Es interesante introducirse en la significación de los elementos y personajes de los cuentos. Esto nos aportará datos adicionales sobre su importancia.
En La Bella Durmiente del Bosque, la rana que pronostica a la reina (atribulada porque no tiene hijos) que pronto dará a luz una niña, simboliza, al vivir en el agua y en la tierra firme, la facultad de captación de la atmósfera espiritual, y es por lo tanto augur del tiempo que vendrá. “A la princesa reciíén nacida la rodean en la fiesta doce hadas. Pero las hadas del reino eran trece, y sucedió que el rey y la reina sólo tenían doce platos de oro para servirlas, así que dejaron de invitar a una.â€
Doce son los signos del zodíaco, por los cuales recibía el hombre su sabiduría. Las mujeres sabias o hadas personifican las fuerzas que se ejercen entre el cielo y la tierra. Pero ¿y la decimotercera? Antiguos mitos hablan de un consejo de los dioses que constaba de doce consejeros y un decimotercero: Loki o Ludur, el exterminador, el Lucifer de los nórdicos, que siempre mantiene cierta oposición. De puntillas, el mito se cambia las ropas por las de las hadas y se mete en el cuento. “Al terminar el banquete cada una de las hadas concedió una gracia a la niña. Cuando ya once habían hablado se presentó la decimotercera, que exclamó: La princesa se pinchará con un huso el día de su decimoquinto cumpleaños y caerá muertaâ€. Pero el hada número doce no había hablado todavía y para anular la fatal sentencia se adelantó y dijo: “La niña no morirá, sino que quedará dormida en un sueño profundo que durará cien añosâ€.
El hada decimotercera simboliza la Tierra, que lleva dentro de sí el aguijón de la muerte. Cuando el príncipe llega a despertar a la Durmiente, nunca se aclara de dónde viene, pero viene a cumplir el destino. La Bella Durmiente es un cuento sobre el destino.
En Blancanieves “La reina cosía junto a una ventana. Caían los copos de nieve. Mirando caer la nieve la reina se pinchó un dedo. El rojo de la sangre se destacaba sobre el fondo blanco: ¡Ah! si pudiera tener una niña blanca como la nieve, de labios rojos como la sangre y el cabello negro como la madera de íébanoâ€.
La nieve cae del cielo, y su blancura siempre ha sido connotación de pureza. La imagen “rojo como la sangreâ€, ¿no nos trae a la memoria el corazón? La niña será de corazón afable y sensible. El negro de los cabellos alude a la fortaleza de la que luego tendrá que hacer alarde para superar sus tribulaciones. Cuando la reina muere y aparece la madrastra, el espejo es el Gran Consultor: “Señora reina, eres como una estrella, pero Blancanieves es mil veces más bellaâ€.
Esotíéricamente, el espejo es el ojo universal que todo lo percibe. Decimos, cuando se trata de autojuzgarse: “Hay que ponerlo frente a un espejoâ€. El espejo es la conciencia de la reina, que le grita la verdad. La madrastra echa a Blancanieves del castillo, así como el hada mala de la Bella Durmiente deja su profecía, pero ¿son malas en realidad? ¿o son simplemente el instrumento del destino para que las heroínas encuentren la felicidad?
Blancanieves tiene siete años, encuentra a siete enanos que hacen siete preguntas, la camita adecuada para ella es la número siete…
-La Bella Durmiente es, esotíéricamente, el cuento del doce, la cifra del espacio;
Blancanieves es el cuento del siete, la cifra del tiempo, y en Caperucita Roja, la criatura terrestre, ya no hay número alguno.
Blancanieves es más bella que la reina porque íésta simboliza la belleza terrestre, y Blancanieves la belleza del alma surgida bajo el influjo de la nieve. Se pincha con el peine ponzoñoso que le trae la madrastra, pero los enanos ponen remedio (hay que recordar que tambiíén la Bella Durmiente se pincha con el huso). Aquí es la imagen del mundo terrenal obrando como espina irritativa sobre el mundo del alma.
Finalmente, aparece la manzana, el fruto de la Tentación, que sume a Blancanieves en un profundo sueño, encerrada en su ataúd de cristal, imagen de la forma en que el alma humana se halla hoy en el mundo.
La Bella Durmiente, Blancanieves y Caperucita Roja son cuentos arquetípicos, cuyo tema es el destino, el descenso del alma desde las regiones etíéreas hasta las terrestres y su posterior ascenso, ya purificada y transmutada. í‰ste es el mundo de fantasía que no debemos dejar perecer y que nos espera todas las noches cuando, a la cabecera de la cama de un niño, pronunciamos las palabras mágicas: “í‰rase una vez…â€.
No hay que temer que el niño se canse de oír un cuento una y otra vez: siempre le parecerá escucharlo por vez primera; ni tampoco hay que extrañarse de que el niño nos pida que repitamos un cuento muchos días seguidos: tal vez ese particular relato contenga situaciones que le afectan particularmente.
Al finalizar, procuremos afirmar la sensación mágica, diciendo: “y si pudiíéramos encontrar el castillo, veríamos allí al príncipe y a la princesa ahora…â€, o bien: “el que contó íésto, estuvo presente el día de sus bodas…â€.
Dejíémonos llevar por la emoción del relato: que nuestras expresiones sigan la alegría o la tristeza del cuento y que nuestra voz suba o baje de tono de acuerdo al personaje que habla. Y jamás expliquemos a un niño por quíé, racionalmente, el cuento de hadas es tan bello. Le quitaríamos la ilusión.