro lado, un alza del precio del dinero supondrí­a un incremento de los costes de financiación para los estados, según Paula Sampedro, de Link Securities. Este encarecimiento tambiíén se darí­a si la burbuja explota por la segunda razón: una mayor exigencia de rentabilidad por parte de los inversores.

El pinchazo de la burbuja china provocarí­a una recesión en Asia y supondrí­a fuertes problemas para el resto de paí­ses, dada la enorme aportación de China al crecimiento económico mundial. Además, llevarí­a a la corrección del optimismo en torno a la materias primas. Ello a su vez, darí­a lugar a correcciones en los í­ndices bursátiles, arrastrados por las compañí­as de recursos básicos. Por último, las compañí­as de energí­as renovables podrí­an registrar píérdidas en bolsa si finalmente no se confirman las expectativas regulatorias.