Alicia García Herrero
Economista Jefe de Mercados Emergentes
BBVA Research
Aunque parezca sorprendente para el resto del mundo, - especialmente para Occidente que sigue cicatrizando la enorme crisis experimentada en los últimos tres años- las autoridades chinas han dado repetidas muestras de preocupación por una desaceleración excesivamente rápida del crecimiento en los últimos meses. Y es que todo es relativo: mientras que Europa -y más aún España- se contenta con ir saliendo de una fuerte recesión, China se preocupa por una desaceleración del PIB de 11,9% en el primer trimestre de 2010 a 10,3%. Los primeros compases del tercer trimestre apuntan a una continua -pero moderada- desaceleración del crecimiento con lo que 2010 debería cerrar en algo cercano al 9,8% (esta en concreto es nuestra previsión de BBVA Research).
Merece la pena resaltar tres puntos sobre este mágico número: El primero es que sigue siendo un crecimiento elevadísimo para cualquier estándar internacional. El segundo es que una corrección tan moderada difícilmente puede considerarse un ajuste brusco. El tercero es que un 9,8% está en línea con las estimaciones de crecimiento potencial de China y, por tanto, es justamente la tasa de crecimiento ideal para -por un lado- no generar presiones inflacionistas y -por otro- no dejar capacidad de producción sin utilizar.
Todos estos puntos apoyan claramente la idea de que China no está experimentando un ajuste brusco sino una leve corrección desde una situación de claro sobrecalentamiento. Por tanto, la moderación de la actividad que ha caracterizado los datos de los últimos meses en China no debería ser motivo de preocupación de las autoridades chinas o de los inversores, sino todo lo contrario.
El mayor riesgo para China, desde mi punto de vista, subyace justamente en no entender que un país no puede -ni debe crecer al 11-12% de manera permanente, puesto que los motores naturales de crecimiento -o los bonus de productividad utilizando la jerga económica- irán desapareciendo en el tiempo. En el caso de China, los dos mayores bonus de productividad están asociados a la transformación de China de una sociedad rural a una urbana y, por tanto, al proceso de industrialización y urbanización, así como a la transformación de una economía planificada a una economía de mercado y, por tanto, a la reducción de importantes ineficiencias en la distribución de los recursos. A medida que ambos procesos se van completando -lo que debería ocurrir en los próximos 6-10 años- China crecerá a tasas mucho más moderadas.
El hecho de que las autoridades chinas puedan tomar medidas para contrarrestar la desaceleración actual -como se ha insinuado en algunas declaraciones de autoridades chinas, especialmente en el momento álgido de la crisis soberana europea- resulta preocupante, puesto que deja traslucir el enorme afán de los políticos y de la sociedad china en general- por el crecimiento y la riqueza presente respecto a otras variables como la inflación, pero tambiíén otros aspectos más amplios como son la desigualdad en la distribución de la renta e incluso la profundización de los desequilibrios macroeconómicos a nivel global.
En resumen, por el momento podemos estar tranquilos en Occidente de que el motor del mundo -China- no estíé experimentado un ajuste brusco. El riesgo sigue estando en que se vuelva a forzar el sobrecalentamiento de la economía china y los desequilibrios se profundicen aún más.