Por… Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
Todos nosotros hemos sentido la empatía de un maestro o de un amigo comprensivo y hemos padecido su ausencia en un profesor o un jefe insensible.
Pero la empatía, la competencia fundamental de la conciencia social, no tiene nada que ver con el típico “Yo estoy bien, tú estás bien†y ello no significa que el líder deba adoptar como propias las emociones de los demás y tratar de complacer a todo el mundo.
Muy al contrario, significa escuchar los sentimientos de los demás y asumir decisiones que les tengan en cuenta.
El arte de gestionar y articular adecuadamente las relaciones dentro del mundo empresarial, se asienta en la autenticidad, es decir, en la acción que se halla estrechamente conectada con los sentimientos verdaderos.
Para una persona que ejerce el liderazgo dentro de una empresa, en cualquier segmento de negocios que fuere, antes debe establecer contacto con su propia visión y valores, estabilizando sus emociones y paralelamente, sintonizar con las emociones del grupo al cual lo dirige.
La capacidad de inspirar y movilizar a los demás constituye uno de los ingredientes fundamentales del directivo que queremos para administrar un mundo empresarial cada vez más competitivo.
CONDICIONES
1. SER VISIONARIO: Que sepa discernir cuando es necesario cambiar, o cuando es necesario imponer una dirección clara.
2. AFILIATIVO: Estableciendo un clima de relación armónica entre sus subordinados.
3. DEMOCRíTICO: Teniendo en cuenta los valores personales y estimulando el compromiso mediante la participación.
4. FIRMEZA: Dentro de cualquier organización pueden surgir situaciones adversas, donde haga falta eliminar el temor, proporcionando una dirección clara o cuando se requiere realizar un cambio muy rápido o con trabajadores conflictivos.
El verdadero líder de una organización deberá ser transparente, ya que si no es sincero, todo el mundo se dará cuenta de ello fácilmente, y lamentablemente muchas instituciones siguen contando con estos “escombros†disfrazados de directivos.
BUEN COACH
Debe ser un buen coach, contribuyendo a que las personas identifiquen sus fortalezas y debilidades peculiares y las integren en sus aspiraciones personales y profesionales.
Tener la suficiente capacidad de delegar responsabilidades y determinar objetivos que vayan más allá de las tareas a realizar y estimulen el desarrollo y superación personal de sus subordinados.
En teoría, lo que decimos parecería no muy complicado, sin embargo, muchas empresas dentro de su estructura gerencial no cuentan con personas idóneas en función a las metas y objetivos cada vez más exigentes.
El gerente o jefe que pretende ser autocrático, tirano o díéspota con sus subordinados, está perjudicando a la organización y reconozcamos que muchas empresas en nuestro país siguen teniendo directivos con estos “perfiles†anacrónicos.
El ser firme en las decisiones que uno tome no significa que para que los subordinados cumplan con sus tareas se los deberá tratar en forma denigrante o despótica. Craso error.
Si hay empresas locales en el que muchos se vean personificados dentro de estas cualidades indeseadas, lo mejor que pueden hacer es dar un paso al costado, pues el mundo de las organizaciones empresariales han cambiado y hoy día se precisa de jefes que construyan, articulen, coordinen, gerencien con inteligencia, empatía y sobre todo, visión de futuro. Los verticalistas y autocráticos ya no caben en las estructuras organizacionales de este siglo.
Si cuentan con buenos directivos las chances de que su organización progrese serán mayores.
Suerte en sus inversiones…