El átomo Maestro en el Escudo de Plata determina cómo hemos de protegernos en casos
de accidentes o de enfermedades infecciosas; porque íél es el que regula esta energía de reserva
y, si invocamos la voluntad determinativa de la Naturaleza, poseeremos una gran reserva
de esta vitalidad elemental. Cuando nos colocamos bajo la inteligencia directriz del átomo
Maestro, íéste, con frecuencia, nos exige que extendamos este poder a cuerpos enfermos, lo
cual les ayuda a volver a la condición normal.
Es interesante notar que, el átomo Maestro puede sentir las condiciones anormales de las
gentes que nos rodean y, para proteger a su propio instrumento, trata de ayudar a los átomos
obreros de los cuerpos de otros, en su vecindad. Cuando un estudiante rocía la atmósfera de
una persona con esta fuerza curativa, tal persona, al alejarse, observa cuánto más fuerte y vitalizada
se siente. Por esto, tambiíén, las personas enfermas gustan de asolearse en la atmósfera
de cuerpos sanos. Pero la gente egoísta nunca puede atraer esta energía del átomo Maestro;
aunque, con frecuencia, tratan de absorberla de otros.
Poco se da cuenta el hombre de cuán grande es esta fuerza latente de reserva, y de cuán
rara vez la utiliza. Cuando sirvamos a la Naturaleza, íésta nos servirá cuatro veces más.
Existe un plano en las esferas internas llamado “El Mundo de Secretosâ€. Extraño es decirlo,
pero los Iniciados mahometanos son quienes lo conocen mejor. Pero existen reglas que
les impiden revelar tal conocimiento.
En ese plano, el estudiante puede ver los inventos, que el hombre utilizará en el futuro;
algunas veces, si es digno y el tiempo es oportuno, estudiará un invento y se le permitirá traerlo
al mundo.
Los primitivos rosacruces europeos enseñaban a sus estudiantes a abandonar sus cuerpos
y penetrar en ese plano secreto, del que guardaban muchos inventos ocultos, hasta que el
mundo estaba preparado para ellos. El poder de transmutar los metales bajos en oro, era conocimiento
común para los Iniciados; pero lo empleaban, únicamente, para favorecer ciertas
causas; tales como la dotación de hospitales, asilos para los pobres y los ancianos, y para centros
de saber para los jóvenes.
A los cientistas no se les permite ir más allá de cierto punto; pues la Naturaleza interviene y
cierra, por un tiempo, las actividades en ciertos campos de la Ciencia. Si algunos trata de revelar algo,
para lo cual el mundo no está preparado, se le advierte tres veces y, si persiste, es eliminado.
Esto ocurrió a una gran alma, a la cual tuve el privilegio de conocer; aunque, no supe su
nombre ni la gran obra que estaba realizando por sus país, hasta despuíés de su muerte.
Nos encontramos, aparentemente por casualidad, en un país extranjero; sólo más tarde
me di cuenta que había venido de muy lejos, para encontrarme y saludarme. Una tarde, al regresar
a mi habitación, lo encontríé sentado en mi sillón. Sentí extrañeza de que se encontrara
allí, pues no le había dado a conocer mi nombre ni mi dirección; sin embargo, antes de salir,
yo había dado orden de que encendieran fuego en la chimenea. Por quíé di esa orden, yo no lo
síé; pues era muy pobre y llevaba vida de estudiante. Sin embargo, cada vez que daba orden de
que encendieran fuego, aquel invierno, al volver de la clase de la tarde, encontraba a dicha
persona en mi habitación.
Antes de morir, habló ante un auditorio de hombres de ciencia y les prometió que, en la
conferencia siguiente, les revelaría un gran descubrimiento que había hecho, despuíés de dieciocho
años de investigación, para descifrar un antiguo documento arábigo sobre alquimia,
que daría una nueva base a la química. Pero tal revelación no debía hacerse y murió. El mundo
no estaba preparado para tal conocimiento.
En este plano de secretos, se pueden ver modelos de aviones y de locomotoras, enteramente
diferentes de los que se conocen ahora; y máquinas destructivas, cuidadosamente,
guardadas de aquellos que las utilizarían contra la raza humana. Existen tambiíén míétodos con
los cuales se extirparía, en corto tiempo, el hambre y extinguirían los gíérmenes propagadores
de enfermedades y venenosos, en una extensa área. He visto líquidos solidificados, que retiene
su forma sin molde alguno y sin perder sus propiedades, y flúidos germinativos que producen
longevidad por cientos de años. Tambiíén he visto libros que iluminarán las mentes de generaciones
futuras.