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Autor Tema: La revolución del conocimiento  (Leído 366 veces)

Emilio

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La revolución del conocimiento
« en: Agosto 11, 2010, 07:18:29 pm »

La revolución del conocimiento 10 de agosto de 2010

En una ocasión un senador romano propuso que los esclavos llevaran brazaletes blancos, porque según íél, íéstos se habí­an hecho tan ubicuos que ya no habí­a manera de distinguirlos de la ciudadaní­a. Su idea fue rechazada por el Senado, con la razón de que “si los esclavos supieran cuán elevado es su número podrí­an acabar con nosotros“. Quienes nos gobiernan piensan parecido. Creen que si los ciudadanos supieran cuan elevado es el número de individuos interconectados en red, y sobretodo la capacitación de esos enlaces, seguramente su estatus peligrarí­a.

Durante estos tres años se han producido en el conjunto del mundo más cambios que en el conjunto de los últimos dos siglos. La centenaria banca de inversión desapareció y los sistemas reguladores están todaví­a bajo revisión. Fue necesaria una masiva inyección de dinero público para salvar el sistema en el momento que la economí­a tradicional y sus modelos se pusieron en entredicho. Es por eso que, si analizamos con exactitud que representa todo ello, nos daremos cuenta que estamos sufriendo un cambio de paradigma, una regeneración estructurada a partir del conocimiento y el valor del talento global.

Sigo intentando situar el escenario, hablar de un ecosistema que se resiste a morir pero que se regenera poco a poco hasta el punto que pronto parecerá otro. Es imprescindible escribir de modelos de creación, de territorios de conquista y de que podemos hacer para padecer lo mí­nimo posible. Me apetece explicar la forma poliíédrica de ese nuevo sistema que se agarrará con fuerza a conceptos como la inteligencia distribuida, a los prejuicios dospuntoceristas, a la gestión moderna y a la gestión del futuro.

    Es preciso que hablemos de los cubí­culos del conocimiento, del talento global, de pensar diferente, de pensar compartiendo, de conectar cerebros, de cuenta de resultados como deceso de las ideas, del efecto contagio de la colaboración, de la garantí­a de la exclusividad como valor del compartir, del caudal de pensar conjuntamente y no tanto en equipo, de cambios inevitables, de gestión del conocimiento en las organizaciones del futuro, de modelos y razones de las comunidades virtuales, de alianzas de íéxito como valor democrático de las empresas más díébiles, de sociedades dinámicas, de las ventajas de esta crisis, de los negocios transparentes y de la recesión permeable.

En eso me pongo ahora mismo, los que entiendan que esos conceptos son los víértices de un polí­gono repleto de ventajas, tendrán muchas más herramientas para decidir. Cuantos más seamos más sentido tendrá llevar ese brazalete, esa pulsera de la verdad, del conocimiento, del pensar por nosotros mismos. Es momento de razonar, de emprender, de construirnos de manera individual a partir del conocimiento y no tanto del discurso oficial, para entre todos ir estimulando nuestro entorno en modelos económicos nuevos.

Estamos a las puertas de una revolución como ya lo estuvieron otros antepasados, sólo que esta vez es digital, orgánica, distribuida y global. Hace algún tiempo, al confluir diversos factores se reprodujeron sistemáticamente otros grandes cambios. La revolución industrial y tecnológica fueron grandes elementos de cambio, y  convivieron con una crisis sistíémica que adelantaba una mutación real y evidente en todos los estadios de la economí­a. La manera de traducir aquellos cambios siempre condujo a mejores escenarios pero tambiíén con una fractura notable del propio sistema. El modelo financiero actual que se sustenta en un crecimiento del valor del dinero por encima del coste real del capital, ha provocado un desajuste insalvable a estas alturas, pero considero que más que una causa, no deja de ser una consecuncia de algo mucho más transversal y que la tecnologí­a de la información ha acelerado.

Hace ocho díécadas vivimos el crack del 29, hace 15 la crisis de la díécada de los 90 y hace cinco la primera terquedad del sistema expansivo basado en las punto com. Hoy vivimos un modelo crí­tico que parece disponer de las caracterí­siticas de las tres. Esa encrucijada de modelos en crisis nos habla de una crisis mucho más compleja. Un final de fiesta que no debe ser visto como algo negativo. Es una gran oportunidad para atender con í­mpetu y valentí­a esa nueva revolución, una nueva etapa que me gusta definir como la revolución del conocimiento.

    La revolución del conocimiento surgirá del valor de las cosas y no del coste de las mismas, será el momento de las grandes factorí­as de ideas, de pensamientos, de dudas, de estructurar la fabricación en base a su precio esencial y no tanto al especulativo. La especulación no es mala por definición pero si por derivación. Especular es algo intrí­nseco al hombre pero cuando lo que genera es desvalorar otros elementos de las cosas entonces es nocivo. La especulación es esencial cuando valora expectativas, cuando anima, cuando genera riqueza de pensamiento.

Ahora que el dinero es un bien natural y no un elemento práctico para la compra, el valor ya no se da por el interíés de las cosas si no por la producción de las mismas. El sentido del patrimonio ha cambiado y con ello el paradigma económico tambiíén cambiará. Esta crisis es la mayor de las oportunidades que hemos tenido en los últimos dos siglos para establecer nuevos modelos de negocio, nuevos sistemas de relación financiera, nuevos ví­nculos entre empresa y gobierno, nuevas estrategias mucho más justas y, en definitiva, una nueva generación de ideas que fuercen los cambios imprescindibles que este mundo precisa.

En esta nueva era, en este nuevo ecosistema plagado de ideas, en ese nuevo mar en el que deberemos navegar, los que antes entiendan que deben impulsarse con vientos desconocidos, los que sepan que es tiempo de veleros y no de lanchas motoras, esos sobrevivirán, crecerán y serán mucho más felices. Los que escuchen a sus mandatarios, a esos dirigentes aparentemente perdidos, a esos que cambian sus previsiones una y otra vez, los que esperen de ellos que les ayuden a sobrevolar este momento crucial de la historia sufrirán mucho más.

No es momento de subsidios sino de purgas, no es momento de alargar agoní­as sino de amputar aquello que está podrido. El sistema es demasiado duro y robusto como para permitir un parto sin dolor, pero el sistema no es inmune. El momento está cerca y me ilusiona enormemente que así­ sea. Deseo un mundo mejor para mi hijo, mejor que este. La oportunidad está a diez metros de nuestra propia existencia, algunos amigos que aquí­ se dan cita ya han empezado a caminar hacia ella, otros lo harán pronto, al final todos.

¡Felices vacaciones a todos!