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Autor Tema: 'Bilderberg no dirige el mundo pero tiene un poder desproporcionado'  (Leído 355 veces)

Eguzki

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'El Club Bilderberg se ha convertido en una reunión de viejos'
'Hay 6.000 personas en el planeta con mucho más poder que el resto'
'Me temo que los cambios que hay que hacer no llegarán sin sobresaltos'

Madrid.- Unas 6.000 personas en el planeta tienen más poder que el resto. Dicho así­ suena 'conspiranoico', pero David Rothkopf es ex socio de Henry Kissinger, blogero de Foreign Policy, escritor, y probablemente el mayor experto internacional en grupos de poder. Según íél, la reunión del Club Bilderberg que comienza hoy en Sitges no es más que "un encuentro de viejos".

Pregunta.- Hay quien cree que un pequeño grupo de gente domina el mundo a travíés de instituciones como el Club Bilderberg. Usted defiende que existe una 'superelite'. ¿Quíé diferencia hay entre usted y un 'conspiranoico'?

Respuesta.- Yo no creo que un pequeño grupo de personas dirija el mundo, yo creo que hay gente con considerablemente más poder que el resto, y que dentro de ese grupo hay una especie de superelite de cerca de 6.000 personas que dirigen las compañí­as más grandes, acumulan la mayor parte del dinero, y tienen más influencia polí­tica o religiosa que el resto. Pero son un grupo diverso entre los que existen conflictos de intereses. Esos conflictos de intereses entre los más poderosos son una de las principales razones por la que los teóricos de las conspiraciones están equivocados.

P.- Hoy empieza en Sitges la reunión del Club Bilderberg. En su libro 'El Club de los Elegidos' lo califica como un 'encuentro de viejos'. ¿No cree que tanto secretismo es lo que hace que la gente crea que hay mucho más?

R.- Creo que Bilderberg ha dejado atrás sus mejores tiempos por varias razones. Una es que muchos de sus miembros son viejos; otra es que son encuentros propios de otras íépocas, basados en un mundo en el que para las elites era más difí­cil interactuar. Ahora, gracias a las mejoras en las telecomunicaciones y los transportes, incluso un negocio pequeño puede ser global. Pero el secretismo sigue, añade mí­stica y al final, creo, da la sensación de que son encuentros mucho más importantes de lo que realmente son.

P.- Aunque no exista lo que podamos etiquetar como "los amos del mundo", la 'superelite' se parece bastante.

R.- Insisto, la 'superelite' no dirige el mundo. No controlan nuestras vidas, pero tienen un poder desproporcionado en un contexo polí­tico que se supone que deberí­a garantizar a todos el mismo estatus. Han conseguido influir en el sistema de manera que les permite mantener sus privilegios, ampliar el retorno de sus inversiones, poníérselo difí­cil a sus rivales... lo que lleva a establecer una serie de prioridades que no son de interíés general. Su existencia ha generado graves desigualdades y eso nos lleva a tomar decisiones peligrosas. Es lo que más me preocupa.

P.- Entonces, ¿Bilderberg no demuestra que un pequeño grupo de personas que domina el mundo y no les importa lo que les ocurra a los demás?

R.- No, Bilderberg únicamente demuestra que las elites tienen interíés por conectarse entre ellas para ayudar a impulsar sus intereses, entender las tendencias globales, y encontrar ví­as de comunicación. A los 'conspiranoicos', les pedirí­a que echen un vistazo a lo que le ha pasado al mundo a lo largo de la existencia de Bilderberg o esos otros grupos y que se pregunten si las instituciones que controlan o los paí­ses en los que influyen parecen tan bien coordinados o han producido resultados tan consistentes como se dice.

P.- ¿Cree que esa falta de democracia es únicamente culpa de los polí­ticos, las multinacionales... o la gente común tambiíén tiene alguna culpa?

R.- Por supuesto, la gente común tambiíén es responsable de lo que pasa por no ser consciente de lo que ocurre y no desafiar el statu quo. Consideremos el ejemplo de la crisis. Los banqueros han conseguido crear un mercado escasamente regulado de instrumentos muy arriesgados que antes eran ilegales. La consecuencia son unos riesgos que afectan dramáticamente a millones de vidas. Así­ se han hecho ricos, arriesgaron millones, y cuando las cosas se torcieron tienen el poder de lograr que los gobiernos les apoyen con planes de rescate pues sus negocios son "demasiado grandes para caer". Eso le pasa a tu barbero y se queda sin dinero. Y esa no es la forma de dirigir una sociedad que se supone que está interesada en lograr un sistema más equitativo o más estable.

P.- La Clinton Global Iniciative, el Sangri La Dialogue, el Institutuo Aspen, , el Grupo de los 30, el Bancote Pagos Internacionales, el Encuentro entre Padres e Hijos, el Council for Nacional Policy... ¿No cree que hay demasiadas instituciones con demasiado poder tomando demasiadas decisiones?

R.- Creo que los mecanismos de interacción entre las elites son inevitables. Lo que es importante es que cuando hay cuestiones globales o amenazas comunes, necesitamos mecanismos impulsados por y para todas las personas que puedan llenar los vací­os que crea la incapacidad de los gobiernos para enfrentarse a esos temas. El problema es que la mayorí­a de los mecanismos informales para coordinar acciones privadas son, en comparación, mucho más fuertes que la mayorí­a de los mecanismos para coordinar las acciones públicas o de los gobiernos. Los gobiernos nacionales están demasiado asustados a la hora de ceder poder a los mecanismos globales, que es lo que explica por quíé son todos tan díébiles... y por quíé están diseñados para ser díébiles. En este siglo será necesario desarrollar autíénticos mecanismos de gobierno global, que sean fuertes, y no sólo de 'gobierno' que carezca de capacidad para hacer cumplir sus decisiones sino que tenga verdadera capacidad de gobernar.

P.- Acaba su libro preguntándose si conseguiremos un mundo en el que exista un equilibrio el mercado y los gobiernos, los electores y los elegidos. ¿En que manera la crisis está respondiendo a su pregunta?

R.- Soy optimista al pensar que vamos a enfrentarnos a las diferencias que han causado tanta injusticia y tristeza. Pero temo que no será, como no ha sido a lo largo de la historia, sin grandes sobresaltos. Tenemos la tendencia a no reformar los sistemas en los que nosotros - y las elites- estamos tan a gusto cuando no hay crisis. Vivimos en una era en la que hay tantas cosas que han quedado obsoletas y pasadas de moda, y los tiempos han quedado fuera de sintoní­a con las normas según las cuales jugamos. Creo que estamos entrando en una era de inestabilidad real marcada por este tipo de crisis. Es una lástima, pero me temo que es lo que pide la naturaleza humana.