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Autor Tema: La Contra  (Leído 259 veces)

jsolec

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La Contra
« en: Junio 30, 2010, 05:51:38 pm »
Hugo F. Sonnenschein, economista; presidente de la Universidad de Chicago
"Vivimos una crisis, pero ya no es de las de pasar hambre"
LLUíS AMIGUET  - 30/06/2010

Tengo 70 años: la vida tiene sus ritmos y si los sigues experimentarás todas tus habilidades y debilidades. Nací­ en Brooklyn: compartí­amos váter con vecinos y mi madre murió a los 36 años de tuberculosis. Soy demócrata. Soy judí­o. He sido premiado por la Fundación BBVA

¿Quíé es más urgente, reducir el díéficit público o incentivar el crecimiento?

Antes de contestarle, díéjeme poner esta crisis en una dimensión humana...

Adelante.

... E histórica... ¿Recuerda usted cómo era España hace 50, 60, 70 años?

...

Yo sí­ recuerdo cómo era Amíérica cuando viví­a mi madre y cuando murió, de tuberculosis, a los 36 años... Durante años, mis padres compartieron el váter al aire libre en Brooklyn con otras familias del edificio...

Aquí­ hace 60 años la mayorí­a no sabí­a lo que era un váter.

Pero lo peor era que tal vez algunos sabí­an que comerí­an ese dí­a, pero casi nadie estaba seguro de poder comer al siguiente.

Eran otros tiempos, afortunadamente.

Por eso cuando nos piden a los economistas que comparemos esta crisis con la Gran Recesión... Yo empezarí­a por poner las crisis, más que en cifras, en su dimensión humana.

Tiene razón, profesor.

Y no me dejarí­a angustiar por los números, sino que mirarí­a a las personas, y esta ya es una crisis de paí­ses prósperos. Y si no, fí­jese en China, la China de las hambrunas milenarias hoy es ya un paí­s que no pasa hambre.

Nos vende más de lo que nos compra.

E India ha mejorado enormemente, incluso ífrica está despegando y pronto seguirá - si sigue así­- el camino de Asia hacia la prosperidad y el fin del hambre.

Buenas, inmensas noticias.

Por eso, más allá de las cifras macroeconómicas, sólo digo que antaño las crisis para la humanidad eran la diferencia entre comer o no comer y, en cambio, esta ya no lo es.

En cada mala noticia siempre hay un buen titular.

Pero... ¡cuidado! Tampoco olvidemos que esta crisis causa paro y sufrimiento a millones de seres humanos, aunque ya no estamos hablando de hambre fí­sica.

Es una gran diferencia.

Lo peor es que aumenta las diferencias de riqueza entre ciudadanos. Y eso lo veo en directo: mire, como presidente de la Universidad de Chicago, he tenido que hablar con gente muy rica para pedirle dinero.

Es parte de su trabajo.

... Y me indigna oí­r cómo se preguntan entre ellos: "¿Cuál es tu número?".

¿A quíé se refieren?

Su número es la cantidad de dinero que han acumulado. A menudo, a más número, más estupidez.

Le creo.

Quienes más alardean de su número no suelen distinguirse por su contribución a la comunidad, y eso es ser muy corto de miras.

¿Quíé dice su escuela de Chicago: reducir díéficit o aumentar inversión pública?

Si ha habido un momento en el que podí­a ser aconsejable un paquete de estí­mulo al empleo con inversión pública, es este...

¿Pero...?

Algunos dudan de que los polí­ticos sepan gestionar mejor ese dinero público de estí­mulo - extraí­do de los impuestos de los contribuyentes- para crear demanda y empleo que los propios contribuyentes.

Una objeción clásica.

Y debo añadir que la velocidad a la que se incrementa nuestro díéficit público y nuestra deuda es alarmante. Y eso es nuevo, porque en cada dólar que aumenta el díéficit disminuye nuestra propia soberaní­a para decidir en quíé programas de educación, sanidad o infraestructuras invertimos.

¿Por quíé?

Porque hoy la deuda norteamericana ya no está en manos de los norteamericanos: el dinero para pagar la gran deuda de la Segunda Guerra Mundial lo prestaron norteamericanos a otros norteamericanos, que, a su vez, lo devolvieron con sus impuestos cuando retornó el crecimiento económico...

Hoy ese dinero lo prestan los chinos.

Esa deuda se ofrece en los mercados a cambio de intereses y allí­ la compra quien quiere... ¿Pero quíé pasa si un dí­a nadie quiere comprar nuestra deuda o piden por ella un tipo de interíés que no podemos pagar?

Aquí­ conocemos ese feeling.

¿Quíé pasarí­a si un dí­a ofrecemos deuda norteamericana en los mercados y nadie quiere mi un dólar más porque ya hay demasiada?

Ese dí­a nos irá a todos fatal.

Esa dependencia nos resta soberaní­a. Por eso, hay niveles de díéficit y deuda pública aceptables - hasta el 50 por ciento del PIB-, pero si gastamos más y los superamos...

Llega la tragedia griega.

Y me temo que hoy no se puede uno fiar de que ya creceremos y devolveremos el dinero a largo plazo, porque los datos no me permiten esperar grandes crecimientos.

¿Entonces...?

Hay que estimular, sí­, pero con un lí­mite en la cantidad y eficiencia en la gestión.

¿Es una observación de la demonizada escuela de Chicago?

Cierta izquierda, es cierto, nos anatemizó sin leernos, pero soy amigo de Roger Myerson, de Becker y de otros premios Nobel de mi departamento y le aseguro que les preocupa tanto crear crecimiento como repartirlo. Y, por cierto, como presidente de la universidad, firmíé el contrato del profesor Obama y compartí­ despacho con Michelle.

Pagarí­a por oí­r sus discusiones.

Valen la pena: tenemos 24 profesores - cinco Nobel en activo-, pero el mejor premio son nuestros debates...