Por… Beatriz De Majo C.
Una valiente decisión acaba de ser anunciada desde el gobierno de Beijing y tiene que ver con la adecuación del nivel salarial de los trabajadores chinos. Se ha decretado un incremento de 20% en el salario mínimo de la gran nación. El asunto muy aplaudido por las organizaciones de trabajadores, particularmente del interior, tiene aspectos muy positivos para la gran población migrante que durante años tuvo que alejarse de sus hogares para trasladarse masivamente a las grandes ciudades costeras en busca del sustento. Ahora son las empresas de las grandes urbes las que deben afrontar no solo el incremento de los costos de su plantilla de personal sino las dificultades para conseguir mano de obra local, un tema que igualmente es un quebradero de cabeza empresarial. Para paliar a la escasez de trabajadores algunas transnacionales han ubicado esos incrementos en porcentajes que van desde un cuarto de su salario actual hasta un tercio en las empresas altamente tecnológicas.
El pero contra el beneficio social considerable que aportan las remuneraciones más justas a la sociedad china, está en el tema del impacto que estas alzas tienen en la competitividad final de los productos sometidos a costos incrementales. La medición no ha sido hecha aún, pero es evidente que los precios de exportación de los productos chinos recibirán el impacto directo de los elevados costos salariales que se incorporan en bienes intermedios y finales.
De hecho, los economistas en sus predicciones estiman que si el renminbi se aprecia en relación con el dólar, algo esperado para más entrado este año, el costo de manufacturar en China se incrementará aún más y pudiera diluirse buena parte de la ventaja que hasta el presente ofrecía este país por el bajo costo de su mano de obra. China no es diferente al resto del mundo en lo referente al impacto que se produce en toda la cadena salarial cuando se modifica al alza el valor del salario básico y, por ello, los incrementos de precios se sentirán en todo tipo de bienes desde preservativos, pasando por telíéfonos, equipamiento informático, juguetes y hasta automóviles de marcas japonesas con cadenas de producción en China. A esto se le llama inflación de costos y no de otra manera. Empresas como Honda, en suelo chino, se han visto confrontadas con la necesidad de efectuar aumentos de entre 24 y 30% a sus plantas de trabajadores para atender a las huelgas laborales constantes
La decisión gubernamental en este terreno de mejores salarios para sus nacionales va encaminada a atender una demanda de mejores condiciones de vida y a hacer la economía nacional menos dependiente de las exportaciones a travíés de un estímulo sostenido al consumo domíéstico, lo que es la resultante natural de los sueldos más altos. Y al propio tiempo, desde Beijing se busca forzar a las empresas de orientación exportadora a invertir en innovación para la producción de bienes de mayor valor agregado.
El movimiento es inteligente en sus conceptos generales, pero es imperativo que sea monitoreado con minuciosidad para evitar una reacción inflacionaria que drene la competitividad externa y termine por sacar a los productos chinos de los mercados foráneos, lo que ha sido conseguido a costa de mucho empeño y trabajo en las pasadas díécadas.
Suerte en sus inversiones…
