Por... Beatriz De Majo C.
La resistencia de China a imponer sanciones a Irán por su política atómica divorciada de los intereses mundiales pareciera estar entrando en una etapa de revisión. Esta evolución no fue obra del gobierno americano ni de ninguno de sus aliados en la vieja Europa. Fue Israel, quien amenazada de manera directa por el armamentismo nuclear de Teherán, se acercó a China para aportarle argumentos a favor de no permanecer neutral en torno al álgido tema.
La semana pasada una importante delegación de ese país se armó de toda la data estratíégica recabada desde la última visita de Ehoud Olmer en 2007 y consiguió el cambio de postura que hasta el presente parecía imposible de alcanzar. Fueron los delegados judíos los que hicieron gala de un buen manejo de la relación, de la argumentación y de la palabra. Fueron ellos los que consiguieron poner de bulto ante su contraparte china que no sumarse al resto del equipo de países del Consejo de Seguridad aislaría por completo a esa nación dentro del grupo de los otro cinco poderosos. (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia y Alemania). Fueron ellos quienes entendieron que para obtener algo de los representantes de la milenaria cultura es necesario conocer sus motivaciones, entender su lenguaje y comportarse dentro de sus parámetros. Es decir, desarrollar y aplicar lo que en chino se denomina un buen "Guanxi".
Pero si es cierto que China comienza lentamente a asumir un posicionamiento más flexible hacia las propuestas de Occidente, su posición dista mucho aún de ser la de Rusia, quien ya ha admitido por boca de Dimitry Medvedev, que en la medida en que las sanciones propuestas por los Estados Unidos no creen una crisis humanitaria en Irán, la gran nación soviíética pudiera acompañar a sus pares del Consejo de Seguridad más Alemania.
Hay que poder interpretar correctamente la posición renuente del gigante asiático. Es regla de oro en China nunca oponerse frontalmente a las posiciones de las contrapartes, tanto en el terreno de lo público como de lo privado, tanto en el terreno de lo gubernamental como de lo privado, en el de la política y en el de los negocios. En China el vocablo "No" reviste una posición tan tajante e irreductible y prácticamente nunca se acude a íél. "Tal vez" o "quizás" deben interpretarse desde Occidente como posiciones cercanas a una negativa, simplemente porque, por contrario imperio, un "Si" envuelve un compromiso ineludible, una posición de honor y en China Honor se escribe con mayúsculas.
Por ello es que lograr que Rusia manifieste algún gíénero de solidaridad con las propuestas de duras sanciones en contra del país persa propuestas por Barack Obama, Gordon Brown y Nicolas Sarkozy no tiene el mismo valor de compromiso que haber conseguido, como lo lograron los israelíes que visitaron a las autoridades de Pekín, que China se comprometa con no vetar las medidas que pudieran ser impuestas en el Consejo de Seguridad, un veto que de ser aplicado pudiera dinamitar todos los esfuerzos hechos por los países que vienen trabajando denodadamente en ponerle coto a la carrera atómica iraní.
Una fenomenal negociación se organizó desde Tel Aviv y fue el buen "Guanxi" el que obró el milagro.