Por... Robert J. Shiller
NEW HAVEN – Pocos economistas predijeron la crisis económica actual, y hay poco acuerdo entre ellos acerca de sus causas últimas. Así es que no es de sorprender que no estíén en posición de predecir con quíé rapidez ha de terminar.
Por supuesto, todos sabemos las causas aproximadas de una crisis económica: la gente no gasta porque sus ingresos han caído, sus trabajos son poco seguros, o ambos. Pero podemos retroceder un paso: los ingresos de la gente son más bajos y sus trabajos son poco seguros porque desde hace un tiempo no estaban gastando, y así sucesivamente hacia atrás, en un proceso que se retroalimenta a sí mismo.
Es un círculo vicioso, pero ¿en quíé punto comenzó? ¿Por quíé empeoró? A estas preguntas los economistas no han podido ofrecer respuestas claras.
El estado del conocimiento económico era igual de lamentable en la Gran Depresión que siguió al colapso de la bolsa de valores de 1929. Los economistas tampoco la pudieron predecir. En los años 20, algunos advirtieron que el mercado de valores tenía precios excesivos, pero no predijeron una depresión que duraría díécadas y afectaría a toda la economía.
A finales de la Gran Depresión, en agosto de 1938, un artículo de Ralph M. Blagden en el The Christian Science Monitor informó de una serie de entrevistas informales a “profesores, expertos bancarios, líderes sindicales y representantes de asociaciones empresariales y facciones políticasâ€, a todos quienes se les hizo la misma pregunta: “¿Quíé causa las recesiones?†La multiplicidad de respuestas era desconcertante, y a nadie le inspiró confianza de que alguien supiera lo que había causado la crisis más profunda del capitalismo.
Las causas mencionadas se “distribuían ampliamente entre el gobierno, el sector laboral, la industria y las políticas internacionalesâ€. Incluían una errada interferencia del gobierno en los mercados, impuestos a los grandes ingresos y las ganancias de capital, una política monetaria equivocada, presiones para el aumento de los salarios, monopolios, excesos de existencias, incertidumbre por el plan de reorganización de la Corte Suprema, el rearme de Europa y el temor a una guerra, el estímulo del gobierno a las disputas laborales, el descenso de los ahorros debido a la baja demográfica y la facilidad de acceso al críédito antes de la depresión.
Si bien en la actualidad la teoría económica ha mejorado mucho, si preguntamos a la gente acerca de la causa de la crisis actual, obtendremos principalmente las mismas respuestas. Ciertamente escucharíamos otras nuevas tambiíén: burbujas inmobiliarias sin precedentes, un exceso de ahorros globales, contratos financieros exóticos, hipotecas basura, mercados extra-bursátiles no regulados, errores de las agencias de calificación, tasaciones inmobiliarias no imparciales, y complacencia acerca de los riesgos de las contrapartes.
Es probable que muchas o la mayoría de estas personas tendría razón o gran parte de ella, ya que la crisis económica fue causada por la confluencia de varios factores perversos que empujaron al sistema financiero más allá de su punto de quiebre. En ese punto, los problemas recibieron la atención de todos, destruyeron la confianza pública y dieron inicio a un círculo vicioso.
Despuíés de todo, nuestra atención se dirige naturalmente a los peores acontecimientos. Precisamente porque son casos atípicos en tíérminos estadísticos, es probable que sus causas sean múltiples.
Considíérese el problema de predecir acontecimientos como el terremoto de enero de 2010 en Haití, que mató a más de 200.000 personas. Llamó nuestra atención porque fue tan terrible en tíérminos de vidas y daños materiales. Sin embargo, si fuíéramos más allá de intentar predecir los terremotos y nos centráramos en predecir el nivel de los daños, seguramente podríamos enunciar una larga lista de factores que contribuyen -lo que incluye hasta factores políticos, financieros y de seguros- y que se asemejan a la lista de factores que causaron la crisis económica global.
De hecho, la lista de causas de la crisis no tiene fin, ya que, en un sistema económico complicado que se retroalimenta a sí mismo de varias maneras, los acontecimientos que dan inicio a un ciclo vicioso pueden parecer tan triviales como la proverbial mariposa del Amazonas que, al mover las alas, genera una cadena de acontecimientos que terminan por producir un huracán en tierras lejanas. La teoría matemática del caos explica esta dependencia basándose en condiciones iniciales remotas y aparentemente triviales, y explica por quíé incluso la extrapolación de movimientos planetarios aparentemente precisos se vuelve prácticamente imposible si se intenta para un futuro demasiado lejano.
Los pronósticos del clima tampoco pueden predecir momentos demasiado futuros, pero al menos cuentan con modelos matemáticos precisos. Las computadoras paralelas masivas están programadas para dar soluciones numíéricas de ecuaciones diferenciales derivadas de la teoría de la dinámica de fluidos y la termodinámica. Los científicos parecen conocer el mecanismo que genera las condiciones climáticas, incluso si es inherentemente difícil extrapolar demasiado hacia el futuro.
El problema para la macroeconomía es que los tipos de causas mencionadas para la actual crisis son difíciles de sistematizar. Los modelos matemáticos a disposición de los macroeconomistas pueden asemejarse a los modelos climáticos en algunos aspectos, pero su integridad estructural no está garantizada por nada parecido a una teoría inmutable y sólida.
El libro de publicación reciente más importante acerca de los orígenes de la crisis económica, This Time Is Different (Esta vez es diferente), escrito por Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, es en esencia un resumen de las lecciones aprendidas con prácticamente cada crisis financiera ocurrida en los países a lo largo de la historia. Sin embargo, es casi completamente no teórico. Meramente documenta patrones recurrentes. Lamentablemente, en 800 años de historia financiera, sólo hay un ejemplo de contracción mundial realmente masiva: la Gran Depresión de los años 30. Por ello, es difícil saber exactamente quíé esperar de la actual contracción si se utiliza el análisis de Reinhart-Rogoff.
Esto nos deja intentando usar patrones de crisis pasadas no similares para intentar inferir la probable prognosis de la actual. Como resultado, sencillamente no sabemos si la recuperación será sólida o decepcionante.
Robert J. Shiller es profesor de Economía en la Universidad de Yale, economista en jefe de MacroMarkets LLC y autor, junto a George Akerlof, de Animal Spirits: How Human Psychology Drives the Economy and Why It Matters for Global Capitalism.