¿Argentina 2001= Grecia 2010?
El Economista
Cualquiera que tenga conocimiento de la crisis financiera a la que se enfrentó Argentina hace nueve años observará paralelismos con lo que ha sucedido esta semana en Grecia, el colapso de sus bonos despuíés de las insinuaciones de que el primer ministro heleno, Giorgios Papandreu, estaba poniendo trabas a lo que parecen ser unas condiciones de financiación muy estrictas por parte del FMI. Al menos, es lo que considera Michael Casey, de Wall Street Journal.
"Grecia está atrapada en una trampa política y financiera similar a la que hizo que Argentina llegara a proclamar el mayor default soberano de la historia en diciembre de 2001", afirma el columnista.
Así, apunta que se está gestando un círculo vicioso en el que la píérdida de confianza de los inversores alimenta a su vez una caída en el precio de los bonos y una masiva salida de capital de los bancos griegos.
Esto hace aún más difícil para el Gobierno encontrar financiación, lo que exige un compromiso mayor de austeridad fiscal, a lo que la población responde con una resistencia creciente. Esto obliga a las autoridades a hacer declaraciones de apoyo a sus ciudadanos y en contra del interíés de los acreedores, a saber, el FMI y el resto de miembros de la zona euro.
Y como sucedió en Argentina con el ríégimen de convertibilidad previo al año 2002, que fijaba rígidamente el valor del peso al del dólar estadounidense, "a Grecia se le niega ahora la única posibilidad de reducir ipso facto el terrible dolor económico que atraviesa: una devaluación de su divisa".
Con el ejemplo de Argentina, "es posible concebir (salvando las distancias) como puede Grecia cumplir sus promesas de recortar el gasto y subir los impuestos lo suficiente como para llevar su díéficit, que ronda el 13% del PIB, a una zona más creíble", señala Casey, que añade que esto tendría un impacto devastador sobre la población griega.
Medidas muy impopulares
Las decisiones que deben tomarse tienen un coste político tan alto que "nadie dentro o fuera de Grecia puede hacer frente a estos desafíos", y las autoridades no hacen más que repetir que todo está bajo control, igual que en su día sucedió en Argentina.
Sin embargo, en paralelo los dirigentes, políticos en Argentina apostaron entonces por un juego diferente y en última instancia destructivo. Así se puede observar en las experiencias del ex ministro de Economía, Ricardo López Murphy.
Despuíés de tomar posesión del cargo, presentó un plan de austeridad en el que se contemplaba una reducción del 13% en las pensiones estatales. La consecuencia fue fulminante: ocho días despuíés fue despedido tras la ola de protestas y la fíérrea oposición del Congreso argentino. Inevitablemente, los bonos argentinos cayeron todavía más y la ecuación de la deuda se hizo todavía más tóxica.
Una historia de promesas incumplidas
Michael Casey destaca como a lo largo de sus luchas con el FMI, antes y despuíés de su crisis, los gobiernos argentinos de diferentes colores ofrecían promesas al organismo internacional que despuíés no cumplían, una vez que sopesaban los costes políticos de cumplir los duros requisitos.
El coste final de ignorar los llamamientos de la comunidad internacional ha sido muy elevado. El país sigue aislado de los mercados internacionales. Pero en este momento, cuando las tasas de pobreza son altas y la deflación esta desgarrando la sociedad, el país parece ser algo más frío y racional con el uso del poder soberano.
"Despuíés de haber vivido la historia de Argentina, no puedo dejar de encontrar ecos de la misma en Papandreu y sus relaciones con el FMI y la UE. Pero Grecia tiene algo con lo que Argentina no contaba, un protector que lo necesita para sobrevivir. A EEUU no le importaba si Argentina se quedaba vinculada al dólar, pero Alemania tiene mucho que perder si se abandona Grecia al euro", comenta Casey.
"Al final, sin embargo, todo se reduce a la política", asegura este columnista. "En este caso, un cálculo político de que merece la pena apoyar a los miembros derrochadores que comparten la moneda única para salvar el euro, que es el símbolo clave de la integración europea posterior a la Segunda Guerra Mundial", concluye.