Por... Arturo Guerrero
El tiempo es la más democrática de las dimensiones humanas, la que iguala verdaderamente a los vivientes. Hay quienes tienen más espacio, más metros cuadrados de vivienda o de negocio, más hectáreas de tierra. Pero todos tienen el mismo tiempo.
De ahí la ironía de los cartelitos callejeros que venden 'minutos' para celular. En apariencia ofrecen tiempo, en realidad dan el uso de un aparato tasado en duración. Nadie vende tiempo, nadie en consecuencia logra comprarlo.
El patrón paga las ocho horas del empleado o del obrero -antes eran ocho, hoy se multiplican gratis-, pero no puede agregar esas horas a la contabilidad de su propia vida. No compra tiempo para sí, adquiere lapsos ajenos de destreza gracias a los cuales incrementa su fortuna.
El vendedor de minutos en la esquina, el dueño de la empresa, el trabajador, la ama de casa, poseen idíéntica suma de tiempo. Cada cual lo emplea como quiere o como puede, pero ninguno es capaz de estirar sus momentos.
"El tiempo es todavía una ventaja formidable porque nadie tiene más que el resto", filosofa Daniele Huillet, cinematografista francesa fallecida que trabajaba al unísono con su esposo Jean-Marie Straub, en cintas elocuentes de tiempos muertos y silencios. ¿En quíé consiste esa ventaja?
En que el tic tac mecánico marca la inexorable identidad de toda existencia regulada. No hay emperador ni tirano que tenga privilegio, ningún millonario es millonario en minutos propios, ningún pordiosero tiene díéficit de horas.
La muerte, por supuesto, sella el final del tiempo individual, y esta abrupta interrupción puede ser propinada desde el abuso de algún poder. Pero en este caso el asesino no se lleva botín alguno. No añade un ápice a la contabilidad de su desgraciada subsistencia, así haya multiplicado por genocidio la cantidad de sus víctimas.
No existe transfusión de tiempo, no es posible donar el órgano de la duración ni arrebatar un segundo ajeno para prolongar el resuello personal. Ventaja formidable, íésta de contar cada uno con un tesoro intransferible, tasado en porciones equivalentes, no sujeto a robo, confiscación ni tráfico. El tiempo no es oro, es más que oro. El tiempo es vida.