Por... Josíé A. ``Tony'' Ruano
La vida es una ilusión para algunos y una cruel realidad para otros, todo depende del enfoque de cada cual.
En ocasiones, cuando mis nietos vienen a mí reclamando derechos que consideran tener por encima de sus hermanos o primos y yo tengo que recurrir a decisiones salomónicas para dirimir el conflicto, enfrento la queja del que considera poseer la razón: ``No es justo, abuelo. No es justo''. Mi respuesta ante la queja es invariablemente la misma: ``La vida, en su esencia, tampoco es justa''.
En tiempos del Boom inmobiliario era común ver a algunas personas tomar enormes riesgos financieros sólo por ir tras la ilusión de riqueza quimíérica que refulgía en el camino. Todos se consideraban inversionistas en esos momentos, sin tomar en consideración que la especulación no es la mejor manera de invertir, puesto que aparte de los riesgos que comprende incurrir en la misma, el factor tiempo funge como una constante contra quien emprende el juego.
Fascinados por los resultados parciales de unos cuantos, hubo quienes se atrevieron a apostar ahorros, plusvalías alcanzadas, empresas, bienes raíces, carreras profesionales, estabilidad hogareña y hasta lo destinado para disfrutar de una vejez placentera, con tal de encontrar un filón de la veta de oro de la que todos hablaban.
Los que actuaron con inteligencia, estuvieron bien asesorados y supieron retirarse a tiempo, cuentan la parte feliz de esa historia. El resto de aquellos intríépidos exploradores, por así llamarlos, se divide en dos grupos: los que ya han tomado soluciones drásticas y penosas y los que hoy enfrentan problemas económicos de gran envergadura y difícil solución.
Entre los que todavía confrontan problemas figuran los que procuran reestructurar sus actuales hipotecas, con el objetivo de continuar habitando sus viviendas, y los que se encuentran enfrascados en obtener el permiso de la entidad financiera que detenta la hipoteca en su propiedad, para realizar una venta por debajo del valor de la deuda en sí, comúnmente conocido como short sale. Incluso, he oído de quienes pretenden que se les permita realizar la venta de una propiedad en short sale y encima de ello, que el banco le indemnice con parte de los inte-reses pagados durante la vida del príéstamo.
Para ambos grupos el camino es largo, tedioso y desesperante. Algunos cuestionan la demora de las gestiones y hasta existe el argumento de que los bancos están aguantando el proceso a la espera de que el mercado inmobiliario suba nuevamente para así realizar ganancias en la venta de las propiedades que decidan embargar.
Sin embargo, muchos ignoran que desde principios de este año, toda entidad financiera que reconozca tener problemas con una de sus hipotecas, debe inmediatamente cubrir el díéficit, con fondos propios de la entidad, y es muy probable que esta sea la causa esencial de las demoras en las respuestas.
Todo el mundo se culpa entre sí, pero siendo francos hay que admitir que hubo irresponsabilidad generalizada, aunque ahora nadie quiera admitirlo.
Síé que la vida, en su esencia, no es justa, pero actuar con tino paga dividendos.