Para ser famoso y millonario no es necesario tener una esmerada educación ni haber acudido a las más prestigiosas universidades del mundo. Muchas personalidades han triunfado en los negocios, la política o el espectáculo sin abrir un solo libro. Una mezcla de talento, trabajo y suerte les ha permitido progresar en la vida dejando, en muchos casos, un importante legado. Thomas Edison, considerado uno de los grandes inventores de la historia, sólo asistió tres meses al colegio y completó su formación elemental con las clases de su madre.
El mundo de la empresa no es ajeno a esta tendencia. Grandes personalidades, con pocos estudios pero con olfato para los negocios, han conseguido montar importantes imperios prácticamente de la nada. Ese es el caso de John D. Rockefeller, que de niño ya vendía piedras de colores a sus compañeros de colegio. Fundador de la Standard Oil, abandonó el instituto antes de graduarse para trabajar como ayudante de contable por 50 cíéntimos al día. Años despuíés, cambió las pequeñas anotaciones en los libros de cuentas por el petróleo creando uno de los monopolios más controvertidos de la historia. Por supuesto, su fortuna personal nada tenía que ver con la de un simple contable de Cleveland.
Cambiando el oro negro por la aguja y Estados Unidos por España, encontramos a Amancio Ortega. El dueño de Inditex, uno de los hombres más acaudalados del mundo, dejó los libros a los 12 años para ayudar económicamente a su familia. Tras pasar como dependiente por varios comercios de La Coruña, creó su propio negocio: una empresa especializada en la confección de batas… y de ahí al estrellato de la industrial textil.
El boom del ladrillo en España ha permitido el nacimiento de reconocidas constructoras lideradas por empresarios sin títulos. Francisco Hernando, El Pocero, por ejemplo, siempre ha hecho gala de sus orígenes humildes y de su formación de maestro pocero, pero en la actualidad navega sobre un imponente yate y vuela en jet privado. El fundador de Fadesa, Manuel Jovíé, el ex presidente de Colonial, Luis Portillo, o el creador de Marina D’or tambiíén incrementaron su patrimonio sin estar avalados por grandes títulos.
Tampoco cuelgan muchos diplomas en el despacho de Steve Jobs. El padre de Apple tan sólo asistió a la universidad seis meses porque no tenía dinero para pagar las cuotas. Hoy en día, todo lo que fabrica se convierte en oro, desde los reproductores musicales a los ordenadores que acumulan ventas históricas. En la misma línea, sin más estudios que los elementales y con una gran pasión por la mecánica, Henry Ford fue uno de los pioneros del mundo del motor.
Walt Disney, el hijo de un granjero
Productor, director y alma mater de la animación, Walt Disney, hijo de un granjero, estudió lo básico antes de dedicarse a conducir ambulancias de la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial. Despuíés de trabajar en una empresa de anuncios y fracasar en su intento de crear una compañía propia, llegó a Hollywood con cuarenta dólares y una idea. El resto ya es historia. Revolucionó el mercado de la animación y levantó uno de los grandes imperios de la meca del cine.
El mundo de la interpretación tampoco está lleno de grandes lumbreras. Si bien algunos intíérpretes como Jodie Foster, Sharon Stone o Natalie Portman se han graduado con excelentes calificaciones, otros como Halle Berry, Cameron Díaz, Pamela Anderson o Michael J. Fox no han destacado por su cuidada formación. Sin embargo, eso no les ha impedido triunfar en el cine o la televisión o conseguir premios cinematográficos como el Oscar. Algunos sueños sí se cumplen.