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Autor Tema: ¿Dónde está el dinero que ciudadanos y estados han perdido con la crisis?  (Leído 395 veces)

Scientia

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¿Dónde está el dinero que ciudadanos y estados han perdido con la crisis?

Fuente : Invertia       

 Si explicar lo que es el dinero ya es complicado, más complejo aún es entender sus implicaciones en la economí­a. ¿El dinero se crea y se destruye o simplemente se transforma? ¿Ha desaparecido el dinero que tení­amos antes de la crisis o se lo han llevado otros? El concepto de dinero es mucho más esquivo de lo que puede parecer en un principio. Si a uno le preguntan quíé es el dinero responderá enseguida que es lo que tiene en la cartera o en el banco. Más complicado serí­a definirlo teóricamente.
Dinero es cualquier cosa que los miembros de una comunidad estíén dispuestos a aceptar como pago de bienes y para saldar deudas y obligaciones

En realidad el dinero es una convención social que permite dar un valor a los bienes y servicios; no es algo fí­sico, sino mental. Cuando los economistas decimos que la economí­a se basa en la confianza, buena parte de la explicación a esta afirmación se basa en que es la confianza en que el dinero tiene un valor lo que hace que los individuos intercambien productos y servicios entre si a cambio de íéste.

Durante la historia y según el ámbito en el que nos movamos el dinero se materializa en diversos formatos muy diferentes. En una cárcel, por ejemplo, los cigarrillos pueden utilizarse a modo de dinero. En un paí­s con hiperinflación, en el que la moneda pierde valor cada minuto, se pueden llegar a utilizar otros productos para suplir su función, cómo pueden ser las tarjetas telefónicas prepago.

DIFERENTES TIPOS DE DINERO A LO LARGO DE LA HISTORIA

Antes de la existencia del dinero como tal, la forma de intercambiar bienes y servicios era directa. Lo que conocemos por trueque. Si uno necesitaba huevos de gallina y el otro sabí­a coser pieles para hacer ropa, se llegaba a un acuerdo de cuantos huevos valí­a un abrigo. El problema aparecí­a cuando uno de los productos no se podí­a dividir adecuadamente para hacer la equivalencia. Esta dificultad desincentivaba el comercio entre colectivos.

Para suplir este problema, se empezaron a utilizar productos fácilmente divisibles y abundantes cómo medio de pago; la sal (de aquí­ viene el tíérmino salario), el chocolate, el jade o el trigo fueron utilizados para este fin y podemos decir que apareció por primera vez el dinero en la economí­a.

Más adelante se extendió el uso de metales preciosos, principalmente oro y plata. Curiosamente se les dio un valor que no se corresponde con su utilidad práctica, y que ha llegado hasta nuestros dí­as como depósito de riqueza. El problema del comercio con el oro y plata era que exigí­a expertos que valorasen la pureza del metal. Hasta este punto los gobiernos apenas podí­an intervenir en la economí­a utilizando el dinero de forma instrumental.

APARECE LA MONEDA ACUí‘ADA

Y aparece la moneda acuñada, en la que el emisor pasa a controlar el dinero. Los gobiernos se apropian de la fabricación de este tipo de dinero y con ello aparece la posibilidad de influir en la economí­a mediante polí­ticas monetarias, muy rudimentarias en sus inicios.

El uso de monedas seguí­a teniendo un problema: la seguridad. Los orfebres empezaron a recibir depósitos de oro y monedas a cambio de certificados que daban fe de que el dinero estaba en lugar seguro. Con este nuevo mecanismo aparece un nuevo tipo de dinero: el papel moneda. Hasta este momento los certificados o papel moneda se correspondí­an exactamente con el oro depositado. El problema era que en cada transacción económica se tení­a que ir al lugar de depósito para cambiar la titularidad del oro.

Y llegamos a un nuevo salto cualitativo en la historia del dinero: los orfebres se dieron cuenta de que siempre tení­an una parte del oro en reserva, que no retiraban sus propietarios. Y decidieron prestar parte del oro que tení­an depositado, emitiendo nuevos recibos. El orfebre pasa a ser un banquero capaz de crear nuevo dinero: el dinero fiduciario.

Los recibos, el papel moneda, ya no siempre está respaldado por los depósitos de oro, por lo que la confianza en el sistema deviene clave. Hay que confiar en la buena gestión de los banqueros y sus depósitos.

Históricamente, el papel moneda y el dinero fiduciario nacen en China, la china dominada por el poder supremo de sus emperadores. En Europa aparece sobre el siglo XVI en la banca italiana, mediante la emisión de pagaríés.

EL DINERO ¿SE CREA Y SE DESTRUYE O SE TRANSFORMA?

Llegados a este punto podemos ya contestar a una de las preguntas: ¿El dinero se crea y se destruye o simplemente se transforma?. El dinero se crea, en un principio por parte de los orfebres-banqueros privados y más adelante por parte de los gobiernos. El dinero pasa de ser privado al monopolio público, que se erige como garante del sistema.

Tambiíén se destruye, no solo quemando el papel moneda, sino tambiíén por efecto de su píérdida de valor, la conocida inflación. Cuando aparece más dinero en la economí­a, íéste pierde valor al diluirse su capacidad de intercambio en más unidades. Es fácil de ver cuando se utilizaba el oro; la aparición de grandes minas de oro y plata en las Amíéricas provocó inflación en Europa. Un poco más complejo es ver este fenómeno cuando los gobiernos decidieron acuñar monedas con menos base de oro y plata pero el mismo valor facial, lo que llevó a una píérdida de valor y a la correspondiente inflación (se exigí­an más monedas de oro de menos calidad para un mismo bien). Mucho más complicado es entender que cuando se emiten más billetes, sin el respaldo del oro correspondiente, se genera tambiíén inflación en la economí­a.

Vemos que el sistema se complica un poco más. Tenemos un sistema en que un agente público controla la emisión del dinero y en base a su polí­tica monetaria (cuánto y cuándo dinero crea) influye en la economí­a real.

Y una nueva vuelta de tuerca conceptual se da cuando las nuevas tecnologí­as aparecen en escena. Una nueva forma de dinero llamado dinero electrónico se abre paso en la economí­a. Ya es posible pagar sin dinero fí­sico, mediante tarjeta de críédito o sistemas de software en los sistemas informáticos. La globalización que comporta la revolución tecnológica introduce nuevas e inciertas variables que influyen en el concepto mismo del dinero y en sus mecanismos de influencia en las economí­as.

El tipo de cambio entre monedas de diferentes paí­ses es la referencia para intercambiar unas monedas con otras. En teorí­a serí­a una forma de valorar la riqueza relativa de los diferentes paí­ses: cuando el dólar sube de valor respecto al euro, la economí­a de EE.UU mejora respecto a la Europea, siendo los americanos relativamente más ricos, y viceversa.

Una vez más se complica la polí­tica económica, ya que dependiendo del control de los bancos centrales del tipo de cambio, se puede influir en la economí­a real. Si baja el valor del euro respecto al dólar (devaluación del euro), los productos europeos son más baratos para los americanos y nos compran más, con lo que aumentan las exportaciones y se encarecen las importaciones hacia Europa.

¿HA DESAPARECIDO O SE LO HAN LLEVADO OTROS?

Una pregunta muy complicada de responder y que dependiendo de la corriente de pensamiento económico que uno tenga puede variar. Al no pretender con este escrito otra cosa que simplificar la realidad para que pueda ser aprehendida, trataremos de responder a la pregunta en base a las transferencias de dinero-poder-riqueza entre los diferentes actores del melodrama de la crisis en la que estamos inmersos.

Para ello vamos a dividir la recesión económica mundial en fases:

1.- Crisis financiera

Provocada por la venta de derivados de las hipotecas subprime americanas (príéstamos hipotecarios concedidos a gente con ingresos inestables, sin propiedades ni ahorros) a los mercados financieros internacionales (fondos de inversión, bancos, etc).

Un derivado es una especie de paquete de hipotecas malas y buenas, muy bien adornado, cuya rentabilidad y liquidez dependen de que se paguen correctamente las hipotecas. El problema es que las agencias de rating decí­an que era de la máxima calidad y los compradores internacionales se lo creyeron sin entrar a analizar el fondo del producto: hipotecas que no iban a poder ser pagadas.

¿Quiíén perdió dinero y dónde fue en esta fase?

Los Ninjas (los malpagadores americanos) recibieron dinero de los bancos americanos, que utilizaron para pagar a los vendedores de casas y, al dejarles más del 100% de la casa, a comprar un coche o irse de viaje. Por tanto, el dinero pasa de los bancos (cuyos depósitos son de sus clientes) a los Ninja que lo destinan a la compra de bienes muebles y consumo. Es fácil entender que en un principio la economí­a de EE.UU. Mejora al entrar dinero fresco en el circuito económico.

Los bancos de inversión americanos y resto de malabaristas financieros crean unos productos muy complicados cuya base es titulizar hipotecas (empaquetarlas). Los venden al mercado internacional. En realidad no crean nada real, pero al vender un producto derivado nuevo cobran por ello y los bancos extranjeros pagan. El dinero pasa de los bancos extranjeros y fondos de inversión varios (de los depositantes, accionistas e inversores del mundo) a los bancos de inversión americanos y demás intermediarios en el proceso.

Se fecha el inicio “oficial” de la crisis financiera el 9 de agosto de 2007, cuando el banco francíés BNP Paribas se ve obligado a congelar la cotización de tres de sus fondos por falta de liquidez (formados por paquetes de hipotecas subprime). La desconfianza se apodera del sistema financiero y las quiebra e intervenciones públicas de bancos ha sido la tónica general.

Los bancos se quedan sin liquidez, dejan de prestarse dinero entre si y se seca el mercado internacional. Al no poder titulizar hipotecas normales, los bancos no pueden conseguir dinero para seguir prestando dinero. Además se frena la compra de viviendas y empiezan a darse quiebras de promotoras.

El dinero de los bancos españoles, de sus depositantes y accionistas, se canalizó a comprar paquetes de hipotecas basura y a financiar a promotores y compradores de casas. Al no devolver el dinero prestado, los bancos se quedaron las viviendas, en subasta o por dación en pago. Y el dinero prestado pasó a las manos de los vendedores de viviendas que disfrutaron de fuertes plusvalí­as, entre otros beneficiarios (que los que vendieron antes de la caí­da del precio de la vivienda ganaron dinero, no hay que olvidarlo).

2.- Crisis de la economí­a real

Cuando se seca la financiación, primero caen las promotoras e inmobiliarias, despuíés el resto de empresas y los trabajadores pierden sus empleos y dejan de pagar sus hipotecas. El cí­rculo vicioso empieza y el dinero desaparece.

Veamos dónde se ha ido el dinero poniíéndonos en la piel de un comprador que se queda en paro: Pide un dinero al banco para comprar una casa, este dinero se destina a pagar al vendedor, al notario, a la gestorí­a y al Estado (ví­a impuestos). La empresa del comprador cierra al no renovarle las pólizas de críédito y caer su demanda más de un 30%. La empresa presenta un concurso de acreedores (quiebra) y los empleados se ven abocados al paro. Caen sus ingresos y no encuentra empleo, por lo que al final el banco le subasta la vivienda. El parado pierde la casa, no ha visto ni un euro en su bolsillo y, muy probablemente se queda con deuda (ya que las entidades financieras pueden adjudicarse las casas por la mitad del valor de tasación, si no hay otras ofertas). Para el comprador parado, el dinero ha pasado del banco al vendedor y demás, íél ha vivido un tiempo en una casa que se suponí­a suya y ha acabado en la calle y con deudas por algo que no tiene. Parece un juego de trileros, ¿verdad?

3.- Crisis soberana

Cuando empiezan a caer los ingresos del Estado, al ingresar menos dinero de IVA por la caí­da del consumo, impuestos relacionados con la vivienda y demás, y aumentan los gastos (por subsidios de desempleo e inversiones para intentar reactivar la economí­a), las finanzas públicas entran en díéficit. Y para poder financiar este desequilibrio entre ingresos y gastos los Estados deben pedir dinero al mercado internacional; y cuando íéste empieza a desconfiar de algunos gobiernos, por ejemplo Grecia, dejan de prestarles dinero o se lo prestan a tipos de interíés muy altos.

Y los ciudadanos empezamos a perder dinero ví­a mayores gastos financieros que debemos pagar indirectamente con nuestros impuestos presentes y futuros. Y van a los inversores internacionales.

¿Y EL DINERO AHORRADO?

Hemos dicho que en esta danza de circulación del dinero de unas manos a otras ha habido perdedores y ganadores; si uno compra una acción a un precio de 100 y cae a 40, los 100 se los ha embolsado el vendedor de la acción a un precio de 100 y los ha perdido en comprador, que tiene una acción que si la vende hoy vale 40.

Hemos dicho que los ganadores domíésticos fueron los que vendieron caras sus viviendas, sus acciones, sus fondos de inversión u otros activos. Estos ingresos han ido a parar a ahorro, a consumo o a inversión.

Lo ideal para que una economí­a prospere es que los ahorradores destinen su dinero a producir nuevos bienes y servicios (inversión) o al consumo. De hecho, la finalidad esencial de la banca es canalizar ahorro de sus clientes a financiación. Los ahorradores depositan su dinero en las cuentas y plazos fijos y los bancos utilizan este dinero para conceder hipotecas, príéstamos al consumo y para que las empresas inviertan en nueva maquinaria o nuevos procesos. Si la Banca no deja dinero, el sistema se colapsa. Las economí­as modernas no pueden funcionar sin financiación.

El miedo y la desconfianza son virus letales para la economí­a; si el ahorrador tiene miedo al futuro, no invierte. No compra casas, no se va de viaje y va menos a cenar a restaurantes. Si este dinero lo deposita en productos financieros sin riesgo, cómo son los plazos fijos o IPF (imposiciones a plazo fijo), y el banco no lo presta por quíé necesita este dinero para sufragar las dotaciones por impagos o lo destina a otras inversiones tambiíén seguras (y no productivas), este dinero no vuelve a la economí­a productiva y se incrementa la crisis.

Si lo deposita en productos financieros con riesgo, al estilo acciones, fondos de inversión, ETF, bonos estructurados y demás, puede ocurrir lo que le ha pasado a muchos inversores. Sus ahorros se esfuman en parte por la caí­da de los mercados de renta variable. No hablemos si lo invirtió en bonos de Lehman Brothers.

El ahorro en tiempos de crisis aumenta por el efecto precaución. Se postergan las decisiones de compra e inversión esperando tiempos mejores. Si a este efecto se le unen expectativas de deflación (caí­da generalizada de precios), el cí­rculo vicioso aparece nuevamente. Los agentes esperan que bajen los precios y no compran, con lo que a modo de profecí­a autocumplida los precios bajan. Y si no se rompe este escenario se entra en una situación muy complicada de resolver.

Y con estas palabras nos despedimos, esperando que el lector tenga en su bolsillo el mismo capital que antes de empezar a leer este artí­culo.