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Autor Tema: Poemas de: LOPE DE VEGA  (Leído 2202 veces)

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Poemas de: LOPE DE VEGA
« en: Diciembre 07, 2007, 08:50:30 pm »
 

A MIS SOLEDADES VOY

A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.

¡No síé quíé tiene la aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí­ mismo
no puedo venir más lejos!

Ni estoy bien ni mal conmigo;
mas dice mi entendimiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.

Entiendo lo que me basta,
y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí­ mismo
un ignorante soberbio.

De cuantas cosas me cansan,
fácilmente me defiendo;
pero no puedo guardarme
de los peligros de un necio.

El dirá que yo lo soy,
pero con falso argumento,
que humildad y necedad
no caben en un sujeto.

La diferencia conozco,
porque en íél y en mí­ contemplo,
su locura en su arrogancia,
mi humildad en su desprecio.

O sabe naturaleza
más que supo en otro tiempo,
o tantos que nacen sabios
es porque lo dicen ellos.

Sólo síé que no síé nada,
dijo un filósofo, haciendo
la cuenta con su humildad,
adonde lo más es menos.

No me precio de entendido,
de desdichado me precio,
que los que no son dichosos,
¿cómo pueden ser discretos?

No puede durar el mundo,
porque dicen, y lo creo,
que suena a vidrio quebrado
y que ha de romperse presto.

Señales son del jí¼icio
ver que todos le perdemos,
unos por carta de más
otros por cartas de menos.

Dijeron que antiguamente
se fue la verdad al cielo;
tal la pusieron los hombres
que desde entonces no ha vuelto.

En dos edades vivimos
los propios y los ajenos:
la de plata los extraños
y la de cobre los nuestros.

¿A quiíén no dará cuidado,
si es español verdadero,
ver los hombres a lo antiguo
y el valor a lo moderno?

Dijo Dios que comerí­a
su pan el hombre primero
con el sudor de su cara
por quebrar su mandamiento,

y algunos inobedientes
a la vergí¼enza y al miedo,
con las prendas de su honor
han trocado los efectos.

Virtud y filosofí­a
peregrina como ciegos;
el uno se lleva al otro,
llorando van y pidiendo.

Dos polos tiene la tierra,
universal movimiento;
la mejor vida el favor,
la mejor sangre el dinero.

Oigo tañer las campanas,
y no me espanto, aunque puedo,
que en lugar de tantas cruces
haya tantos hombres muertos.

Mirando estoy los sepulcros
cuyos mármoles eternos
están diciendo sin lengua
que no lo fueron sus dueños.

¡Oh, bien haya quien los hizo,
porque solamente en ellos
de los poderosos grandes
se vengaron los pequeños!

Fea pintan a la envidia,
yo confieso que la tengo
de unos hombres que no saben
quiíén vive pared en medio.

Sin libros y sin papeles,
sin tratos, cuentas ni cuentos,
cuando quieren escribir
piden prestado el tintero.

Sin ser pobres ni ser ricos,
tienen chimenea y huerto;
no los despiertan cuidados,
ni pretensiones, ni pleitos.

Ni murmuraron del grande,
ni ofendieron al pequeño;
nunca, como yo, afirmaron
parabiíén, ni pascua dieron.

Con esta envidia que digo
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
de mis soledades vengo.




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Re: Poemas de: LOPE DE VEGA
« Respuesta #1 en: Diciembre 07, 2007, 08:55:19 pm »


POBRE BARQUILLA MíA

¡Pobre barquilla mí­a,
entre peñascos rota,
sin velas desvela,
y entre las olas sola!

¿Adónde vas perdida?
¿Adónde, di, te engolfas?
Que no hay deseos cuerdos
con esperanzas locas.

Como las altas naves,
te apartas animosa
de la vecina tierra,
y al fiero mar te arrojas.

Igual en las fortunas,
mayor en las congojas,
pequeña en la defensas,
incitas a las ondas.

Advierte que te llevan
a dar entre las rocas
de la soberbia envidia,
naufragio de las honras.

Cuando por las riberas
andabas costa a costa,
nunca del mar temiste
las ira procelosas.

Segura navegabas,
que por la tierra propia
nunca el peligro es mucho
adonde el agua es poca.

Verdad es que en la patria
no es la virtud dichosa,
ni se estima la perla
hasta dejar la concha.

Dirás que muchas barcas
con el favor en popa,
saliendo desdichadas,
volvieron venturosas.

No mires los ejemplos
de las que van y tornan,
que a muchas ha perdido
la dicha de las otras.

Para los altos mares
no llevas, cautelosa,
ni velas de mentiras,
ni remos de lisonjas.

¿Quiíén te engañó, barquilla?
Vuelve, vuelve la proa:
que presumir de nave
fortunas ocasiona.

¿Quíé jarcias te entretejen?
¿Quíé ricas banderolas
azote son del viento
y de las aguas sombra?

¿ en quíé gavia descubres,
del árbol alta copa,
la tierra en perspectiva,
del mar incultas orlas?

¿En quíé celajes fundas
que es bien echar la sonda,
cuando, perdido el rumbo,
erraste la derrota?

Si te sepulta arena,
¿quíé sirve fama heroica?
Que nunca desdichados
sus pensamientos logran.

¿Quíé importa que te ciñan
ramas verde o rojas,
que en selvas de corales
salados cíésped brota?

Laureles de la orilla
solamente coronan
naví­os de alto bordo
que jarcias de oro adornan.

No quieras que yo sea,
por tu soberbia pompa,
Faetonte de barqueros
que los laureles lloran.

Pasaron ya los tiempos
cuando, lamiendo rosas,
el cíéfiro bullí­a
y suspiraba aromas.

Ya fieros huracanes
tan arrogantes soplan
que, salpicando estrellas,
del sol la frente mojan.

Ya los valientes rayos
de la vulcana forja,
en vez de torres altas,
abrasan pobres chozas.

Contenta con tus redes,
a la playa arenosa
mojado me sacabas;
pero vivo,¿quíé importa?

Cuando de rojo nácar
se afeitaba la aurora,
más peces te llenaban
que ella lloraba aljófar.

Al bello sol que adoro
enjuta ya la ropa,
nos daba una cabaña
la cama de sus hojas.

Esposo me llamaba,
yo la llamaba esposa,
parándose de envidia
la celestial antorcha.

Sin pleito, sin disgusto,
la muerte nos divorcia;
¡ay de la pobre barca
que en lágrima se ahoga!

Quedad sobre la arena,
inútiles escotas,
que no ha menester velas
quien a su bien torna.

Si con eternas plantas
las fijas luces doras,
¡oh dueño de mi barca!,
y en dulce paz reposas.

Merezca que le pidas
al bien que eterno gozas
que adonde estás me lleve,
más pura y más hermosa.

Mi honesto amor te obligue,
que no es digna victoria
para quejas humanas
ser las deidades sordas.

Mas, ¡ay!, que no me escuchas.
pero la vida es corta:
viviendo, todo falta;
muriendo, todo sobra.