La políémica reducción del 0,20 por ciento en el Producto Interno Bruto (PIB) de Brasil, conocida esta semana, puede ser encarada con una óptica más optimista o desde un ángulo más pesimista, dijeron analistas económicos.
En la controversia, los optimistas muestran que pudo haber sido peor, teniendo en cuenta lo que ocurrió en las economías más desarrolladas, y que al fin y al cabo Brasil tiene el sexto mejor resultado anual entre los países del G-20, aunque sea negativo.
Los otros dijeron que, precisamente, los países de ese grupo con resultados positivos en 2009 incluyen, además de los gigantes China e India, a Indonesia (crecimiento de 4,5 por ciento), Australia (+2,7 por ciento) y Corea del Sur (+0,2 por ciento).
Los críticos del gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva han insistido en que la disminución del PIB en 2009 es el primer resultado negativo en 18 años, despuíés de la reducción de 0,5 por ciento en 1992.
Si se observa el gráfico de esas casi dos díécadas, se percibe un padrón casi regular: despuíés de los años de crecimiento fuerte, invariablemente vienen años de crecimiento sensiblemente menor.
Es así que en 1993 el país consiguió crecer 4,7 por ciento y, en 1994, 5,3 por ciento, para luego volver a 4,4 por ciento en 1995 y caer a 2,2 por ciento en 1996; una ligera recuperación a 3,4 por ciento, en 1997, fue seguida por una violenta caída a 0,04 por ciento en 1998.
En 1999 el crecimiento se limitó a 0,3 por ciento, para luego saltar a 4,3 por ciento en 2000, pero ya en 2001 había caido a 1,3 por ciento. En 2002 llegó a 2,7 por ciento, para volver a caer a 1,1 por ciento en 2003; pero en 2004 consiguió llegar a 5,7 por ciento, entonces la tasa más alta del periodo.
Sin embargo, al año siguiente (2005) se llegó a sólo 3,2 por ciento, y apenas a 4,0 por ciento en 2006. Entonces, en 2007, se llegó a la tasa más alta, 6,1 por ciento, para volver a 5,1 por ciento en 2008 y caer al campo negativo en 2009.
Es lo que muchos economistas llaman "vuelos de gallina", cortos y nunca muy altos, algo que ha caracterizado a la economía brasileña desde la gran crisis del petróleo de la díécada de 1970.
Las reformas económicas implantadas por el presidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2002) consiguieron eliminar el fantasma de la inflación, que corroía los avances, pero no modificaron la naturaleza del ave, que siguió volando como gallina.
Una comparación con los demás países sudamericanos (excluidos Surinam y Guyana) muestra que todos, hasta los más pobres de los vecinos de Brasil, consiguieron crecer más entre 2003 y 2008, según datos de Cepal (la Comisión Económica para Amíérica Latina de la ONU).
En ese periodo, Argentina creció 63,58 por ciento (acumulado), Uruguay 52,71 por ciento, Perú 50,19 por ciento, Venezuela 49,93 por ciento, Colombia 36,22 por ciento, Ecuador 34,52 por ciento, Chile 31,44 por ciento, Paraguay 31,04 por ciento y Bolivia 29,94 por ciento.
Brasil, la mayor economía de la región, sólo consiguió crecer 27,41 por ciento en el referido periodo.
El lapso de seis años considerado coincide con la mayor parte del gobierno del presidente Da Silva, que con su habitual estilo exagerado había anunciado un "espectáculo de crecimiento".
Ahora, el presidente se ha quejado de que pudo ver "el esbozo de una sonrisa" en algunos de los rostros de personas que fueron a la televisión a comentar el triste resultado del PIB.
La reducción de 9,9 por ciento en las inversiones no es la única razón para el resultado de 2009, pero constituye la mayor disminución de ese importante factor en los últimos 19 años.
De acuerdo con la economista Virene Matesco, de la Fundación Getulio Vargas (FGV Management), "la gallina no vuela porque no tiene sustentabilidad. Y con las tasas de inversión de Brasil, no hay como cambiar ese escenario".
Matesco señaló que el país necesita inversiones del orden del 25 por ciento del PIB, por lo menos, para alcanzar un crecimiento sustentable. Y en 2009 sólo invirtió 16,7 por ciento (en 2009, antes de la crisis, había invertido 18,7 por ciento).
Los optimistas señalan que 2009 ya es el pasado, y hay que concentrar la atención en 2010, cuando es casi unánime la opinión de que el país podrá crecer entre 5,5 y 6 por ciento.
El veterano economista Delfim Neto, ex ministro de los gobiernos militares (1964-85) y consejero del presidente Da Silva, señaló que el buen resultado de 2010 constituye "una fatalidad aritmíética", dada la díébil base de comparación.
Pero el presidente de la Asociación Brasileña de Industrias de Base (Abdib), Paulo Godoy, advirtió que ese mismo crecimiento colocará sobre la mesa nuevamente el problema de las inversiones insuficientes.
"La presión sobre la capacidad de la infraestructura brasileña será aun mayor y no tengo dudas de que necesitaremos expandir el volumen de las inversiones, para evitar que los 'cuellos de botella', que conocemos tan bien, impongan restricciones a la expansión de la economía", dijo Godoy.